Escrito por Germán Luna Segura
Vivimos en un país en el que los rumores y los chismes han terminado siendo parte de una cotidianidad llena de los más variopintos personajes, con una historia en la que ya no es posible diferenciar la realidad de la ciencia ficción y con un récord impresionante de torpezas cometidas por personajes públicos que colman el límite permisible del anecdotario personal de un ciudadano normal.
Hace sólo unos días, sendos titulares llenaron los principales medios de comunicación recogiendo la falta de criterio con la que algunos plantean sus más ácidas críticas al gobierno, dizque, desde una oposición, que siendo chicha, pareciera perderse en la anécdota.
Y no es que no exista realmente una oposición, de ninguna manera. Existen por lo menos dos sectores importantes que han confrontado con el aprismo y dentro de ellos, una interesante gama de gente que reflexiona y hace política de buen nivel, pero que a su vez, sufre de cerca el empantanamiento provocado por los dinosaurios que ejercen el control de sus partidos por encima incluso de la voluntad de sus pocos afiliados.
A estas alturas hay quienes deberían ensayar maneras más dignas de ganarse la vida. En el caso de Ollanta Humala, éste debería cobrar su pensión de militar retirado que acumula sospechosamente en una cuenta del Banco de la Nación, en tanto que hizo bien Lourdes Flores en recalar en la rectoría de una universidad pituca con sabor a Pizza Hut y pollo del KFC.
Con una oposición de esta naturaleza, bien valdría la pena preguntarse qué es lo que les produce tanto temor, que ingresen apristas al gobierno del APRA (¿?), qué el APRA gobierne en el marco de una reconocida simpatía popular, o simplemente el objetivo es evitar el ingreso de militantes calificados al Estado. Entonces ¿con quién debería gobernar el APRA? Pues, como van las cosas, pareciera que la respuesta ideal es, con ellos.
El aprismo define roles, pide además con derecho que la oposición no se quede en el detalle y vaya a temas de fondo. Que debata si quiere sobre política económica o en torno al crecimiento sostenido del país en el orden del 5%, si tiene sentido que el gobierno del APRA apueste por programas sociales de ayuda que atenderán en términos generales a casi 6 millones de peruanos pobres, si es bueno o no que el Banco de la Nación otorgue créditos a las pequeñas y medianas empresas, o si se debe continuar el programa “Agua para Todos”, en fin.
Que las falsas posturas de quienes aconsejan que gobernemos sin apristas con un claro tufo antipartidario, discurran sin que afecte la vocación de gobernar con TODOS los peruanos de buena voluntad y por supuesto, que no medren los derechos ciudadanos de quienes han hecho de la militancia partidaria y política, un natural ejercicio democrático y la puesta en práctica de sus más firmes convicciones ciudadanas.
Que nadie se rasgue las vestiduras entonces. Ni se pone en riesgo la estabilidad nacional, ni el país se detendrá por un nombramiento, ni por dos, ni por diez. No hay que exagerar aconseja la prudencia, ya que excluir a los apristas de su propio gobierno, podría terminar siendo una de esas ridiculeces que ha registrado jocosamente la historia oficial del país en los últimos tiempos.
Por último, que se dejen de cosas. La famosa “experiencia” que le piden a cada nombrado por el gobierno, es un elemento que sólo pretende esconder la calificación que exhiben nuestros compañeros. Lo demás se consigue en el cargo, desarrollando una labor, perfilando nuestras capacidades en el empleo y no desde la banca de suplentes. Los apristas somos oposición y no corchos ni tránsfugas hace más de quince años. Fuimos perseguidos y expulsados de la administración pública ¿De qué experiencia nos hablan?.
El pueblo del Perú votó por el presidente García y el partido que lanzó su candidatura. Nuestra propuesta marchó con la vieja estrella como símbolo de un plan de gobierno que en nombre de los más pobres propone un gobierno democrático y popular. Lo lógico entonces, es que sean militantes del aprismo los que garanticen el rumbo de una propuesta cuyos resultados nadie nos mezquinará, en tanto agazapados, seguirán los enemigos, si, esos que hasta ahora nadie entiende en que país de sueños viven.
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