Víctor Raúl Haya de la Torre
[Lima - 4 de Julio de 1962]
Compañeros convencionales, amigos del Partido:
Pedí, usando de mi derecho de fundador del Partido, la reunión de esta Convención Extraordinaria porque consideraba que era necesario, que era ineludible someter a la consideración de los representantes de la dirección del Partido en todo el Perú la situación creada en estos momentos decisivos de la vida política del país. Por eso estamos aquí y yo saludo a los convencionales que han venido de todos los ámbitos de la República, a los dirigentes del Partido que integran esta Convención, a los amigos de la Alianza Democrática y también a la prensa, a la cual solicitaría exactitud y precisión... (¡Bravo!, aplausos)... al informar lo que voy a decir, porque los momentos que vive la República y la importancia de este acto requieren la cooperación patriótica de todos los peruanos para encontrar, en esta hora grave del Perú, caminos de solución y no conflictos que acarrean problemas que pueden significar para el país grandes desastres.
Mensaje del Presidente
Quiero dar cuenta a los convencionales del Partido y a los amigos de Alianza Democrática, de la situación creada con motivo de un mensaje trasmitido por el señor Presidente de la República a mi, que viene a ser la culminación de una serie de rumores o de intercambios previos de opiniones y de sugerencias que yo valoré en toda su importancia, pero que, llegado el momento en que ellos fueran subrayados en la conversación que tuve hace dos días con el Presidente de la República, entrañaban ya mi obligación de dar cuenta al Partido y de intentar un nuevo paso hacia la solución de los problemas nacionales que han derivado de las elecciones del 10 de junio. Quiero ser objetivo, quiero que mi palabra vaya neta, escueta, sin retórica, a revelar los hechos y a darlos a conocer a ustedes, miembros de la Convención del Partido, a fin de buscar las soluciones que la situación que se ha creado en el país y de la que todos tenemos mas o menos información, plantea casi como una crisis que yo espero con optimismo y con fe de peruano que habrá de salvarse o pueda salvarse. (Aplausos).
Había circulado en los días de las elecciones rumores sensacionalistas, de los cuales se hizo eco la prensa de Estados Unidos, acerca de lo que se dio en llamar un posible “veto” de la Fuerza Armada del Perú a mi candidatura. No les concedí mayor importancia, porque prevenían de una prensa proclive al sensacionalismo, que, bueno es decirlo ahora, la prensa norteamericana no coopera mucho a las buenas relaciones entre las dos Américas. (¡Bravo!, aplausos).
No fue, pues, la prensa seria del Perú, la prensa democrática, la que recogió esos rumores, fue la prensa de los Estados Unidos, en paradójica coincidencia con la prensa comunista. Por tanto, no merecía tomar en cuenta el insistente rumor de que las Fuerzas Armadas no veían con complacencia mi candidatura; y a todo corresponsal extranjero, especialmente a los norteamericanos que me fueron a ver, les respondí siempre que yo me atenía a las declaraciones del Ministro de Guerra, de los representantes de las Fuerzas Armadas en el Gobierno, que habían prometido y reiterado la absoluta imparcialidad de nuestro Ejército, de nuestra Marina y de nuestra Aviación en problemas políticos y su patriótica disposición a atenerse a los resultados de las elecciones y a cumplir con los deberes que la Constitución les señala, y especialmente, la Ley Electoral. No tenía yo por que conceder licencia o comentario a aquellas informaciones reiteradas de la prensa de los Estados Unidos que hacía eco a lo que aquí sólo sustentaba cierto periodismo odioso y la prensa comunista; que los dos marchan al compás... (Aplausos).
Candidatura y campaña
El Partido había presentado mi candidatura, esa candidatura había sido inscrita de acuerdo con la ley y aceptada por el Jurado Nacional de Elecciones. Ninguna voz se alzó en contra de aquella inscripción. La campaña presidencial de mi candidatura se inició libremente y durante toda ella no tuvimos noticia de ninguna objeción al inobjetable derecho que yo tenía, que el Partido había ejercido al postular una formula presidencial y al mantener su campaña durante seis meses para desembocar en las elecciones del 10 de junio. Ha sido después y cuando los escrutinios, al comienzo desconcertantes para muchos, derivaron hacia los resultados que ahora ya conocemos, que aparecieron ya más definidas estas sugerencias de posible descontento militar hacia la probabilidad de que yo obtuviera la mayoría en los cómputos. (Aplausos).
Confirma el rumor
Al tener noticia de que lo que había yo considerado simple rumor, fantasía de periodistas, sensacionalismo o tremendismo de la prensa norteamericana, cobraba visos de verosimilitud, confíe a dos amigos y altos jefes de las Fuerzas Armadas, uno después de otro: el teniente general de Aviación Polidoro García, Senador electo por Lambayeque (aplausos) y el capitán de navío, hoy Senador por el Callao, Alejandro Bastante (aplausos), la comisión, cívica por cierto, de informase acerca de la verdad de estos rumores y de requerir de los personeros de las fuerzas militares, la demanda cortés de una entrevista. Porque consideraba yo que si las versiones eran ciertas, ellas comportaban una forma de sentencia contra mi, y a nadie se sentencia sin ser oído, aún en los peores casos de delincuencia o de urgencia procesal. Por tanto, pedí esa entrevista. Porque además consideré que por el volumen de los votos que iba recibiendo, de acuerdo con los escrutinios oficiales, ya yo dejaba de ser un poco el ciudadano común y corriente que diría Pedro Roselló, y devenía uno de los dos o tres con opción a la Presidencia de la República entre doce millones de peruanos, (aplausos)... condición que me daba título para entrar en contacto con ministros del gobierno que forman parte de un régimen al cual ha sostenido con probada lealtad y decisión el Partido Aprista Peruano. (¡Bravo!, aplausos). Y estas demandas reiteradas de una entrevista para conocer directamente las razones o causas de esa supuesta o ya discutida objeción a mi candidatura, no tuvieron el éxito. Y entonces, en suspenso, esperé que los escrutinios continuaran hasta que, hace 48 horas, el Sr. Presidente de la República me invitó a conversar con él. Sus palabras, trasmitieron el mensaje sustancial que significaba el pedido de mi apartamiento de la contienda electoral. (Gritos de ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡Contigo hasta la muerte! ¡Iremos a la lucha! ¡Iremos a la lucha! ¡Iremos a la lucha!) Yo ruego a los compañeros Convencionales y a todos los compañeros apristas que están aquí que me concedan la gracia de escucharme reprimiendo en lo que sea posible sus emociones. Estoy hablando ahora más que al corazón al pensamiento de todos ustedes y no quiero agregar a la gravedad de estos instantes en que vivimos nada que desvíe o desnaturalice la significación de este mensaje.
Soluciones constructivas
De manera que yo pido que un Partido como el nuestro, con 30 años de experiencia, debe ayudar a que esta Convención se la verdadera senda exitosa que nos lleve a dar soluciones constructivas de este problema que hoy confronta el Perú. (Aplausos).
El mensaje del señor Presidente de la República, reitero, fue la culminación de una serie de informaciones precedentes de las cuales estaba advertido. Y creo que su intervención ha sido más bien constructiva. El ha sido siempre para mí, a pesar de que yo no lo he conocido antes del ejercicio de su mandato, un buen amigo. (Rumores) Y yo tengo el derecho de escogerlos. (Aplausos).
Al recibir el mensaje del señor Presidente, recibí, asimismo, algo que significaba mucho para el Perú: la oferta de que mi apartamiento de lucha significaría la reparación y la reafirmación de todo el hoy amenazado ordenamiento democrático en el Perú. (Gritos de ¡No! ¡No!). Ruego por favor ser escuchado. Después fallara el Partido, ahora hay que oír... Y que este apartamiento significaría que todo lo obtenido por la voluntad popular, por el sufragio libre de las recientes elecciones, ─que considero las más limpias y auténticas que ha tenido el Perú aunque hayamos perdido en algunas partes─ serian respetadas. Que el Parlamento ya elegido no sería impugnado y que el Partido contaría con las más amplias garantías. Que la Democracia se vería cabalmente estabilizada y que el Partido quedaba en plena libertad para tratar políticamente la solución de este problema en quien juzgara pertinente.
