Rumbo al cambio

Por César Campos R
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La cada vez más inminente recomposición del Consejo de Ministros obliga a revisar varios aspectos de lo que debe esperarse del gobierno de Alan García, a lo largo del tramo que apenas lo distancia tres años y medio de su hito final.

Las políticas de Estado trascienden a las personas y por ello carece de sentido forzar presencias o lamentar futuras ausencias en el Gabinete. No se trata de un cambio de rumbo, sino de otorgarle un rumbo al cambio ministerial.

Recordemos que el presidente García, el pasado 28 de julio, lanzó una ucronía de cómo deberá ser el Perú el año 2011 al culminar su mandato. Dijo, entre otras cosas, que será “más poderoso y más justo socialmente” y que “habrá consolidado su democracia, pero una democracia fuerte, con autoridad y sin desorden”. Aunque parezcan enunciados voluntaristas o eslogans de campaña, traducen un reto de grandes proporciones al cual es urgente impregnarle la esencia que pocas veces descubren las bondadosas cifras del consistente crecimiento económico.

Un tema de importancia es la reconexión de los liderazgos en el seno del movimiento popular. Para ese fin se formó el APRA, ahora septuagenaria organización política que durante muchos años tuvo como bandera las palabras pronunciadas en 1931 por su fundador, Víctor Raúl Haya de la Torre, respecto a que la misión del aprismo no era llegar a Palacio de Gobierno, sino a la conciencia del pueblo. Pero llegada la hora de estar en Palacio y ser gobierno, mayor el motivo para no perderse el capital de la conciencia ciudadana.

Es en ese terreno que avanzan los adversarios del régimen, de García y del APRA. La tarea política de Estado no debe estar divorciada del trabajo político de base. A los nuevos ministros se les requerirá las credenciales de un imperio moral y ejecutivo sobre la ciudadanía, pero ligado a las demandas, emociones y proyectos de ella misma. El soporte aprista a su vez deberá manifestarse en la construcción de alternativas regionales y locales que afirmen su paso hacia la conquista democrática de los niveles respectivos de gobierno.

En una palabra, que vengan nuevos líderes con banda de ministros.