Si de algo peca tremendamente el gobierno “socialista” de Hugo Chávez es de su pésimo manejo comunicacional y económico, por más calificativo de “poder popular” que le haya añadido a todos los ministerios que posee.
La desinformación se respira en el país, ya que todo se basa en el “se dice que”; y los únicos escenarios futuros positivos en materia económica, sólo existen en la cabeza del ex golpista presidente.
Para variar, pero ahora con el pretexto del inicio de un nuevo período presidencial, se dio a conocer un nuevo “esquema” del programa en el que Chávez se dedica a hablar de lo que piensa, de lo que quiere hacer, de lo que va a hacer; pero nunca de verdaderas obras de gobierno o de acuerdos nacionales, como lo debería hacer un estadista. Ya eran bastante traumáticos sus maratónicos programas dominicales, con una hora de inicio pero sin fin establecido, y de gran sacrificio periodístico para los medios que debían calarse la verborrea, a ver si algo era rescatable; aunque ya era previsible que tras los arrebatos de furia, vendría el anuncio de alguna medida gubernamental.
Ahora el programa presidencial tendrá una frecuencia de lunes a viernes en la radio y sólo los jueves en televisión con la vedette presidencial, con el “compromiso” de que sólo tendrán una hora y media de duración. Además, como para atraer oyentes y televidentes (cosa extraña, cuando afirman que tienen cuarenta y pico puntos de rating, o más), el programa contará con un "récord en primicias en cada edición, tanto en la versión radio como en la televisiva". El jueves 15 de febrero, en su re estreno televisivo, se cumplió con las primicias y se escogió como área de enfoque la economía. Pobre economía.
Lo más destacado de sus anuncios fue la orden dictatorial de Chávez de poner en vigencia la nueva moneda venezolana: el “bolívar fuerte”, aunque a nuestro modo de ver el nombre no refleja las verdaderas intenciones hegemónicas de “líder”, por lo que podría cambiar de nombre a uno más llamativo, “comunicacionalmente” hablando. La fecha de parto también fue establecida: el 4 de febrero de 2008, un año después de la patética e indigna celebración del frustrado golpe de estado que intentara con su camarilla en el año 1992.
La nueva moneda no es más que la actual pero con la eliminación de tres ceros. Es decir, mil bolívares de hoy serían una unidad de mañana. En ese mismo sentido, todos los precios de todas las cosas reducirían “mágicamente” su valor dividido entre mil. Y cuando hablamos de “todos los precios”, nos referimos no sólo al de los bienes y servicios que se demandan, sino también a los que se ofertan; o sea, los sueldos, salarios y todo ingreso que las familias generan para subsistir. Ya el gobierno continuó con la mala costumbre de los anteriores de incrementar por decreto el salario mínimo de la población, lo que alimentaba el fenómeno llamado “ilusión monetaria”, ya que los aumentos son sólo nominales y en términos reales son nulos o hasta negativos por la alta inflación generada por el régimen.
Es tan grave, tan inercial, la inflación en Venezuela, que finalmente Chávez viene tímidamente aceptando su existencia, pese a la presencia de un mediocre control de precios que nadie cumple, simplemente porque no puede vivir, sea comprador o vendedor. Por ello -suponemos que con mucho dolor- el gobierno ajustó el precio de productos básicos como la carne de res, el pollo, los huevos, la leche, y dictaminó la rebaja o hasta eliminación del cobro del Impuesto al Valor Agregado (IVA) en un intento por atacar el “fenómeno” de la inflación, pero que –contradictoriamente- repercutirá fuertemente en el índice de precios del mes de febrero.
Si Venezuela tuvo en 2006 la inflación más alta de Latinoamérica, y una de las más altas del mundo, no es en forma gratuita, no es por un ataque de la CIA, o porque la cause el imperialismo. La inflación en Venezuela tiene raíces estructurales que todos los días el gobierno de Chávez se esmera en abonar y regar para que siga grande y fuerte. Mientras existan controles de precios, de cambios, de tasas de interés y la intención de “nacionalizar” hasta el modo de caminar y hablar del colectivo, la inflación seguirá presente y no habrá decreto que la detenga.
Unámosle a ello la megalomanía presidencial que lo empuja a estar regalando el dinero venezolano por donde vaya, a ofrecer ayuda y préstamos hasta a quien ni lo desee, y a comprometer aportes en fondos y barriles sin fondo. Todo ello, al final de cuentas, hipoteca las reservas internacionales de Venezuela, las cuales –por cierto- supuestamente tienen un nivel “excedentario”, tanto que el gobierno puede pedir traspasos de ellas para utilizarlas a su discreción. En otras palabras, a la inflación hay que agregarle emisión de dinero inorgánico, devaluación, y todas las expectativas racionales e irracionales que se puedan generar de este escenario revolucionario y socialista del siglo XXI.
Para quien crea que esto no es nada, la idea de rebajar el IVA solo cabe en una cabeza netamente populista y que no tiene un ápice de sentido común en lo que a economía se refiere. Los ingresos del estado venezolano dependen de la venta del petróleo y de la tributación. Sin embargo, los egresos están creciendo exponencialmente por la compra de empresas, por la abultada -antigua y nueva- nómina estatal y por los subsidios directos e indirectos que Chávez no se atreve a retirar ya que afectarían su comprado “apoyo popular”.
Sobre la base de lo expuesto, hasta para una persona lega en economía queda claro el destino de la cacareada reforma monetaria: el fracaso total. La moneda venezolana tendrá tanto valor como la cubana; no los “pesos convertibles” que utilizan los turistas en la isla, sino aquella destinada a su miserable población. Mientras subsistan los controles, los subsidios y las medidas políticas que generan todas las distorsiones económicas presentes, de nada servirá quitarle tres ceros a la moneda, pues la economía seguirá siendo una falacia, una burbuja que al menor impacto –interno o externo- puede estallar. Y eso que no nos hemos referido al aumento del precio de la gasolina, gran tabú nacional.
Pero, ¿quién podría explicarle al testarudo ex golpista que lo único que está haciendo en el poder es destruir la economía venezolana? Uno de los refranes de la abuela dice “eres tan inútil como un cero a la izquierda”. El gobierno “socialista del siglo XXI” de Venezuela no tendrá sólo uno, sino tres ceros a la izquierda. ¡¡¡ Para que aprendan los capitalistas!!!
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