La única respuesta
Mi respuesta no podía ser otra que la que hubiera dado cualquier peruano responsable a quien se le demandara el sacrificio de sus aspiraciones o de su legitimo derecho, o de su vida misma, con la promesa cierta de que el ordenamiento constitucional sería mantenido como garantía estable del país. De que no habría más riesgos de golpismo o de que la amenaza totalitaria trajera de nuevo al Perú dictadura, terror, persecución, retroceso.
Y entonces, siendo yo el obstáculo, yo no tenía casi preguntar por qué, no podía pensarlo dos veces; y mi respuesta fue la de cualquier peruano consciente de sus responsabilidades y de sus sagrados deberes, dada en aras de la patria y para que la libertad siga imperando en ella. Y yo respondí: por mí, sí. (Gritos de no, no, no... profunda sensación en el auditorio)... Pero tuve sí el derecho de preguntar a mi vez ¿Por qué ese proceder encubierto? ¿Por qué esa forma de veredicto, de sentencia sin ser oído? ¿Por qué no se me había escuchado? Tal limitación de mis derechos ciudadanos significa un veto, una sentencia. Y ni en los consejos de guerra se condena a nadie sin ser oído. (Aplausos, aclamaciones, ¡Haya sí, otro no! ...).
Unidad nacional
Permítaseme aquí una digresión sobre algo que es valedero para demostrar cómo el Partido durante seis meses de campaña, y sin saber cuáles habrían de ser los resultados de la elección, preconizó la unidad nacional y el Gobierno de coordinación política de diversos partidos. Permítaseme aquí, asimismo, que yo advierta que, antes de la notificación presidencial, ya había intentado y conseguido el primer paso hacia mi conexión con los candidatos adversos. Porque queriendo ser discreto yo he esperado que los escrutinios oficiales comenzaran a darme la primera mayoría para entonces –aún sin saber si el tercio se había de alcanzar o no– buscar los contactos con los candidatos presidenciales de los otros partidos, pues yo no quería anticiparme; yo no quería caer en esa fantasiosa postura que acusa un poco de egolatría, al imaginar que yo era un candidato triunfante antes de que los escrutinios no me hubieran señalado exactamente esa prioridad; pero tan pronto como la comprobé, hice las primeras gestiones de acercamiento hacia los jefes de los otros partidos y conversé con el señor Belaúnde, con quien tuve una entrevista antes de la que después realicé con el Presidente de la República.
Los diarios sólo han dado cuenta del segundo coloquio; pero quiero que ustedes sepan que yo me vi con el señor Belaúnde días antes de recibir, del Presidente Prado, el mensaje que acabo de describir.
Gobierno de cooperación
¿Con qué propósito? Con el de echar las bases posibles de un gobierno de cooperación, de coordinación nacional, propósito que ha sido mi bandera durante toda la campaña desde enero hasta junio. Y vale advertirlo, antes que ningún otro de los candidatos formulara tal iniciativa.
Y entonces no fui a tratar con el señor Belaúnde acerca de quién debía ser el Presidente, fui a conversar sobre cómo sentar las bases de una política de coordinación que debía comenzar por la premisa de reconocer que era preciso que cualquiera de los tres partidos que habían competido en las elecciones concertara las normas de un gobierno de coordinación, porque los escrutinios iban indicando que ninguna de las tres fuerzas contendientes podría representar sola a la mayoría del electorado. Y que si pretendía gobernar solo quedaría enfrentado a las dos terceras partes de la ciudadanía electora, que juntas representarían siempre una fuerza mayor, adversa a la que gobernaba. Y fuera el Partido Aprista o fuera el Partido de Acción Popular o fuera el Partido Odriísta, el triunfante en las elecciones, ninguno podría gobernar solo, porque siempre tendría al frente a los dos tercios. (Aplausos).
Conversación con Belaúnde
Propuse, pues, al señor Belaúnde esta premisa: de reconocer la necesidad de un gobierno de coordinación nacional cualquiera que fuera el ganador presidencial; segundo, que esa coordinación nacional no fuera improvisada, que se concertara y se articulara con un acuerdo positivo de orden programático, de orden funcional, de orden administrativo, a fin –como yo dije entonces al señor Belaúnde, valiéndome de una palabra que todos ustedes van a comprender– de evitar en esas improvisaciones la formación de una amalgama incoherente y efímera que pudiera resultar –y usé el término– una “bustamantada”. (Risas). Con la experiencia de 1945, exigía la importancia de coordinar articuladamente, orgánicamente, las bases de un gobierno en el cual –subrayo– no se trataría de un convenio bilateral sino trilateral; dando siempre vigencia al Partido Odriísta que, a despecho de su minoría, significaba dentro del Parlamento una fuerza política real.
Así terminó la primera entrevista con el señor Belaúnde, cordial, amistosa, porque sé diferenciar las discrepancias políticas de los lazos perennes de la buena amistad. Y porque, además, durante mi campaña cuidé mucho, con el propósito de elevarla a su más encumbrado nivel de dignidad, de no usar jamás el dicterio fácil o la alusión ofensiva contra nadie y especialmente contra ninguno de los candidatos adversarios. Y tengo a orgullo decir que nadie osará desmentirme en esta afirmación. Que el respeto del adversario mantenido por mí personalmente, con gran cuidado, fue una de mis pautas de comportamiento más observadas a fin de que seamos verdadera democracia con todas las dimensiones de la docencia que la democracia acarrea. (Aplausos).
Recibido el mensaje del Presidente el mismo día en que yo debía celebrar mi segunda entrevista con el señor Belaúnde, fui a advertirle que las negociaciones quedaban interrumpidas porque yo con las manos atadas no sé negociar. Porque ya quedaba limitada mi facultad contractual. Yo fui aprovechado alumno de jurisprudencia y allí aprendí que es condición sine qua non de la vigencia de un contrato que quien lo celebre tenga plena libertad y no actúe bajo ninguna forma de coacción. Después de escuchar del señor Presidente su mensaje, yo quedaba ya disminuido, y fui a decirle al señor Belaúnde que las negociaciones conmigo, por lo menos, quedaban interrumpidas.
Contactos con Manuel Odría
Dentro de mi plan de acercamiento a todos los candidatos, y no obstante que ya antes que yo, el Secretario General del Partido se había entrevistado con el otro candidato, el señor general Odría, cumplí el programa de buscar contactos en la parte que me obligaba a verle también. Y fui a informarle de cuál era la situación, tal como se encontraba en aquél momento y fui a expresarle, además, el deseo del Partido Aprista de dar los pasos necesarios hacia la discusión de las bases de un gobierno de coordinación nacional.
Debo advertir, en homenaje a la verdad, que encontré en el candidato señor Odría una franca y clara disposición de defensa del orden constitucional, y una reiterada afirmación de que la única solución posible de este problema electoral del país sólo podía lograrse por los indesviables caminos de la ley, y que si ninguno de los candidatos había obtenido el tercio, sería el Congreso el llamado a dirimir entre los tres grandes. (Aplausos).
Así tiene la Convención Nacional del Partido el informe objetivo de la situación. Por mi parte yo sólo debo decir que con toda humildad, que con las más tranquila firmeza, he vivido durante estos tres días todas estas circunstancias y azares del destino. Y que en lo que a mí respecta creo haber cumplido mi deber de ciudadano al responder por mí mismo y no por mi Partido, que cuando a un peruano se le exige, sea cual fuere la razón, el sacrificio de lo más caro por el bien de la patria, que es su libertad, que es su derecho democrático, la razón de ser de su existencia, que es la defensa de sus instituciones, basadas en la validez del voto ciudadano, nadie puede rehusar a darlo todo. En este caso yo he dejado para después discutir y pensar si la demanda de este sacrificio entrañaba justicia o injusticia. Pues solamente respondí afirmativamente a lo que se me pedía y dije de primera intención: por el Perú todo, por la democracia todo, por la libertad todo, por la defensa de mi pueblo y su justicia todo. Porque he luchado 30 años para eso y aquí estoy una vez más listo a la inmolación. (¡Bravo! Aplausos).
