Por Aldo Mariategui
No sé si aquí no estamos dando cuenta de lo tremendamente seria que se puede poner la situación en Bolivia, con Santa Cruz como Croacia y Tarija como Eslovenia frente a la Serbia andina. Que cerca de un millón de personas, sobre una población total que no llega al millón y medio, se hayan manifestado en Santa Cruz a favor de las autonomías (que siempre es el primer paso a la independencia. Cataluña va a salirse de España antes de 50 años, acuérdense de mí) y en contra de Evo y que el impertinente embajador venezolano en La Paz Julio Montes declare que su país está dispuesto a enviar tropas (¿ven por qué nunca nos gustó ese acuerdo militar Evo-Chávez que autoriza eso en su artículo cuarto?) para apoyar a Morales es muy preocupante y demuestra que la polarización que vive nuestro vecino fácilmente puede acabar en un baño de sangre, seguido de una secesión (o viceversa).
¿Y qué pasaría si Chávez manda tropas para apoyar a Evo? ¿Qué actitud tomaría el militarmente débil Perú, más aún con ese extremista que un sector brillante del electorado puneño ha elegido como presidente regional y con la ola de refugiados que se nos vendrían? ¿Y Chile? No creo que los chilenos se queden cruzados de brazos permitiendo una intervención chavista en un inestable vecino que tiene dos cosas que le interesan: gas y agua (su vital industria cuprífera depende del agua proveniente del Silala, que está en disputa con Bolivia).
Sería su oportunidad de oro para apoyar a los secesionistas (que a diferencia de los bolivianos andinos no son antichilenos para nada. Es más, ondearon dos banderas mapochinas al lado de la enseña verdiblanca cruceña durante el aniversario cruceño) y ganar su eterna gratitud (y el gas, el gas, el gas. Acuérdense de que también Tarija, Pando y Beni están entre los rebeldes). Con sus F-16 controlarían todo el espacio aéreo boliviano en diez minutos y las brigadas militares de apoyo venezolanas y el ejército boliviano no serían rival para su poderosísima infantería, aerotransportada para defender Santa Cruz. Es de descontar que EEUU y Paraguay (la base aérea de Ñu-Guazú sería estratégica. Acuérdense de que Rumsfeld estuvo hace no mucho por Asunción negociando ésta y obteniendo la impunidad jurídica para las tropas gringas) verían con simpatía una intervención chilena contra los intentos chavistas, además que sería moralmente inaceptable que se permita la masacre de civiles desarmados simplemente porque tienen el derecho a separarse si les da la gana: ya lo vimos en la ex Yugoslavia. Y está claro que Chile está convirtiéndose en el Israel regional gringo.
Ya no parecería tan imposible que por Santa Cruz algún día se escuche: “Cesó el tronar de cañones/las trincheras están silentes/y por los caminos del norte/vuelven los batallones/vuelven los escuadrones/a Chile y a sus viejos amores” (“Los viejos estandartes”, canción insignia del ejército mapochino y favorita de Pinochet). Ojalá que ni Chávez ni Chile metan sus narices por allí. Y que Evo se deje de imbecilidades.
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