Le tomó a Daniel Ortega de Nicaragua menos tiempo de lo que se tarda una abeja en extraer la miel de una flor para despojarse de toda la retórica de la campaña desarrollada en el 2006, en la que afirmaba que había aprendido la lección de su pasado como un radical.
El día en que fue juramentado como Presidente, y la semana posterior, Ortega y sus nuevos aliados comunistas latinoamericanos del siglo 21, se regocijaron en ceremonias celebradas en Managua y Quito y ratificaron su lealtad a un nuevo frente de naciones latinoamericanas unidas por su odio hacia Estados Unidos, las organizaciones internacionales y su fobia contra el sistema de libre mercado de productos e ideas.
Rafael Correa, el nuevo Primer Mandatario de Ecuador, prestó juramento como Presidente en dos ceremonias - una aceptando el poder de manos de los indígenas que viven en las altas planicies andinas y otra más, en Quito. Correa es el octavo presidente de Ecuador en los últimos 10 años.
El Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, es tan importante para Ortega que la juramentación del nicaragüense fue demorada por casi dos horas, para permitir al venezolano asumir su cargo por tercera vez y, entonces, viajar a Managua.
Una de las presencias más notorias en ambas ceremonias inaugurales fue la del Presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad.
Al tiempo que trascendía el júbilo por una nueva nación latinoamericana como la que soñó el Libertador Simón Bolívar, aunque, la de hoy en día, de corte socialista, Chávez y Ahmadinejad exigían a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) que redujera la cuota de producción de sus miembros, para apuntalar el precio del petróleo.
Hasta hace pocas semanas, el precio del crudo alcanzaba en los mercados internacionales hasta 70 dólares por barril. Esto proporcionaba dinero a Chávez para que pudiera repartirlo como mantequilla. Podía comprar a sus militares, a los que lo apoyan y, todavía, Venezuela tenía suficiente para seguir vendiendo petróleo a precios de barata a Cuba y a otros pequeños países del Caribe y, también, a Nicaragua.
Chávez también ayuda al gobierno de Evo Morales en Bolivia, inmerso en una batalla a muerte con las regiones productoras de energía de ese país.
Ahora que el precio del petróleo ha descendido a los 50 dólares por barril, Chávez y Ahmadinejad necesitan que la cotización vuelva a subir para seguir financiando la agitación internacional. Los miembros de la OPEP han rehusado hacerlo.
No podía ocurrir esto en peor momento para Chávez. Ahora que se ha alineado con tres de las naciones más pobres del Hemisferio Occidental: Bolivia, Nicaragua y Cuba.
¿Cuánto tiempo podrá seguir repartiendo Chávez la riqueza de Venezuela a otras naciones del continente? ¿Por cuánto tiempo más podrá seguir contando con el apoyo de los militares y de las clases populares de su propio país?
Después de la fiesta los presidentes deben regresar a casa y enfrentar la realidad.
Ortega deberá explicar a sus aliados y vecinos cómo piensa reconciliar su membresía en una alianza anti-norteamericana con su compromiso al avance de un Acuerdo de Libre Comercio entre Centro América y Estados Unidos.
Correa ya está tratando de crear una Asamblea Constituyente y abolir el Congreso. Los integrantes del cuerpo legislativo no comparten su punto de vista. Morales tiene un durísimo duelo con los dirigentes de los departamentos más ricos, ubicados alrededor de Santa Cruz.
Todo esto ocurre mientras continúa el descenso del precio del petróleo. Una cosa es ser popular cuando se tiene petrodólares para regalar y otra, muy distinta, cuando se tiene que cuidar el dinero que se gasta.
El futuro de Chávez en Venezuela depende mucho del precio mundial del crudo.
Guimar123@gmail.com
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario