Por: Germán Luna Segura
Cierto es que los apristas hicimos un voto de amplitud y tolerancia para gobernar con todos los peruanos de buena voluntad.
Cierto es que en ese esfuerzo, miles de hombres y mujeres, sin ser apristas, se han adherido, en cuerpo y alma a las propuestas de descentralización y cambio social que enarbolamos desde 1930 y que el candidato García anunció con claridad ante el país en su última campaña electoral.
Cierto es que el país votó por un gobierno que busque consensos y nos dio un Congreso para que eduque a sus políticos en los más amplios de los acuerdos.
Cierto es que ese ánimo concertador ha sido interpretado por algunos como debilidad, olvidando que la historia de la nación está signada de episodios nefastos en los que el arribismo y el interés mezquino, impusieron la dictadura por falta de un Contrato Social que nos una en objetivo únicos como nación.
Cierto es que algo de inexperiencia e incomprensión hicieron de nuestro gobierno pasado, la suma de experimentaciones llenas de buena voluntad, pero no siempre con resultados exhibibles a la luz del tiempo.
Cierto es también que pese a los errores y maledicencias, un numeroso grupo de peruanos dejamos el gobierno en 1990 con las manos limpias y dispuestos a quedarnos en el Perú para enfrentar los embates, la persecución y la cárcel de parte de un gobierno que luego mostraría su real faz con la autocracia fujimontesinista.
Cierto es que producido el autogolpe, fue duro el camino de la reinserción y la conquista de la democracia, quedando aún grabado en la mente y los corazones de los peruanos, las intensas luchas en las calles en contra del dictador y su régimen de corrupción, drogas y muerte.
Cierto es que el pueblo y sus vanguardias, entre ellas el aprismo, obligaron al dictador a capitular, huyendo, cuando vía fax, “renunció” al cargo de presidente en el mismo momento en el que “otros” recién se plegaban a la lucha. Cierto es que con el gobierno de transición hubieron quienes se aprovecharon y sembraron escenarios de incompetencia y “ablandamiento” frente a la corrupción y el terrorismo, flagelos que en el gobierno del señor Toledo se incrementaron.
Cierto es que el país votó por Alan García, por su propuesta de real nacionalismo constructivo, pero también, que no nos dio una mayoría para impulsar solos, nuestros planes y programas de gobierno.
Cierto es que en ese escenario de amplitud y respeto a la voluntad ciudadana se nos pidió evitar el copamiento y en un exceso de pudor político y respeto al ciudadano que no había votado por el APRA, hubieron quienes permitieron que militantes del toledismo y fujimoristas confesos, persistieran en la administración pública, ahora sabemos, conspirando burdamente contra el gobierno popular del aprismo que los cobijaba.
Cierto es que existe un mandato y una obligación con la nación de gobernar con todos, pero “todos” es un término que vincula a quienes ética y moralmente tenemos la misma visión de los roles sociales que nos tocan cumplir, de quienes estamos convencidos de la ruta que seguimos y cual es el destino que le espera a nuestro país y a nuestra gente.
Cierto es que a pesar de esa voluntad democrática expresada en estos meses de gobierno aprista, hemos dado muestras plenas también de nuestra profunda vocación y respeto democrático, pero de allí a asumir los errores y las corruptelas de quienes desde el gobierno pasado formaron mafias para beneficiarse del poder, hay una distancia que el viejo partido de Haya de la Torre no está dispuesto a conceder.
Cierto es también que quien no esté dispuesto a cumplir con estos preceptos, sobra en un tiempo en el que que desde dentro, señalemos a quienes representan las quinta-columnas del antiaprismo militante que no tiene color político pero sí las mismas mañas y un único objetivo: que fracase nuestra gestión gubernamental.
Nosotros tenemos la palabra y eso, ténganlo por seguro, no sucederá.
Cierto es que los apristas hicimos un voto de amplitud y tolerancia para gobernar con todos los peruanos de buena voluntad.
Cierto es que en ese esfuerzo, miles de hombres y mujeres, sin ser apristas, se han adherido, en cuerpo y alma a las propuestas de descentralización y cambio social que enarbolamos desde 1930 y que el candidato García anunció con claridad ante el país en su última campaña electoral.
Cierto es que el país votó por un gobierno que busque consensos y nos dio un Congreso para que eduque a sus políticos en los más amplios de los acuerdos.
Cierto es que ese ánimo concertador ha sido interpretado por algunos como debilidad, olvidando que la historia de la nación está signada de episodios nefastos en los que el arribismo y el interés mezquino, impusieron la dictadura por falta de un Contrato Social que nos una en objetivo únicos como nación.
Cierto es que algo de inexperiencia e incomprensión hicieron de nuestro gobierno pasado, la suma de experimentaciones llenas de buena voluntad, pero no siempre con resultados exhibibles a la luz del tiempo.
Cierto es también que pese a los errores y maledicencias, un numeroso grupo de peruanos dejamos el gobierno en 1990 con las manos limpias y dispuestos a quedarnos en el Perú para enfrentar los embates, la persecución y la cárcel de parte de un gobierno que luego mostraría su real faz con la autocracia fujimontesinista.
Cierto es que producido el autogolpe, fue duro el camino de la reinserción y la conquista de la democracia, quedando aún grabado en la mente y los corazones de los peruanos, las intensas luchas en las calles en contra del dictador y su régimen de corrupción, drogas y muerte.
Cierto es que el pueblo y sus vanguardias, entre ellas el aprismo, obligaron al dictador a capitular, huyendo, cuando vía fax, “renunció” al cargo de presidente en el mismo momento en el que “otros” recién se plegaban a la lucha. Cierto es que con el gobierno de transición hubieron quienes se aprovecharon y sembraron escenarios de incompetencia y “ablandamiento” frente a la corrupción y el terrorismo, flagelos que en el gobierno del señor Toledo se incrementaron.
Cierto es que el país votó por Alan García, por su propuesta de real nacionalismo constructivo, pero también, que no nos dio una mayoría para impulsar solos, nuestros planes y programas de gobierno.
Cierto es que en ese escenario de amplitud y respeto a la voluntad ciudadana se nos pidió evitar el copamiento y en un exceso de pudor político y respeto al ciudadano que no había votado por el APRA, hubieron quienes permitieron que militantes del toledismo y fujimoristas confesos, persistieran en la administración pública, ahora sabemos, conspirando burdamente contra el gobierno popular del aprismo que los cobijaba.
Cierto es que existe un mandato y una obligación con la nación de gobernar con todos, pero “todos” es un término que vincula a quienes ética y moralmente tenemos la misma visión de los roles sociales que nos tocan cumplir, de quienes estamos convencidos de la ruta que seguimos y cual es el destino que le espera a nuestro país y a nuestra gente.
Cierto es que a pesar de esa voluntad democrática expresada en estos meses de gobierno aprista, hemos dado muestras plenas también de nuestra profunda vocación y respeto democrático, pero de allí a asumir los errores y las corruptelas de quienes desde el gobierno pasado formaron mafias para beneficiarse del poder, hay una distancia que el viejo partido de Haya de la Torre no está dispuesto a conceder.
Cierto es también que quien no esté dispuesto a cumplir con estos preceptos, sobra en un tiempo en el que que desde dentro, señalemos a quienes representan las quinta-columnas del antiaprismo militante que no tiene color político pero sí las mismas mañas y un único objetivo: que fracase nuestra gestión gubernamental.
Nosotros tenemos la palabra y eso, ténganlo por seguro, no sucederá.
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