Por Néstor A. Scamarone M.
Entre los espías y los periodistas, ambos «trabajadores de la información» según el lenguaje neutro e insípido que pone de moda lo políticamente correcto, existe una diferencia fundamental y determinante: los espías informan a sus superiores con clara indicación de sus fuentes y los periodistas informan a sus lectores con licencia para ocultar el origen de sus noticias. Pero - cuidado... Esa licencia tiene dos límites: la veracidad total - hay que contrastar las fuentes y el supuesto de que el mayor interés de la noticia no esté, precisamente, en su origen, sino lo que la noticia representa en la vida social, económica, política o moral del planeta. De ahí que cuando el ser humano pasa con su imagen, entendida esta como carne y espíritu al ámbito del conocimiento público, se pone en la vitrina de la información, "casi" perdiendo su intimidad; y es que, ya nos hartamos de los propagadores del mal, algunos perversos diarios como Diario Uno, Diario 16, La Primera y no sabemos que “chicha más”, que dizque informan, difamando... Basta ya de malos ejemplos señores periodistas al más recalcitrante estilo montesinista, pagados por el Gobierno con avisos del Estado ¿o con dinero del etc…? Y señor Presidente Humala, al parecer usted ya olvidó cuando en un discurso público, con esas expresiones tan vulgares que acostumbra a proferir, le dijo CABRÓN al ex Presidente García y ahora se queja por que se le ha hecho una broma del “damo esposo de la dama…” No es para tanto.
Señor Humala no nos diga que también se olvido de: “Hoy vemos cómo el señor Castañeda nos demuestra que es un zamarro que también desde el municipio de Lima ha venido haciendo estas chanchulladas. Ahora entiendo de dónde saca la plata para mentir al Perú y poner sus carteles (…) Me parece que es una vergüenza (...) a nosotros no nos vienen con organismos internacionales (...) dice que es por un tema de rapidez, pero será rapidez en la ‘cutra’, rapidez en cómo sacar su 10%”, Sic EL COMERCIO ¿o es un invento del decano del periodismo nacional?
Nos dice el filósofo y literato Julián Marías: "Lo que merece desprecio como actitud justa, a veces obligada, es la negación de lo que es intrínsecamente exigible a la expresión de las opiniones sobre asuntos que llevan consigo la estimación de lo humano. Toda actitud que envuelve el desprecio de las condiciones objetivamente exigibles ante lo humano merece por su parte un total desprecio. Y lo exigible, lo absolutamente necesario, es el respeto a la verdad". El error es inevitable, y por tanto excusable, en alguna medida lícito, a condición que sea involuntario, provisional, pendiente y ávido de rectificación, es decir, abierto a la verdad que lo corrige y enmienda. Lo inadmisible no es el error como tal, sino la mentira, la voluntad de falsedad, la perseverancia en ella, la adscripción sistemática a la falsificación como tal. Lo despreciable no es la deficiencia humana, la dificultad de alcanzar la verdad siempre huidiza, sino la predilección por la falsedad, la adscripción voluntaria a ella. Y es que campean en los medios de comunicación un infierno de difamadores, que se hacen llamar periodistas, repito, no todos por supuesto…
La suerte no está echada. Hay una conciencia, que poco a poco se va imponiendo, de que la verdad es exigible y la única manera decente y creadora de vivir; pero la fuerza de la mentira, su grado de organización, su resistencia a reaparecer en diversas formas, con múltiples estímulos, es tan grande que los que militan del grado de la verdad están expuestos al desaliento, al temor, a la acumulación de las dificultades... ¿Que esperamos en el Perú para ser veraces con nuestro prójimo y con nosotros mismos?.
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