lunes, enero 22, 2007

Los retos económicos, políticos y humanitarios en Cuba

Por: Maribel Hastings/La Opinion

WASHINGTON, D.C. — Cómo será la Cuba sin Fidel Castro es materia de especulación, al igual que las predicciones sobre cómo gobernará su hermano Raúl y cómo enfrentará los retos en materia económica, política y humanitaria.

“Todo es especulación, pero por las indicaciones que hemos visto (Raúl) parece estar interesado en la apertura de la economía. No necesariamente para adoptar el capitalismo como es conocido en Estados Unidos, pero dando la libertad de producir de manera independiente del gobierno, de forma similar a lo que hace China, por ejemplo”, declaró Stephen Johnson, experto en América Latina de la Fundación Heritage.

Mark Falcoff, autor de ‘Cuba After Castro’ y ‘Cuba The Morning After’, recuerda que durante el llamado periodo especial, cuando cayó la Unión Soviética y Cuba dejó de recibir 6,000 millones de dólares anuales en subsidios, fue Raúl quien supuestamente convenció a Fidel de poner en marcha reformas “modestas”. Estas, alegadamente, promovían una mayor producción agrícola, aunque al mismo tiempo, a partir de los 90, la industria azucarera de la Isla se deterioró.

Johnson agregó que Cuba “tiene el potencial de ser un fuerte motor económico en el Caribe” y que de hecho, “varios de los países vecinos perderían mucho del turismo ante una mayor apertura en la Isla”.

Opinó que el propio gobierno cubano quiere evitar cambios drásticos y súbitos, porque con las modestas aperturas que se han dado, han sido unos pocos los que han visto beneficios económicos, por ejemplo, de la circulación del dólar.

Otro factor, que conocedores indican no sufrirá cambios súbitos, es el de la migración, de interés particular para Estados Unidos. El país ya enfrenta un debate interno que ha provocado división y, que en opinión de observadores, fue uno de los elementos para que los republicanos perdieran el control del Congreso.

Según Falcoff, Raúl hereda la estabilidad que irónicamente proveen los acuerdos migratorios de 1994 con Estados Unidos que permiten la salida anual de 20,000 cubanos. “Hasta el momento la Isla tiene 250,000 disidentes menos que los que tenía hace 12 años y muchos otros que están hartos de la versión de Castro del comunismo, están haciendo fila en la Sección de Intereses de Estados Unidos para seguirlos”.

El éxodo del Puerto Mariel en 1980, mediante el cual más de 25 mil cubanos salieron de la Isla, desestabilizó no sólo a Florida sino al Sudeste de la nación, recordó Falcoff.

“Estados Unidos está poniendo atención (a la situación de Cuba), pero no toda la que habría puesto en otro momento dado a los compromisos en Oriente Medio”, opinó Andrew Selee, director del Instituto México y experto en temas de América Latina del Woodrow Wilson Center for Scholars.

Reiteró que por eso Estados Unidos es el menos interesado en cambios bruscos que generen inestabilidad y olas migratorias. “Quizá es lo más sano tanto para la Isla como para Estados Unidos”, indicó Selee.

El rubro de derechos humanos, por su parte, es unos de los más espinosos para ambas partes. A Estados Unidos, por ejemplo, el pedir mayores libertades para los cubanos en la Isla le supone enfrentarse a sus propias políticas contradictorias de mantener relaciones comerciales o de otro tipo con naciones de cuestionable historial en ese frente, como es el de China.

Julia Sweig, experta en política cubana del Council on Foreign Relations, dijo en una reciente teleconferencia que “anticipo continuidad (en Cuba), pero reforma gradual en ese contexto”.

Pero el reto, agregó, lo tienen quienes sucedan a Fidel, ya que las presiones por cambios democráticos y mayores oportunidades económicas son reales, y ellos no tienen ni el carisma ni el dominio histórico que ha tenido Fidel. “Eso no es un secreto de Estado”, indicó.

El llamado Plan de Transición de Cuba, presentado por el gobierno de Estados Unidos en 2004, fija los escenarios bajo los cuales se destinarían 80 millones de dólares en asistencia al gobierno post Castro. Según Sweig, la propuesta de purgar a los militares y al Partido Comunista de los Fidelistas y de los Raulistas antes de que Estados Unidos ofrezca asistencia alguna, es “contraproducente” y contrasta con la postura asumida por el gobierno estadounidense en otros casos. En los ochenta, por ejemplo, Estados Unidos abogó por cambios democráticos en los países de Europa del Este, pero tenían relaciones comerciales y permitían viajes a esas naciones. Lo mismo hizo con Chile.

“Tenemos que extraernos de la política doméstica de Cuba....Mi punto de vista es que las sanciones económicas han fracasado, que tenemos que quitarnos del medio y permitir que los cubanoamericanos y los estadounidenses viajen libremente, permitir inversiones, comercio...”, indicó Sweig.

Para Falcoff es probable que tanto Cuba como Estados Unidos prefieran, de momento, el status quo. “Al centro de la política estadounidense hay una profunda contradicción: un deseo de transformación política en Cuba hacia algo que más o menos se asemeje a Costa Rica, Chile o Uruguay, pero hay un mayor temor al desorden. Bajo esas circunstancias, la inmovilidad es la mejor receta”, escribió Falcoff.

Pero esa postura enfrentaría al gobierno estadounidense con un sector del exilio que favorece un cambio de régimen en Cuba.
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