Se me impone un sacrificio
Yo quisiera, en primer término, compañeros convencionales, puesta delante de ustedes la realidad de los hechos, reafirmarles que sin malicia contra nadie, sin recriminación contra ninguno, bajo la invocación del sacrificio que se me impone, la represalia en un mundo como el nuestro en que todos somos un poco ofensores y todos un poco ofendidos. País en el que nadie puede tirar la primera piedra sintiéndose libre de pecado. Y el Aprismo ha enarbolado siempre la bandera de paz, de reconciliación, de reconstrucción del Perú y ha dado lecciones patentes, inequívocas de cómo sabe reconsiderar sus actitudes, sus criterios, sus puntos de vista respecto del adversario. Nosotros llevamos a las elecciones de 1936 al doctor Luis Antonio Eguiguren, ex sanchecerrista, hombre del partido adversario, quien, sin embargo, a la hora en que la Fuerza Armada entró a extraer del Palacio del Congreso a los Representantes apristas tuvo la gallardía cívica de protestar y de alejarse del país. Por eso le dimos nuestros votos en 1936 y fue sin duda legítimamente elegido Presidente de la República. Nosotros elegimos al doctor Bustamante, con quien no teníamos relación alguna de tipo político, simplemente porque cuando fue llamado por otros sectores para ofrecerle la Presidencia de la República respondió que él no aceptaría si el elector aprista no tenia libertad.
Nosotros hemos votado en 1956 por Manuel Prado, nuestro adversario y nuestro perseguidor de su primer periodo presidencial. Nosotros nos hemos reconciliado con el Mariscal Benavides y fue esta reconciliación y fue mi trato personal con él, y fue nuestra frecuente relación la que permitió constituir el Frente Democrático Nacional que posibilitó la elección del doctor Bustamante. Y en cada caso, cuando hemos tendido la mano al adversario, como la de tendido yo la otra noche al general Odría, he repetido: “Para las ofensas despiadadas, tremendas, no tengo memoria; que la Historia del Perú no es una excepción y las luchas que arrastró el Partido Aprista son casos señeros, únicos de este proceso de los acontecimientos de la vida nacional. El Perú ha vivido profundas crisis desde su independencia y lo han divido los odios y lo han desangrado las contiendas más terribles. Algunas veces en esta misma palestra del Partido recordé yo cómo Darwin a su paso por Lima rememoraba, en ese famoso libro de sus viajes que ha circulado en todos los idiomas, cómo al llegar aquí tuvo que presenciar los resultados de una intestina lucha sangrienta, frecuente en la época que siguió a la independencia. Y cómo anota sorprendido que la fiesta del 28 de julio del año en que él estuvo aquí, los bandos contendientes en la última de las muchas revueltas que entonces ya se habían producido, no enarbolaban la bandera de la patria sino un pendón negro con una calavera y dos canillas; porque eran los vencedores sobre el bando compatriota vencido. La Historia del Perú está así llena de esas tragedias y quienes pretendan magnificar la lucha del aprismo por su libertad, la guerra civil que se produce aquí a raíz de la caída de Leguía y considerarla como algo excepcional que no puede olvidarse, se equivocaron. Pues, si se ha llegado a olvidar nuestras guerras internacionales y no se quiere olvidar esta guerra interna sino contrariamente se quiere alentar su recuerdo constante y perennemente como una razón de odio y división del Perú, estaremos fuera de la realidad de la Historia, de las lecciones de la Historia Contemporánea. No se puede vivir del odio, no se puede vivir de la venganza, no se puede vivir de memorias, cuando ante todo y sobre todo está el destino y los designios de la patria. (Grandes aplausos).
Carne y sangre de nuestro pueblo
Eso es lo que quisimos hacer y queremos hacer y trataremos de hacer con las Fuerzas Armadas. Ya yo he dicho alguna vez: “Son carne de la carne y sangre de la sangre de nuestro pueblo, y de allí que todos nuestros programas –no hay sino que releerlos– desde 1931 hasta hoy, son programas que consideran y conceden gran importancia a las Fuerzas Armadas de la República. No se encontrará jamás, en ningún documento oficial del Partido, ningún agravio contra el Ejército, contra la Marina, contra la Aviación y contra la Policía. Se ha celebrado muchas veces por amigos aviadores una frase que, a pesar de que no me gusta citarme, proferí alguna vez en honor de ellos, al decir que son los soldados que mueren y son mártires en la paz y en la guerra”.
Nuestra voluntad, nuestra decisión de hacer del Perú un país en el cual no sea el odio la bandera negra que Darwin vio, es una decisión firme, tenaz, a la cual no se ha respondido siempre favorablemente, pero que nos ha deparado la complacencia de lograr algunas victorias. Cuando estuve recientemente en Piura celebré públicamente, desde la tribuna popular de Sullana, que en las listas de la Alianza Democrática figuraran con los apristas, ex sanchecerristas, ex socialistas, ex leguiístas; y me atreví a decir que la lista piurana nuestra era una prefiguración de esa anhelada coordinación de unidad nacional que nosotros buscamos. Y me fue grato, asimismo, en su propia tierra, saludar la memoria del gran adversario caído, de 1931, el general Sánchez Cerro, y rendirle el homenaje que hay que tributar al adversario cuando no se tiene el alma envenenada con el odio incurable que nada concede y que a nada compensa. (Aplausos).
Venganza no, justicia
Yo no vine al Perú a ser candidato para cobrar odios. Yo no vine al Perú a aceptar el mandato del Partido para enarbolar en nuestras banderas de lucha preelectoral lemas de venganza. Yo he repetido esta vez lo que dije en la plaza San Martín el 8 de octubre de 1931, en las vísperas de las elecciones de aquel año, cuando declaré que en la banderas del Aprismo no está escrita la palabra venganza, sino la palabra justicia. Creo y he creído siempre que en el Perú hay mucho dolor, que hay mucha opresión, que hay mucho abuso, y por eso entregué mi vida desde muchacho a luchar contra tanta injusticia, a condición de que en esa lucha no se inmolara la libertad... (Aplausos). Y esa fue la gran aspiración de mi vida y dentro de esa escuela se formaron todos los que después vinieron conmigo, y también los que conmigo fueron cofundadores de este gran movimiento.
Nadie ha oído de mi en 30 años y yo requiero y lo demando de cualquier aprista, la palabra adulación demagógica. Nunca he adulado al pueblo ni lo adularé jamás porque no he adulado a nadie... Pero, si le he dicho que para salvar al país, que para el redimirlo de sus injusticias, de su incultura, de su descenso moral, es necesario levantarse sobre las pasiones y es necesario insertar en la doctrina y en el comportamiento político este factor nuevo que es para mí la antítesis de aquello que decía Napoleón: “La política no tiene entrañas”, voz de tirano. Para mí la política sin corazón, no es política. (Aplausos).
Claro está que hay que lamentar hechos dolorosos, claro está que en nuestra historia hemos cometido errores, –¿quién no? – No somos un Partido de ángeles (y ya lo dije alguna vez) ni de San Franciscos de Asises. Somos un Partido de hombres susceptibles de error y de pecar que han querido redimirse y reeducarse.
Pero nadie puede negar que este Partido ha logrado la hazaña histórica de conformar un movimiento cívico que ha sabido arrostrar todos los embates, todas las persecuciones, todas las asechanzas, que ha sido vencedor de la adversidad y que ha redimido cada vez a más grande altura una calidad ciudadana que es ejemplar para todos los peruanos y que a sotto voce, o declaradamente, es también reconocido por todos los peruanos con el corazón bien puesto. (Aplausos). Por eso es que venimos a tomar parte en esta lucha de 1962, ejerciendo un derecho que habíamos robustecido con esta participación sacrificada en la política de la Convivencia, en la cual, contra todos los vaticinios pesimistas que decían que perderíamos fuerza por acompañar a un gobierno en el cual no teníamos parte y de cuya suerte no podíamos arriesgar ningún pronóstico –a pesar de eso– nuestro amor por la libertad, nuestra devoción por sostener un régimen que la garantizara para todos, aun para sus enemigos, nos llevó a sostener la Convivencia como la expresión educadora de una democracia que sin tolerancia y sin perdón no puede emprender el nuevo camino de restaurar en el país los valores morales que son indispensables e indesdeñables si se ha de conseguir una alta cultura política. (Aplausos).
