La fuerza del aprismo...
Armando Villanueva del Campo es de esos hombres llamados para cosas trascendentes. Se hizo aprista desde muy joven y acompañó a Haya de La Torre, el fundador del APRA, en la dura clandestinidad, soportando con él, los embates de la más cruel persecución que se haya registrado en la historia del Perù.
Fue portavoz de un mensaje fundamental por el cambio social que trajo la generación primera del aprismo y su vida estuvo marcada desde entonces, por una entrañable relación con las juventudes apristas a quienes dedicò su vida y tambièn su fructífera ancianidad.
Mientras el cuerpo pasó la factura a sus intensos años de lucha, aprovechó su casi centenaria vida cada instante final para dejar testimonio de su enorme preocupación por el aprismo de Haya de la Torre y naturalmente, por el partido por el que vivió.
Inquieto y persistente, se dio maña para burlar la muerte reiteradamente y saltó de lo efímero de la vida, a la trascendencia de la inmortalidad.
Sobre él se ha escrito mucho, pero nunca se dijo suficiente. Armando fue sobre todo un romántico de gestos adustos, un hombre de corazón tierno.
Su vida fue su partido, y hasta la lógica de sus errores fueron vencidos por la fortaleza de su terca relación de lealtad con ideales y compañeros.
Hoy, quienes no lo conocieron y por tanto lo odiaron y persiguieron, se inclinan reverentes. Los que lo conocimos de cerca, en cambio, sentimos ìntimamente su partida, hacemos un alto, y levantamos la mirada al infinito para rendirle tributo cuando en tránsito al Oriente Eterno -siendo polvo en viaje a las estrellas-va rumbo al encuentro del Jefe, de Manuel Arévalo, de las almas honestas que en Chan-chan ofrendaron sus vidas y de tantos otros hermanos que partieron antes.
Hasta pronto querido Armando, viejo soldado del aprismo…estarás siempre entre nosotros porque, cuando un aprista muere, nunca muere.
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