Tres compañías automotrices —General Motors, Ford y Chrysler— están dando sus últimos suspiros. En vano he buscado en mí un poco de compasión.
Entiendo que su muerte representa una sacudida a la economía del país. Sé que un número enorme de trabajadores perderá empleo. Pero hace tiempo que el automóvil norteamericano es un símbolo de ineficacia: una especie de dinosaurio sobre ruedas.
No hay método de transporte que represente mejor entre nosotros la esencia del capitalismo avanzado. Por definición, el automóvil es individualista. Su personalidad de la de su dueño: los de los ricos son ostentosos, los de los jóvenes rebeldes, los de las mujeres delicados y hasta sensuales. Los modelos actuales (iba a escribir modernos pero la palabra es un anacronismo) son diseñados para asilar a sus tripulantes en mundos artificiales.
Ese capitalismo descarnado está en crisis. Por ahora las ruedas son insustituibles pero no lo que llevan encima.
El tamaño del automóvil norteamericano, su adicción a la gasolina, su precio exorbitante, su innecesaria manutención, su multiplicación innecesaria han perdido toda funcionalidad, convirtiéndose en meros abusos.
En las últimas décadas estas compañías automotrices no han hecho otra cosa que vender al público artefactos de calidad ínfima. La única motivación de sus ejecutivos ha sido la avaricia. Los japoneses y los hindúes han respondido más inteligentemente a la globalización, reduciendo el tamaño de sus vehículos, implementando alternativa híbridas y ofreciendo el producto a apenas $2,000 dólares.
En un futuro no muy distante, la gente irá al museo a apreciar la evolución del automóvil norteamericano de fines del siglo XIX en adelante. Se detendrá a contemplar lo caricaturesco de General Motors, Ford y Chrysler, cuyos diseños rondaban la tierra a principios del siglo XXI sin la menor conciencia que las coordenadas sociales y eco-tecnológicas habían cambiado.
Dirá la información que Darwin tuvo razón una vez más: estos dinosaurios sobre ruedas quedaron extintos por su incapacidad de adaptación y fueron remplazados por otros más funcionales. ¿Alguien derramará una lágrima?
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