Gobierno tecnificado
Nosotros tratamos, pues, de superar durante estos seis años nuestros mayores esfuerzos hacia una nueva forma de coordinación política, a fin de alcanzar las metas de un gobierno tecnificado. Para ello constituimos una Secretaria de Plan de Gobierno, en la cual tomaron parte nuestros mejores técnicos y en la que no fue excluida la cooperación de elementos importantes del país. Recordemos que en nuestra Secretaría de Plan de Gobierno han cooperado hombres de todas las procedencias ideológicas, cuando han sido invitados. Y han cooperado también hombres representativos de las Fuerzas Armadas del Perú. No quiero hacer recuerdos personales, pero todos los sabemos, porque desde nuestro programa de 1931, cuando propusimos el establecimiento del Congreso Económico Nacional, allí señalamos una función, una misión y una responsabilidad a las Fuerzas Armadas. Y allí está nuestro programa y allí está, después, el manifiesto a la nación que yo dirigí en marzo o en febrero de 1932, manifiesto que aparece en la colección de mis libros o de mis obras políticas, pero cuya lectura yo requiero a quien quiera considerar y juzgar la verdadera obra del Aprismo.
Desde entonces hasta hoy nuestro mensaje a las Fuerzas Armadas ha sido un mensaje cordial. No es, como ha dicho la propaganda malévola y emponzoñadora, una campaña contraria al Ejército, a la Marina o a la Aviación. Nosotros hemos dicho que son instituciones indispensables para la vida del país y que hay que darles todo el respaldo, todo el prestigio, toda la importancia que deben tener dentro de la vida de la República.
Las instituciones militares
¿Dónde está y cuándo se ha dicho por nosotros algo que no sea en favor y defensa de las instituciones militares, como complemento de la vida institucional del Perú? ¡Nunca! Ha sido la propaganda malévola, la politiquería de baja clase la que ha querido agitar fratricidamente episodios deplorables, luchas ominosas que han tenido todos los países de América y que aquí se produjeron antes de nosotros muchas veces en cruentas contiendas que relata la Historia del Perú. Yo, a quien se quiere sindicar ahora como el jefe responsable de aquellos episodios dolorosos, podría decir en mi defensa modesta, si yo pretendiera algo que favoreciera mi posición individual, que todo aquello que ocurrió, cruento, doloroso y lamentable, aconteció cuando yo me hallaba entre rejas. (aplausos, gritos de ¡así fue!).
Por eso me parece de una importancia extraordinaria que en esta breve revisión, en este sumario repaso de nuestra historia partidaria, no tenga ánimo de hacer un alegato en mi defensa, pero si de dejar sentada la verdad en cuanto al Partido atañe. Yo tengo que decir que el Partido mantuvo siempre esta fe de confraternidad peruana, que por eso fuimos a las recientes elecciones, que antes de saber cuántos votos obtendríamos dijimos que había que gobernar con todos; que esto no era nuevo para nosotros porque la Convivencia era ya una expresión precursora de esta línea política nuestra: ayudar al mantenimiento y al crédito de la democracia y porque antes de 1956, y a despecho de un fracaso, también intentamos la misma coordinación. Cuando organizamos el Frente Democrático Nacional de 1945, cuando elegimos con nuestros votos a un Presidente que no era aprista; cuando dimos nuestros sufragios a la mitad de un Congreso que nos era partidariamente ajeno, y cuando ninguno de aquellos elegidos de entonces puede decir que les pedimos nada ni que les impusimos condición alguna.
Queríamos una democracia en la que jugara la divergencia y la oposición. Y por esos votamos por agentes de diversos sectores. Porque entonces no había partido alguno organizado en la derecha, elegimos a nuestros opositores y no les pusimos taxativas y entre ellos fue elegido el propio señor Belaúnde (¡Sí! ¡Sí!).
¿Quién puede decir que alguna vez pusimos condición a nuestros votos? (Aplausos). Grave es esta hora, ciertamente, pero yo no quiero dramatizarla al punto de que de esta situación, que es una peripecia, puedan salir conclusiones negativas. Yo sé que el Partido tiene derechos inabdicables, y sé que en una Democracia el primero de todos los derechos es el derecho del sufragio. Yo sé que hemos ejercido este derecho a plenitud, con conciencia, con entusiasmo y con confianza de que estas elecciones han sido limpias y nuestros votos serían respetados. Y sé, y lo sé ahora más, porque estoy convencido que todas las impugnaciones y todas la objeciones al proceso electoral quedarían eliminadas como se me ha dicho, con mi sacrificio. Y esto no es una recriminación; esto es un buen título moral para una leal idea patriótica de no esgrimir ciertos argumentos que puedan escaparse a las dimensiones de un razonamiento de veras lógico.
Presidente por el “veto”
He recogido, como una de las condiciones de esta limitación, que algunos quieren que no se llame veto, pero que alguien, como una gracia, ha dicho que aparece como el resultado de quien aspira a ser Presidente no por el “voto” sino por el “veto”. (Risas). Yo debiera recordar que una de las ofertas más importantes y más alentadoras ha sido ésta de que mi apartamiento de la lucha permitiría la revocación de todos los pedidos de impugnación de las elecciones. Lo cual me ha hecho pensar –no sé si con un exceso de imaginación– que no deben ser muy serias las objeciones e impugnaciones presentadas cuando pueden eliminarse dentro de un trato. (Aplausos).
Y digo esto no con ánimos, como se dice popularmente, de “echar la leña a la hoguera”. Entiéndase bien, compañeros apristas, que mi propósito no es destruir ni tomar ventaja de situaciones que me favorecen en un momento en que podría hacerlo si no tuviera en buen equilibrio mis facultades mentales... (Aplausos).
No pretendo, ciertamente, en forma alguna lucrar políticamente con esta crítica situación que sin duda alguna me favorece grandemente. Dejo antes bien esos fallos a la Historia. Siempre he dicho que la única vanidad o el único personalismo que me ha animado en la vida es tener una biografía completa cuando ya yo no pueda sentir los halagos de la vanidad. Y quiero que esto sirva para ejemplo.
Porque mientras vive el hombre controvertible debe ser discutido y yo lo soy y lo seré. Pero a mí me alienta y a mí me inspira una sola aspiración: la Historia. Y yo sé que este momento y que esta situación es una entrega que la Historia me hace. No quiero, empero, aprovecharme de ella. Deseo, más bien, que laboremos, que construyamos, que sigamos adelante, porque hay que hacer Historia haciendo al Perú. (Aplausos).
Llamamiento contra la impaciencia
De aquí compañeros –y me dirijo especialmente a los apristas dirigentes congregados en esta Convención–, de aquí que nunca como ahora sea más importante aceptar este reto de la Historia que pareciera decirle al Partido: si es que acaso has asumido la responsabilidad de ser su fuerza conductora, por tu veteranía y tu capacidad gobernante, ¡responde a tu designio histórico, aprende a ser sereno de acuerdo con aquel mandato del Inca Pachacútec que registra Garcilaso en sus Comentarios, el cual es un llamamiento contra la impaciencia y cuyo más alto apotegma que señala la grandeza del hombre medida en su serenidad frente a las adversidades. (Aplausos).
Estamos en una hora de prueba. Se ha esperado de nosotros la reacción pasional, la reacción primaria, la reacción resentida, la protesta explicable ante la injusticia. Pero aquí estoy yo que he fundado este Partido, que he vivido con él y que he luchado con él para decirles que ahora más que nunca hay que ser serenos y tranquilos, y acometer esta realidad en toda su dimensión anteponiendo el nombre del Perú y su importancia y su designio y su libertad a cualquier interés, incluso al mío... (Aplausos).
No abdicaremos de nuestros derechos
Lo cual no significa que abdiquemos de nuestros derechos. (¡Bravo!, aplausos). Porque nuestra tradición de firmeza es nuestra condición de responsabilidad.
Hemos sabido soportar las adversidades, hemos sabido perdonar a los adversarios, hemos sabido guiarlos con lealtad. Pero es necesario, también, que ahora digamos que si hoy nos debemos sacrificar nos sacrificamos conscientemente de lo que vamos a inmolar... No por cobardía ni por debilidad. Y esta ha sido y es la razón de nuestra actitud. Nuestra declaración no comporta melancolía, ni desconsuelo para nadie. Esta declaración significa el llamamiento a cada compañero, a cada aprista para que en esta hora en que asomaron amenazadoras contra nosotros las pasiones inconfesables y las apetencias incontenibles pretendiendo sacrificarlo todo y la patria misma a sus ambiciones y a sus apetitos, nosotros debemos llegar a ser el contrarrelato creador.
