viernes, septiembre 07, 2007

El ejército ‘farcsante’

Por Raúl Benoit(*)

Escuché, sin asombro, la respuesta a Hugo Chávez, quien insiste una y otra vez en invitar a las “Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia” –FARC-EP– para que entren a Venezuela a realizar un “acto humanitario”: canjear guerrilleros presos por secuestrados, incluyendo a Ingrid Betancourt.

Las FARC respondieron: “no gracias, preferimos hacerlo en casa”. Una respuesta predecible, conociendo a cabecillas como Raúl Reyes, quien en 2001, negociando con el presidente Andrés Pastrana, me confesó: “la paz no se hará en este gobierno, ni en el próximo, ni en 30 años”. La táctica empleada por las FARC desde los primeros diálogos a mediados de los ochenta, fue dilatar para reorganizarse, reubicarse, planear estrategias y sacar la droga de los laboratorios. Ese negocio tan bueno no lo dejarán.

Chávez suplicó a los subversivos y al ver su obstinación, el Presidente Álvaro Uribe le “siguió el juego”. Plausible que el mandatario colombiano acepte la intermediación de Chávez, porque tienen ideas políticas antagónicas. En una visita fugaz a Bogotá, Chávez le informó, como si fuera milagroso, que recibirá en Caracas a un delegado de las FARC. Lo divertido del alboroto, es que la inteligencia militar sabe que las FARC entran a Venezuela como Pedro por su casa.


¿Para qué Chávez quiere ser protagonista de un acuerdo improbable en un futuro inmediato? Sus críticos dicen que le encanta ser el centro de atracción de los medios, aunque otros aseguran que esconde limpiarse el rostro de “camarada” de la inexistente revolución colombiana. Lo de inexistente es mío, porque es una mentira de unos pocos “ideólogos”, transferida a indígenas, campesinos y estudiantes ingenuos que decidieron, o fueron obligados, a ir a una guerra esquizofrénica. Aunque la verdad es que la mayoría de los combatientes lo hacen por un sueldo.


A varios de los comandantes de las FARC los conozco como los vecinos pícaros del barrio. Narcotraficaban cuando en Colombia todavía no aceptaban que lo hacían y lo denuncié desde 1984. Me confesaron: “a esos gringos ´periqueros´ hay que mandarles el polvito blanco para que se destruyan”; “las drogas son armas de lucha”. Los vi secuestrar a colombianos que tuvieron que pagar el “impuesto de guerra” hasta con la vida. Supe lo absurdo de crear un gobierno del pueblo destruyendo lo establecido, repartiendo la riqueza, reestructurando el Estado convirtiéndolo en comunista, basado en totalitarismo.


¿Se debe hacer el “canje humanitario”? ¡Sí! Humanitario por los secuestrados que saldrán de la selva, donde sufren enfermedades, hambre, sed, frío, soledad y tristeza. No será humanitario para los guerrilleros presos, que ahora se alimentan bien y no padecen males ni soledad, porque la familia los visita. Cuando Chávez consiga que ellos vuelvan a la demencial guerra, a recibir órdenes de asesinar y quitarle la libertad a sus paisanos, en ese momento necesitarán un acuerdo humanitario para sacarlos del infierno otra vez.


El “ejército del pueblo”, el de las FARC, es “farcsante”. Sus milicianos, desconectados de la realidad, ignoran el sentido de una revolución favoreciendo al pueblo. Son una gavilla de criminales anacrónicos, disfrazados de revolucionarios. ¿Quién se esconde tras su permanencia? ¿Será la misma mafia de cuello blanco que eterniza la guerra contra las drogas porque se beneficia del negocio?


(*)Raúl Benoit es corresponsal internacional de Univisión.
benoitraul@gmail.com
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