Cuando paso por la avenida Aviación y veo el tren eléctrico, siento que estoy en un país moderno. Me imagino qué cómodos deben viajar los pasajeros por los 21 kilómetros lineales construidos en un total de 9 distritos de nuestra capital.
Sin embargo, mientras veo los vagones en pleno funcionamiento, me pregunto: ¿por qué Lima tuvo que esperar 20 años para que la obra iniciada en 1986 concluyera recién en el 2011? , ¿por qué se tuvo que esperar la reelección de Alan García para que concluyera la obra, cuando los gobiernos que dirigieron el país entre dichos años muy bien pudieron hacerlo?, ¿qué hubiera pasado si Alan García no hubiera sido reelecto?, ¿acaso Lima aún no contaría con un tren eléctrico?
Estas interrogantes me hacen pensar en la mezquindad gubernamental, la cual consiste en que los gobiernos que llegan, sean estos nacionales, regionales o municipales, no concluyen las obras iniciadas por los anteriores, simplemente, porque creen que al continuarlas estarían dándole beneficios políticos a sus "adversarios" y, por ende, restándole a ellos la posibilidad de ganar más adeptos o simpatizantes a su gestión. Un actuar mediocre que perjudica a la sociedad.
Las razones que esgrimen para no continuar con las obras iniciadas por el gobierno antecesor son: malos manejos presupuestales, supuestos actos de corrupción y malversación de fondos, entre otros, que terminan en denuncias penales o acusaciones ante la Fiscalía, poniendo de esa manera en un "solo saco" la obra pública y los asuntos legales, los que en mi opinión deben ir por "líneas" diferentes.
Adicionalmente, la mezquindad gubernamental, además de paralizar la obra, genera en el inconsciente del nuevo funcionario público un temor que poco a poco lo va llevando a la inacción gerencial, creando en él una conducta timorata, ya que para llevar a la práctica algún proyecto, previamente solicitará informes legales, tanto internos y externos, presupuestales y un sinnúmero de autorizaciones, los mismos que al estar concluidos y querer realizar la obra, ya habrá pasado el tiempo suficiente para que sucedan dos cosas; lo habrán sacado del cargo o el tiempo de ejecución será insuficiente, pues la gestión de gobierno a la que pertenece estará por terminar.
Sin embargo, el tema no queda ahí, ya que la mezquindad gubernamental tendrá como una víctima más a la sociedad, la cual estará sufriendo la carencia de la obra pública y con ello restándole la posibilidad de mejorar sus niveles de vida.
En términos económicos la mezquindad gubernamental genera muchos costos, solo basta pensar en las remuneraciones de los gobernantes, funcionarios, informes de estudios de abogados externos, estudios para la elaboración de proyectos y el costo de oportunidad que genera la obra no concluida o realizada.
Por ejemplo, un amigo me comenta que antes que exista el Tren Eléctrico, para trasladarse desde su casa en el distrito de San Juan de Miraflores hasta su centro de trabajo en el distrito de La Victoria, demoraba una hora y media. Hoy, haciendo la misma distancia, demora 20 minutos. Son alrededor de 500 horas al año que ya no las desperdicia dentro de un microbús, que ahora las puede utilizar estudiando, haciendo algún cachuelo o al lado de su familia. El ahorro en dinero también es significativo, pues antes tenía que pagar diariamente tres pasajes y ahora solo uno.
Para terminar sólo algunas cifras que hablan por sí solas, en el 2011, en materia de inversiones, por ejemplo el Ministerio del Interior uso sólo 7.6% y el de Trabajo el 11.3%, mientras que el municipio de Lima uso el 13.2% y el de Tacna el 28.3%.
Como vemos, amigos lectores, la mezquindad gubernamental genera costos sociales y económicos, y el antídoto para este mal tiene dos componentes, el primero es tener buenos gobernantes y el segundo, tener buenos electores.
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