¿Juego comunista?
He esgrimido la bandera anticomunista franca y abierta, y soy yo el único candidato que tiene impedimento para ser Presidente de la República. (Aplausos...). Y entonces sí tenemos derecho a preguntar: ¿dónde quedamos en nuestra lucha frente al comunismo? ¿En qué campo estamos? ¿Quiénes son nuestros aliados? Y yo estoy seguro que la respuesta la dará el país civil y militar porque contra el comunismo estamos todos los peruanos. Por eso hay que decidir las cosas, por eso hay que precisar esta situación política dentro de su verdadera dimensión de realidad porque no es el Perú una isla y hasta las islas, como Cuba, caen dentro de los grandes abismos de las grandes atracciones de la gravitación de los dos mundos... Aquí estamos nosotros frente a una interdependencia innegable. Este problema solo no es problema peruano, es un problema internacional y aquí está el comunismo extendido y funcionando. Y yo quiero ante todo y sobre todo, como primera garantía por la cual yo no solamente daría el derecho a ser Presidente de la República sino la vida misma, yo quiero saber si este sacrificio me dará la seguridad de que el comunismo no está haciendo su juego y no está amenazando al país aprovechándose de nuestras divisiones y esperando la oportunidad del caos.
Yo doy desde aquí la razón de mi llamamiento a todos los peruanos, invocando su patriotismo, para que olviden sus enconos y depongan sus rencores al punto de evitar que el país caiga bajo la misma trágica situación en que Cuba cayó después de situaciones semejantes. ¿Quién nos garantiza que el país en el cual la democracia es desacreditada, sus instituciones normativas son cuestionadas, el sufragio aparece fraudulento, vale decir, en un país en el cual ninguna de las instituciones normativas de la democracia merece crédito también, quién nos garantiza que en una situación tal los peruanos piensen que ese es el camino para justificar una dictadura que todo lo trate de componer y que en realidad no haría más que acelerar nuestra descomposición? ¿Quién nos asegura que detrás de todo ello no esté la mano siniestra del comunismo, cuyos agentes están escondidos en instituciones, en corporaciones, en dependencias gubernativas, actuando todos de acuerdo...?
Y éste es el punto fundamental que le incumbe al Partido, que le señala una responsabilidad. Nosotros hemos ganado estas elecciones por mayoría de votos contra seis candidatos opositores, pero nuestra bandera ha sido clara, neta, inequívoca... nosotros hemos sido la candidatura del anticomunismo porque hoy día no se es demócrata cabal, no se es demócrata amante de la democracia si se entiende de justicia, si no se es anticomunista. (Aplausos).
Serenidad aprista
Estos son los elementos de juicio que yo desearía fueran considerados por esta Convención. Quienes esperen de ella palabras de reto o represalia, en respuesta a la provocación, deben ser frustrados en sus expectativas. Quienes esperen de nosotros altisonantes, arrogancias que aceleren y ahonden la crisis que vive el país y de la cual el mejor lucrador es el comunismo, deben esperar en vano.
Porque detrás de todo esto pululan y urden los “salvadores” comunistas. Esa es mi invocación compañeros convencionales. Mi nombre, mi persona, mi derecho, tiene una importancia relativa, frente al nombre, la importancia y el derecho de los peruanos todos. (Aplausos).
Yo no quiero adelantar nada a los juicios y a los acuerdos que ustedes han de celebrar para señalar una estimativa clara de la magnitud de este problema y de la gravedad de sus solución. Pero sí podría sugerir en primer término y sobre todas las cosas, lo que es más difícil en una país como el nuestro: ser serenos. Porque lo hemos sido en 30 años y porque la paciencia ha sido nuestro mejor maestro y en segundo lugar tener un concepto claro de nuestra responsabilidad y pensar que de las situaciones más difíciles pueden extraerse con serenidad y buen juicio soluciones y exigencias positivas.
Aprismo e historia
Por esos mi demanda primera fue el testimonio fraterno de mi gratitud por la magnífica y grande solidaridad que el Aprismo ha demostrado conmigo, el pedirles a ustedes distinguir lo que significo yo y lo que significa el Perú; y en segundo lugar, pensar que con ese criterio patriótico y creador se pueden alcanzar soluciones constructivas y claras. El Partido ha logrado formar muchos hombres, hemos hecho escuela veteranos que fundamos este movimiento. Hacia él vienen y vendrán hornadas de elementos nuevos. El Aprismo no morirá con sus fundadores. Los ensayos que para matarlo se han hecho han fracaso todos. (Aplausos). El Aprismo debe proseguir su gran andadura histórica y dentro de esta buena avanzada hacia el futuro hay que pensar que por más que yo sea el fundador del Partido hay algo que vale más que eso. Esto no significa renunciamiento, ni abandono, ni rendición, ni debilidad de mi parte. (Aplausos).
Esto significa simplemente mi demanda, mi requerimiento, mi invitación hacia el enfoque de este problema, sin duda grave, al cual hay que afrontar, en un momento sin duda solemne, siendo condignos de su trascendencia. Porque yo creo que hay cosas que comportan su importancia por sí mismas, pienso que hemos alcanzado en este minuto histórico del Perú un nivel que nadie nos puede negar y que nosotros para darle validez, prestigio y gloria no demos ufanarnos.
Rectificación fundamental
Una vez más se está obligando al Aprismo a que inscriba su nombre en el capítulo de las grandes hazañas democráticas del Perú. Tengamos por contraste la actitud tranquila y ecuánime de saber que aquello quedará escrito y de no caer en la fanfarronería barata de alardear nuestra situación privilegiada. Pero enfrentemos la situación, afrontémosla usando, esgrimiendo, las armas de la razón. Yo tengo fe en que los peruanos que me escuchan más allá del ámbito de esta asamblea estarán con nosotros por lo menos y que es necesario que el Perú se rectifique y que nosotros cooperemos a esa rectificación. Eso es para nosotros fundamental.
Y de allí, que esta Convención debe discutir tranquilamente las mejores formas de hacer valer su cooperación a las grandes soluciones del problema peruano.
Tercio legal
Nosotros mantenemos nuestra posición de ganadores de la primera mayoría en las votaciones. En el Perú existe una ley y hay que acatar la ley que exige el tercio, el cual no se requiere ni en Inglaterra, ni en Estados Unidos, ni en Canadá, ni en Uruguay ni en la mayor parte de los Estados democráticos donde con un voto se es elegido si se tiene la mayoría de ese voto. Pero en nuestro caso ya está conseguida la victoria moral y hay un triunfo electoral de primera mayoría ¿qué más? Ahora tenemos por delante la tarea de defender el cumplimiento de la ley y que este problema de la sucesión presidencial se resuelva por el Congreso como lo manda la Constitución.
Respaldo al Jurado Nacional de Elecciones
Considero que nuestra primera demanda, y no intento anticiparme con esto a los acuerdos de esta Convención, sino que me nuevo dentro de los linderos de lo que es lícito y de lo que es general, debe dirigirse hacia la defensa de la majestad y de la autoridad del Jurado Nacional de Elecciones, que es el Poder Supremo en materia electoral. (Aplausos). Y en este aspecto, hay que reconocerlo, es el Partido Odriísta el que se halla en la misma posición. Coincidimos con él y marcharemos con él a la defensa de ese derecho del Jurado. (Aplausos). Pero contribuyamos, cooperemos, ayudemos a la defensa de la Constitución que no tiene más resguardo que la voluntad ciudadana ni más garantía que la fe del pueblo! (Aplausos).
Porque eso es la esencia de la democracia, el filosofo Bertrand Rusell ha dicho una gran verdad: puede haber gobierno sin ley, pero no ley sin gobierno. Las dictaduras, los gobiernos golpistas suplantan la ley por la voluntad del déspota.
En el Perú, parte de nuestro gobierno constitucional, parte del Estado de Derecho es el Jurado Nacional de Elecciones.
