"...se emitió un fallo que ni favorece ni desfavorece a García, entonces estos trogloditas cambian de opinión y el Juez se vuelve probo y justo, ya no dicen ni pío de su supuesta filiación aprista ¡Ja!"
Por Jose Alberto Saravia Huertas
18 de octubre de 1991, con 38 votos a favor y 17 en
contra, la cámara de senadores votó a favor de que Alan García sea sometido a
juicio por presunto enriquecimiento ilícito durante su mandato presidencial(1). El fiscal de la nación resolvió acusar, ante la Corte
Suprema de Justicia, a García Pérez por enriquecimiento indebido a costa de los
presupuestos del Estado. Sin embargo, en diciembre del mismo año, el Tribunal
Supremo de Perú exculpó a Alan García: el Vocal encargado de estudiar el caso
argumentó que no había encontrado “pruebas suficientes”(2).
El 5 de abril del año 1992, Alberto Fujimori disolvió el
Congreso y comenzó una dictadura o, como algunos la denominan, democradura.
Ese mismo día, Alberto Fujimori ordenó la detención de García y su casa fue
allanada por militares, Alan García pudo escapar y salvar su vida, según él
cuenta, escondiéndose tres días en una casa en construcción, para luego
asilarse en Colombia gracias a que el presidente de ese país, César Gaviria, le
envió un avión militar para que lo retire de Perú(3).
La izquierda, aunque siempre fue muy crítica de la
disolución antidemocrática del Congreso, de la violación de los derechos
humanos, de la imposición del modelo neoliberal y, en general, de todo el
régimen de Fujimori, nunca reconoció que el juicio al que iba a ser sometido
Alan García era cosa juzgada y que en un gobierno dictatorial no se iba a
respetar el debido proceso ni la independencia de los poderes. La izquierda, de
la mano de la prensa chicha de Fujimori, más bien, instaba a Alan García a que
“responda a la justicia”, a pesar de que sabía que las condiciones en las que
se daría un juicio así, eran deplorables.
Incluso ya pasados los años, la izquierda y otros grupos
políticos siguen argumentando que Alan García se escudó o que escapó de la
justicia gracias a la prescripción, pero lo que no mencionan es que Alan García
ya había sido exculpado por el Tribunal Supremo, lo que tampoco mencionan es
que la prescripción solo se aplica cuando no se encuentran nuevas pruebas, de
otra manera, muchos juicios serían eternos(4), lo que tampoco
mencionan es que los testigos que reabrieron el caso de enriquecimiento ilícito
a Alan García fueron amenazados por la dictadura fujimorista para dar
testimonios que lo compliquen, como el caso de Zanatti(5).
Asimismo, viene a cuenta recordar el caso de Javier Diez
Canseco, quien fue suspendido del Congreso porque se determinó por votación que
había entrado en conflicto de intereses y aunque la izquierda argumentó que ese
había sido un castigo de la “mafia aprofujimontesinista”, por “decir la
verdad”, el titular del Quinto Juzgado Constitucional, Hugo Velásquez, falló a
favor de Javier Diez Canseco cuando la defensa legal de Javier presentó un
amparo, alegando que se le había violando el debido proceso(6). Con este fallo favorable a Javier varios
sectores de la intelectualidad de la
izquierda salieron a festejar, resaltaban que se había respetado el debido
proceso y que eso fortalece la institucionalidad (los recuerdo poniendo velitas
en frente al Palacio de Justicia). Pero, ¡oh, sorpresa! Cuando el señor Hugo
Velásquez (sí, el mismo que falló a favor de Javier Diez Canseco) falló a favor
de Alan García en el caso de la megacomisión, no dudaron en rasgarse las
vestiduras, indignarse y gritar a los cuatro vientos: ¡jueces apristas! y a
vomitar todo ese odio antiaprista que los caracteriza, odio que saben
transformar en psicosociales a través de las redes sociales y que, la mayoría
veces, son creídas por tontos útiles y mozalbetes que se consideran
“independientes en la política”.
Hasta hace pocos días, a través de sus enfermizas redes
sociales y prensa chicha, la izquierda criolla argumentaba que el Juez Soller
“debía inhibirse por decoro”(7), ya que tenía
hermanos apristas y ¡hasta una esposa aprista! Estaban a punto de indignarse
nuevamente y gritar a los cuatro vientos que el Juez Soller era aprista y que
la mafia aprista iba a gozar de impunidad otra vez. Lo curioso viene aquí: se
emitió un fallo que ni favorece ni desfavorece a García, entonces estos
trogloditas cambian de opinión y el Juez se vuelve probo y justo, ya no dicen
ni pío de su supuesta filiación aprista ¡Ja!
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