Con menos de 25 por ciento de apoyo ciudadano y marcado por crisis políticas que lo han llevado a remover seis veces al titular del Consejo de Ministros, Humala agrega la mala fortuna de convivir sus últimos dos años con dos procesos electorales sucesivos: el regional y municipal 2014, y el general 2015-2016 que lo licenciará a él mismo y al Parlamento. Igual cuadro tuvo Alejandro Toledo entre el 2004 y el 2006. No así Alan García a quien se le acumularon ambos procesos entre el 2010 y el 2011; es decir, en el lapso de apenas un año.
En estos casos, la experiencia enseña que la atención de los operadores económicos baja su intensidad sobre la administración de turno y reservan sus mejores expectativas para el futuro gobierno. A ello se suma el bloqueo de la vieja –e inamovible– burocracia pública la cual desafía el sistema de toma de decisiones demorando o encarpetando los proyectos que apura el Ejecutivo. Y por último, están los operadores políticos que consolidan su espacio incrementando el perfil opositor y haciendo agenda con los desatinos del régimen por fenecer.
Fue por eso que Toledo, como se ha recordado estos días, tuvo que aceptar democráticamente una presidencia del Congreso no oficialista como la de Ántero Flores Aráoz. Fue por eso que el líder de la chakana se vio obligado a limitar el cumplimiento de logros importantes a un solo objetivo: el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos (repetía en calles y plazas: “no gobierno para las próximas elecciones sino para las próximas generaciones”), el mismo que le permitió alinear al empresariado nativo detrás de su proyecto.
Por lo visto ayer, Ollanta y Nadine entienden a medias el momento político que viven. Lograron el triunfo de Ana María Solórzano en la conducción del Legislativo pero cediendo a compromisos y, por lo tanto, reduciendo su singularidad para desenvolverse políticamente. Serán ahora condescendientes, por ejemplo, con Solidaridad Nacional cuyos congresistas (salvo Rosa Núñez) respaldaron a Solórzano a fin de preservar a Luis Castañeda Lossio, el favorito para ganar nuevamente la alcaldía de Lima y el cual quiere convivir en paz con su vecino de la Plaza de Armas capitalina durante el año y medio que le resta de mandato.
Susana Villarán por lo tanto ya es un fusible quemado para Palacio. Cambian los amigos y aliados. Así las cosas, Ollanta y Nadine mandarán pero ya no gobernarán. Y hasta su programa de reactivación económica sufrirá tropiezos. Lo veremos.
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