Defender la constitucionalidad
Nosotros tenemos a orgullo declarar que en muchos casos quizá habríamos tenido razón para impugnar una u otra elección, pero que en vista que se atentaba contra la majestad, integridad, crédito y justicia del Jurado, hemos desistido de estas demandas menores para darle fuerza moral. Porque vivimos en momentos críticos en los cuales a los que es derecho y es ley hay que darle la fortaleza y el respaldo de la voluntad de la ciudadanía. Eso es lo que necesitamos nosotros como primera tarea: defender la Constitucionalidad. (¡Bravo!, aplausos)... Y que no sea el capricho, que no sea la ambición, que no sea el contubernio, que no sea la apetencia inconfesable, lo que rija el proceso electoral del Perú, sino la Constitución y la voluntad soberana del pueblo. (¡Bravo!, aplausos).
Porque no podemos permitir que el Perú aparezca como una República cuyas instituciones son vacilantes o son vulnerables. No podemos permitir la “congolización” del Perú, porque entonces vendrán los “lumumbas” pero vendrá la anarquía, el caos, el terrorismo y la barbarie. (Aplausos).
Debemos defender, ante todo, lo que constituye el sistema institucional de la República. Cada uno en su puesto, cada uno en su deber, cada uno en su misión, porque esa es la obligación de todos los funcionarios de la República sea cual sea su carrera o situación. ¡Para eso les paga el pueblo! (Aplausos).
Nosotros necesitamos poner muy alto el nuevo sentido de la democracia y vivir al compás con el mundo. En estos últimos años, después de la última guerra mundial, la conciencia democrática mundial ha dado un salto cuyo disparo significa, sin duda, una de las creaciones más profundas y más avanzadas que se hayan producido en la historia humana.
La unidad europea
Yo, como un poco testigo presencial de ese trastrueque, he visto, he vivido y trabajado en la Europa de la primera postguerra y la he visto de adentro, no como turista, puedo decir que uno de los grandes cambios del mundo es el que nos marca el ritmo de este nuevo acontecer de los pueblos europeos.
Franceses y alemanes
Y que si es asombroso comprobar los portentos de la tecnología en Europa para mí es más asombroso quizá ver a los franceses abrazándose con los alemanes, y asistir a la unidad de Europa, ver cómo estos nuevos ciudadanos de la tierra tienden un manto de olvido sobre sus 50 millones de muertos de la última guerra y construyen la unidad de esta comunidad europea contemporánea. Y levantan sobre el pasado doloroso, de 2 mil años de guerra, de rivalidades, de recelos, este edificio de la comunidad y el Mercado Común que representa la esperanza más segura de la civilización y la defensa más auténtica y estable frente a la agresión comunista. Yo, que no concedo a nadie más patriotismo que a Alemania, he visto a los soldados alemanes llegar a Inglaterra para instalarse allí, como a los soldados franceses acuartelados en Alemania y a los alemanes en Francia, y a los belgas en Italia y viceversa. Para quien ha vivido en Europa de la primera postguerra, esto aparece como casi inimaginable.
Signo de perdón
Allí donde se creó el patriotismo, allí donde nació el nacionalismo, allí donde surgió toda la literatura jingoísta y xenófoba que ha invadido la tierra, allí, está elevándose sobre la conciencia innovada de los hombres un signo de perdón como signo de los tiempos. Un signo de reconciliación y de reparación. Porque del lado comunista también se está creando ese enjambre de pueblos, esa conformación centralizada y monolítica de naciones, porque es el destino histórico de todos los pueblos civilizados de la tierra y es, asimismo, el destino histórico de América, al cual nos adelantamos nosotros en 30 años. Audacia que hemos pagado caro, con más de 25 de proscripción como ciudadanos. Pero de la que está aquí el testimonio de que no nos equivocamos. Pues es también designio americano el de responder a esta expresión mundial, articulada en una nueva forma de conciencia continentalista. (Aplausos). Y esa es una de las genuinas glorias del APRA. La gloria de haber sido un movimiento precursor, gloria comprobada por la Historia misma de la cual todos podemos ya dar una viva lección.
Puesto que si los pueblos más distanciados, más enconadamente enemigos se reconcilian y se abrazan ¿por qué entre peruanos no nos vamos a tender las manos? ¿Por qué hemos de seguir alimentando odios, exaltando rencores, desangrándonos, en esta lucha sin perdón y explotándola para beneficio de egoísmos, de candidaturas o de subalternas aspiraciones? (Aplausos).
El llamado fraterno
El primer llamado que nosotros tenemos que hacer a todos los peruanos, civiles y militares, es decirles: hermanos del Perú, por sobre todas las diferencias y las malas memorias están los destinos de la patria. Por sobre todo aquello que significó para nosotros, ofensa, injuria, dolor, prevalece un nuevo mandato y una nueva conciencia que nos viene del mundo, y que es norte que nos marca la condición indesligable para alcanzar los destinos superados de una nación justa y libre... (Aplausos)... Y es con el título que yo tengo ahora que doy esta respuesta.
Y este es mi mensaje que el Partido complementara a quiénes me han dicho que tengo el camino abierto hacia la meta que los votos mayoritarios del pueblo me han señalado; yo les contesto: sea, pero vamos a unirnos, vamos a juntarnos, vamos a reconciliarnos, vamos a construir un nuevo Perú. No a costa del dolor y de la injusticia. No más a costa de la falacia, del engaño a la voluntad popular.
Vamos a juntarnos para crear, para hacer, para elevar las condiciones de vida de este país, tanto materiales como espirituales, tanto económicas como políticas. Vamos a darle al Perú una nueva dimensión. Y no ofrezcamos el espectáculo vergonzoso de aparecer ante el continente como un pueblo en el cual sus instituciones carecen de autonomía, su democracia está recortada y los derechos del hombre tienen una limitación dictatorial que no puede explicarse. (Aplausos).
¿Las elecciones fueron limpias?
Esta es la tarea del aprismo y esta es la demanda que yo hago a los apristas en sus dirigentes, en sus convencionales, que han venido de los diversos ámbitos del país, donde todos saben que las elecciones fueron limpias: limpias cuando perdimos y limpias cuando ganamos. Pues muchos han comprobado, para su sorpresa o para su júbilo, que en estas elecciones se dieron los resultados más contradictorios e inesperados en cuya contradicción y sorpresas, precisamente, está la mejor probanza de la autenticidad y de la libertad del voto.
¿Donde está el fraude?
Cuando yo gano en Tumbes y pierden las listas que debían ir conmigo en el mismo sobre, ¿quién puede hablar de fraude? Cuando yo pierdo en Madre de Dios y en Huancavelica y gana la lista de Alianza Democrática, ¿quién hizo el fraude a quién? ¿Me lo hicieron los de la Alianza Democrática o yo se lo quise hacer a ellos en Tumbes? (Risas). Cuando vemos que el Partido del Gobierno en Lambayeque pierde la elección vencido por nosotros a pesar de tener sus autoridades administrativas y edilicias y es el propio Presidente de la Cámara de Diputados quien resulta vencido por una votación que es la nuestra. ¿Dónde estaba el fraude y la protección de las autoridades? Cuando vemos que en el Callao pierdo yo y gana la lista de la Alianza Democrática, ¿quién hizo —repito— el fraude a quién?
No es sorpresa que en la Libertad haya ganado y en Cajamarca, donde la tradición y la historia apristas señalan esas victorias sucesivas. Donde hay ligazones profundas que vinculan mi nombre y mi raza a esos dos departamentos peruanos (aplausos)... Porque hay la ligazón y el recuerdo de la tierra donde nacieron los padres de uno... ¿dónde está el fraude? (Gritos: ¡Trujillo!).
El voto aprista
Hay sí un signo estimulante, alentador, que con valor de historia y de observaciones sociológicas podría dar los mejores indicios de lo que es el Perú y de lo que puede ser su democracia: donde triunfamos más, donde la votación aparece más homogénea, es donde el industrialismo está más avanzado, donde el alfabetismo tiene mas elevado nivel, donde la cultura general parece coincidir con la cultura política... (Aplausos).
Hay algo más y es para nosotros también honroso haber comprobado que en estas elecciones perdidas en Lima, no puede ser prueba aquella falsa premisa que donde se tiene una buena demostración en las plazas, se gana en las ánforas.
