lunes, marzo 17, 2014

UN JALÓN DE OREJAS.

Por el c. Mauricio Mulder.






Esta semana se volvió a dar un ejemplo del serio escollo que supone para la democracia el tener una visión militarista de la política y creer que la oposición es una especie de ejército enemigo al que hay que aniquilar a como dé lugar. Cuando esta oposición critica o discrepa, los militaristas no saben hacer otra cosa que disparar más. Ojo por ojo, diente por diente. Hasta que la humanidad quede ciega y sin dientes, como recordaba Gandhi.
Las críticas a la abusiva ostentación de poder de la señora Heredia de Humala, que celebraba en Palacio exultante y eufórica la caída de Villanueva, su esposo las supone asquerosas y groseras. ¡Qué se han creído! Venir a criticarnos. ¡Qué insolencia! ¡Palo con ellos!
Humala prepara una contraofensiva. Como él cree que somos un cuartel, la crítica es insubordinación, y por tanto la primera respuesta es reafirmar la autoridad: no les gusta que la señora hable, pues ahora firma comunicados del "partido" nacionalista. Acaten sin dudas ni murmuraciones. Por eso ordena que el Congreso "debe" aclarar su voto, lo que en realidad quiere decir "voten verde o no respondo".
Se quiere manejar las cosas bajo amenaza. Levantan el fantasma de la disolución del Congreso, en el que tienen una mayoría que jamás volverán a tener, y pretenden atarantar a las bancadas más nuevas con "olvidarse" de sus pedidos de gestión. Guerra en lugar de diálogo. Confrontación hasta la victoria o la muerte, en vez de ofrecer el simple compromiso de que la señora de Humala hable como ciudadana y no como presidenta. La soberbia como política. Pueden tener en el camino triunfos pírricos y sentirse confiados. Pero no se darán cuenta de que el país pagará la factura. ¿Lo entenderán?
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