Néstor A. Scamarone M.
Vivimos en un mundo apurado y a su vez cansino, desesperado, atropellado y de gran preocupación y necesidad de adrenalina, pero de la mala, esa que te da emociones baratas, donde el personalismo y el “yo” está por delante del tu y del prójimo. Conozco personajes, al parecer salidos de una tira cómica, que disparan o literalmente escupen palabras sin saber si estas existen o están acordes con la realidad, sólo hablan para hablar, sin pensar lo que dicen e incluso algunas palabras se les caen al piso y el que viene atrás se tropieza y cae… Mmm…
A veces encuentras a grupos conversando, al parecer entretenidos, pero si te acercas a escuchar te parecerá una película existencialista. Cada uno tiene un gran espejo delante de él y a éste le hablan y éste les contesta, pero entre el grupo nos hay coherencia, ni comunicación alguna, algo así como combinar Matrix con Fellini.
“Procure primero escuchar y comprender y después ser comprendido" es el principio más importante en el campo de las relaciones interpersonales. Esta es la clave de la comunicación efectiva, escuchar, ya que tu verdad, es tu verdad no la del otro.
Procurar primero comprender supone un cambio de modelo muy profundo. Lo típico y poco educado, es que primero procuremos ser escuchados y comprendidos. La mayor parte de las personas no escuchan con la intención de comprender, sino sólo para contestar.
Cuando otra persona habla podemos estar ignorándola o podemos brindarle una escucha atenta, prestando atención y centrando toda nuestra energía en las palabras que se pronuncian. Pero muy pocos de nosotros nos situamos en la forma más alta de escuchar, la escucha empática.
Cuando se dice escucha empática, quiere decir escuchar con la intención de "comprender". Quiere decir procurar primero comprender, comprender realmente. La escucha empática entra en el marco de referencia de la otra persona. Ve las cosas a través de ese marco, ve el mundo como lo ve esa persona, comprende lo que siente.
La esencia de la escucha empática no consiste en estar de acuerdo; consiste en comprender profunda y completamente a la otra persona, tanto emocional como intelectualmente. Entonces, uno escucha con los oídos, pero también con los ojos y con el corazón. Se escuchan los sentimientos, los significados, los gestos. Se escucha la conducta. En lugar de proyectar nuestra propia autobiografía y dar por supuestos ciertos pensamientos, sentimientos, motivos e interpretaciones, abordamos la realidad que está dentro de la cabeza y el corazón de la otra persona.
Procurar primero escuchar y comprender, o diagnosticar antes de prescribir, es el marco de todos los verdaderos que se aprecien de ser hombres de bien. No se puede confiar en la prescripción de nadie, a menos que se confíe en su diagnóstico. A medida que crece la confianza de otra persona en el deseo sincero que usted tiene de escucharla y comprenderla, va desapareciendo la barrera entre lo que realmente sucede dentro de ella y lo que comunica. Nos abre el alma. No piensa y siente una cosa mientras comunica otra. Empieza a confiarnos sus más íntimos sentimientos y pensamientos.
Cuando las personas tienen la oportunidad de abrirse, a menudo desenmarañan sus problemas y en el proceso perciben con claridad las soluciones. El tiempo invertido en comprender profundamente a los seres queridos produce enormes dividendos en la comunicación abierta. Muchos de los problemas que acosan a las familias y los matrimonios no tienen entonces tiempo para enraizarse y crecer. La comunicación se vuelve tan abierta que elimina los problemas potenciales cuando aún están germinando.
Antes de querer conversar para socializar, es imprescindible tener la voluntad de primero escuchar y después de este acto de inteligencia, recién podrás hablar. Nos llegan a hartar aquellos que sólo se escuchan a si mismos, poco a poco la sociedad los va descubriendo y los discrimina, apartándolos en silencio.
Creo que las relaciones entre los seres humanos mejorarían enormemente si antes de hablar escucháramos y tratásemos de comprender al otro, al que tenemos al frente y es que no deseo pertenecer, ni estar sentado con aquellos que tienen su espejo, al que le hablan y les contesta, estos seres me aburren… Mmm…
“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta con mi muerte, tu derecho a decirlo. Voltaire.”
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