Pero, sobre todas las cosas, lo que aprendemos nosotros de estas elecciones no es de la controversia presidencial ajustada, cerrada. Es de la expresión del nuevo Parlamento, donde aparecen las representaciones proporcionales de los partidos correlativas a su importancia, a su volumen, a su historia. ¡Lo que indicaría lo poco que valemos los candidatos presidenciales frente a la importancia y a la expresión de la elección parlamentaria! Y lo cual sustenta mi tesis durante mi trato preelectoral con los candidatos, cuando les dije que no es lo más importante saber quién va a ser el Presidente. Lo más importante es organizar un gobierno de coordinación, comenzar la construcción del edificio no por el capitel o la cornisa, sino por los cimientos, a fin de garantizarle al país libertades, derechos, vigilancia de sus intereses, preocupación por sus problemas, tarea conjunta de comunes denominadores en los cuales tendremos todos trabajo para seis años o más. Y entonces dejar a los presidentes en segundo término, porque hay que acordarse de que yo tengo una tesis: la de despresidencializar al Perú... (Aplausos).
Y hacia ese objeto debemos marchar. Por tanto debemos velar por la elección de este Parlamento, auténtica expresión de la voluntad popular, elección en la cual no hay tercio por fortuna. De aquí tenemos Senadores que han conseguido una mayoría de 14 o 15 votos y son Senadores, como debía ser para los Presidentes. (Aplausos).
Tenemos, pues, una expresión más real, más acreditada, de lo que es la voluntad popular en el nuevo Congreso. Porque en el afán de luchar (esta es una especie de recuerdo residual de nuestro caudillaje) por quienes debían ser los primeros mandatarios, se dejó un poco más de libertad de escogencia al sufragio que ha sido expresión de las elecciones parlamentarias.
Trabajemos por el Perú
Empero, debemos sí sostener que estas elecciones, todas las que nos favorecían y las que no nos favorecen, son elecciones legítimas y es artificio bien probado ya, de que las impugnaciones y las observaciones no responden a realidades que afecten la autenticidad del voto. Porque no hay elección perfecta. Recordemos que en las últimas en Estados Unidos hubo motivo de impugnación. El señor Kennedy sacó una mayoría de un poco más de 50 mil votos en 40 millones de electores. Y cuando se habló de impugnaciones, porque siempre hay errores, equivocaciones o acaso menores picardías, fueron los propios republicanos los que en resguardo de la majestad y crédito de la democracia norteamericana, resolvieron no insistir. Con ese criterio patriótico debíamos proceder acá y no dar el lamentable espectáculo de estarnos peleando por posiciones, o de estar usando el proceso electoral, a fin de satisfacer rivalidades o diferencias de tipo político. (Aplausos). A todo aquello hay que superar y por eso nuestro llamado debe ser firme y leal en todos los peruanos por igual.
Yo no sé cuáles han de ser las resoluciones de esta Convención, pero mi llamado, mi invocación a todos y desde aquí al país, es la que puede sintetizarse en estas breves palabras: trabajemos por la confraternización de los peruanos, ennoblezcámonos en el ejemplo de darnos todos a esta lucha generosa por tendernos la mano y llamarnos compatriotas. (Aplausos).
Ahora somos un tercio
Después de la elección, de veras llena de experiencia, que nos han dado las elecciones del 10 de junio, cuando muchos optimistas han visto defraudadas o corregidas sus ilusiones, tenemos que rendirnos ante la realidad, tenemos que reconocer lo que fue perceptible al día siguiente de la elección. Por ejemplo, que el Partido Aprista en el campo electoral ya no podría llamarse más “partido de las mayorías nacionales”, y que, como dije a algunos compañeros, este honroso título, que por 30 años hemos ostentado, debe tenerse por lo pronto en la refrigeradora y esperar que lo recuperemos en otras elecciones. (Aplausos)... Hay que tener la generosidad y la valentía de reconocer que ahora, electoralmente, somos un tercio, aunque popularmente podamos ser más con el concurso emocional y voluntarioso de los peruanos analfabetos. Pero como ciudadanos votantes somos un tercio y tenemos al frente dos tercios, como lo tendrá cualquier partido que intente gobernar solo. En consecuencia, es un dictado de los hechos, es un veredicto de la realidad, es una consecuencia de las elecciones que no habrá partido que pueda gobernar solo y que hay que modificar programas, doctrinas y comportamientos ajustándolos a esta realidad de gobernar en coordinación nacional. ¿Lo veis compañeros? (¡Si!, ¡Si!).
¡Esa es la primera lección de estas elecciones! El Partido Aprista debe gobernar coordinadamente. Por consiguiente debe adecuarse a esta nueva realidad. Y hay que decirle a los otros partidos: no hay partido providencial; no hay candidato con derecho divino. Aquí son los votos los que mandan dentro de la exigüidad de esta mayoría circunscrita. Y esta realidad impone también otro comportamiento: el de organizar un gobierno coordinado y la actitud de nuestra conciencia, de nuestro modo de ser político adaptada y sujeta a esta nueva condición que deriva del voto popular, cuya es la expresión suprema de la voluntad del pueblo.
Parlamento: auténtica dimensión
De ahí parte el camino nuevo que debemos seguir. Somos demócratas y reconocemos las leyes de la democracia. Para nosotros es tan dura ley, como para los otros dos partidos, el saber que nadie puede decir que es partido de mayoría, aunque podamos quizá ostentar ese título que nos ha dado una mayoría de 14 o 15 mil votos. Pero la compensación cualitativa de este hecho está en el Parlamento. En el Parlamento sí las proporciones aparecen en su auténtica dimensión. Y ese Parlamento es, por tanto, a mi criterio, la expresión veraz de nuestra realidad político-social. Por ello es que debemos mantenerlo. Por ello es que es faccioso e ilícito atentar contra su integridad. Claro que es difícil responder a la pregunta, ¿por qué de Lima no sacó el Aprismo un solo representante?
Exploremos en el misterio, indaguemos estos secretos de las cámaras secretas donde se ponen los votos de los sobres cerrados. Pero la verdad es esa. Como Acción Democrática perdió en Caracas en las últimas elecciones presidenciales, así el Aprismo perdió en Lima. Y pongo este ejemplo, para decir que aunque parezca paradojal, o para muchos inexplicable, ésta es una realidad que debemos acatar como la consecuencia de estas elecciones. ¡Y hay que ser demócratas! Y obedecer a las leyes de la democracia. Pero hay que exigir a los otros que las obedezcan también y las respeten. Que no seamos solo nosotros los que nos sacrifiquemos en nuestros derechos y expectativas, sino que sean también ellos. Y entonces todos juntos marcharemos a construir y a crear una democracia de verdad. (Aplausos).
Pensando en el Perú
Aquí queda abierta, compañeros, esta Convención. Aquí queda abierto para ustedes el debate en esta sesión permanente, de la cual hemos de obtener el punto de vista del Partido, su fórmula de enjuiciamiento de esta realidad. Y yo quedo fuera de discusión porque ustedes deben discutir libremente. Sé que cada uno de ustedes está ligado a mí por afectos, por esa fraternidad indestructible de nuestro gran Partido. Pero también en la hora de discutir hay que poner esos sentimientos en la refrigeradora y discutir libremente pensando en el Perú; pensando en los grandes intereses de nuestro pueblo; pensando en la importancia extraordinaria e indispensable de que nuestro país tenga paz, de que nuestro país tenga libertad, tenga instituciones. Y no viva de nuevo bajo la pesadilla del terror de un déspota. No queremos más gobernantes providenciales, cuyos actos estén regidos por las alteraciones de su vesícula biliar. Queremos gobernantes sujetos a las leyes que juren y cumplan lo que juran.
Que juren el cumplimiento de la Constitución de nuestro país y no traicionen su juramento... ¡Queremos eso! Yo he dicho alguna vez a las juventudes nuevas del Partido, a los que he visto a través de mi paso por la República, cuando he observado su confianza, su fe, su optimismo, su alegría; cuando he pensado que en ellas está la esperanza del Perú, yo les he dicho: ¡Quisiera para ustedes una vida sin los sufrimientos que yo he vivido, o que ha vivido la generación precursora que fundó el Aprismo, y que les va entregando a ustedes esta herencia! (Aplausos). Y eso anhelo para el pueblo del Perú, por más que se diga y se ataque a esta Convivencia. De la cual sostengo que ha sido útil. Aunque se ha dicho que hemos perdido parte de nuestro capital político, no lo creo. Y si hemos perdido algo, ha sido, de otro lado, una inversión reproductiva, porque hemos ganado en esta experiencia de seis años que es invalorable, que es inestimable: El aprendizaje del uso de la libertad, de esa libertad de la cual abusaron unos, que la lucraron sin conciencia otros, gritando al mismo tiempo en uso de la libertad: “¡abajo la Convivencia!”.
Vivir en convivencia
Empero, nosotros hemos sido ciudadanos que hemos sabido vivir esa Convivencia y nuestros sindicatos se organizaron y multiplicaron y nuestra vida civil se desarrolló normalmente. Hemos podido criticar sin ser perseguidos; hemos podido discutir sin ser limitados; hemos podido dormir tranquilamente sin experimentar eso que experimentan sólo los apristas bajo el terror. Una señora hizo una definición un poco alegre de la Convivencia cuando alguien le preguntó: ¿Y qué has sacado de la Convivencia? Y ella respondió: “Que no me extraigan de la cama al marido a medianoche!”. (Risas). Pero la Convivencia ha sido eso: vida decente, vida lícita, vida de prensa libre, a las veces, libérrima y abusiva de su libertad, en esta primera etapa, que ha sido el kindergarten de la democracia. Pues aquí todavía no se han establecido muchas leyes tutelares de Inglaterra o de Escandinavia, donde el diario londinense “Daily Mail” tuvo que pagar una multa de 50 mil libras esterlinas por publicar la víspera de su condena la fotografía de un reo que iba a ser ahorcado y lo llamó “asesino”. Como el juez no lo había declarado, aunque después lo mandó al patíbulo, a la familia del ajusticiado se le pagaron 50 mil libras de indemnización “por calumnia” con 24 horas de anticipación al fallo de la justicia. Aquí donde el libelo, la infamia, el insulto, no tienen sanción; aquí donde la República es objeto de todos los agravios, ¿qué importa que vivamos en esta época que corresponde a la que viven los niños pequeños que insultan y gritan y tiran piedras y hacen cualquier ofensa pero que deben vivir porque son niños para que crezcan y sean hombres? (Aplausos).
Estamos en esa etapa y la hemos sobrepasado porque se está formando y robusteciendo una conciencia de sanción pública. Y se oye decir a las gentes: “este diario calumnia”, aunque después lo compran porque cuesta barato. (Risas).
Pero estamos progresando. Yo lo puedo decir a costa de todos los que tenemos una posición más o menos preeminente y debemos pagar con agravios el precio de ese progreso. Estamos progresando en la esfera de la libertad y estos seis años de la Convivencia, zaheridos, censurados, menospreciados, han sido seis años de educación y de progreso cívico. Y es esta la razón de que hoy sintamos el dolor de la injusticia y que estemos animados a protestar cuando tenemos las posibilidades de una regresión a épocas pasadas de dictadura y despotismo.
Porque ya nos hemos desacostumbrado a la injusticia. Y cuando ella aparece o amenaza reaparecer, la conciencia cívica del Perú se levanta y protesta. Por eso hoy está dispuesta por la voluntad del Perú a defender sus instituciones constitucionales. Porque aprendió a vivir la ventaja de tenerlas incólumes. (Aplausos).
Cuando yo leí que un candidato presidencial declaró, al creerse elegido, que ofrecía a este gobierno de la convivencia los laureles de la recompensa, sentí sin jactancia ni alarde, una patriótica satisfacción. Y pensé que ahora hay que seguir la política de superconvivencia, porque a cualquiera de nuestros ilustres adversarios, a quienes siempre he tratado bien y comencé mi campaña el 5 de enero saludándolos —puedo decirles ahora desde aquí, o desde el sofá de cualquier coloquio— que no podrán desarrollar política constructiva alguna sin convivencia y que el nombre quedará perennizado como una necesidad de reeducación cívica, y que su autor, y defensor y mágico mantenedor, Ramiro Prialé, se ha conseguido un nicho de fama en la Historia para desde allí mantener el glorioso precedente de haber defendido con valentía impar esta política que ha abierto las puertas a la civilización democrática en el Perú. (Aplausos).
Pero la Convivencia tendrá que continuar para gloria del Partido con cualquier gobierno que venga y llámenle como le llamen. Tenemos que aprender a convivir, y recordemos ahora que nosotros obtuvimos en 1956 una convivencia que no significaba una forma de alianza entre el Partido y el Gobierno, sino la Convivencia con todos, porque todos la usufructuaron, unos más lealmente que los otros puesto que gozaron y abusaron de los derechos de la convivencia, más no cumplieron con sus obligaciones. No reconocieron las garantías que la convivencia les otorgaba. Pero ahora tendrán que rectificarse: porque somos todos partidos de tercio; partidos de tercera parte de ja ciudadanía; partidos que no podrán gobernar solos si no se convierten en dictaduras; en cuyo caso, los dos tercios seremos la antidictadura. (Aplausos).
Y esta es la lección histórica agregada a otras de estas elecciones. Y ésta es la proeza histórica del Aprismo. A costa de que se nos dijera desleales, desviados, claudicantes, renunciantes y otros sinónimos; nosotros sostuvimos que para defender una democracia orgánica, que para dar crédito, vigencia, solidez y perennidad a una democracia representativa, era preciso convivir. Y nuestra convivencia fue así: generosa, abierta, sincera. Sostuvimos al régimen; sostuvimos al Gobierno en aquello que representaba institución. No compartimos sus errores ni le demandamos parte en sus aciertos. Y aquí estamos ahora otra vez solos, solos, solos. ¡Pero con el Perú, por el cual hemos sido íntegros! (Grandes aplausos).
Y esa ha sido la lección que ustedes tendrán que recoger, compañeros convencionales. Discúlpenme que haya extendido este discurso, que no podía ser limitado a una síntesis, puesto que él representa el alegato del Partido en aquello que significa su defensa de la posición histórica que siempre ambicionó alcanzar y que yo creo ha conseguido en todo su grandor y en toda su gloria. (Aplausos). No quiero ser indigno de ella. He temido siempre no responder a la magnitud, a la majestad, a la ingencia de este movimiento. Pero, a veces, se me ayuda desde el otro lado y ahora se me ayuda desde allí a engrandecer mi autoridad moral. Por eso es que yo aplico una vez más la regla de mi vida política: no he odiado nunca a los que me ofenden, porque he sabido siempre calibrar todo lo que han contribuido a darme fuerza y prestigio. De allí que, independiente y tranquilo, puedo decirle al Partido desde esta tribuna: sigamos adelante, seguros de que nuestro movimiento no morirá; seguros de que él está engrandeciéndose cada vez más, seguros de que la injusticia ha sido para él el mejor acicate y el mayor estímulo de su misión histórica. (Aplausos).
Y hagamos aquí un llamamiento reiterado, repetido a todos los peruanos para que en esta hora gravísima de la República conjuncionemos nuestras fuerzas, no busquemos dónde está el adversario de ayer para vengarnos y solo encontremos la mano solidaria para decirle: ¡vamos a defender unidos la legalidad, la Constitución, las instituciones tutelares de la República! Vamos a sacrificarnos unidos por la dignidad de ser libres, por el derecho de vivir sin tiranos. Vamos a defender juntos la fe en que, por un maravilloso alumbramiento de conciencias, nos reunamos todos los peruanos. Y allí donde estemos más alejados y divididos unos de otros, pueda despertarnos ahora a la esperanza de una democracia victoriosa la luz guiadora de un nuevo camino unificador. Y así, sin sentirnos ofensores ni ofendidos, ni agresores ni agredidos, habremos de levantar en alto nuestra confianza en el Perú libre, para poder decir a cada peruano, sin distinción de credo, clase o profesión: ¡La hora impone unidad! ¡Vamos todos fraternamente juntos a luchar por el triunfo de la voluntad ciudadana bajo la ley! Para el mantenimiento y resguardo de la libertad y para poder conseguir así la justicia que el Perú necesita. (Gran ovación).
VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE
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