domingo, septiembre 07, 2014

La Palabra y las malas palabras...

Escribe Néstor A. Scamarone M.

Hemos escuchado al Presidente de la República Ollanta Humala emitir estas palabras: “…el Estado Peruano estuvo cerca de los grandes, de esos panzones que creen que el crecimiento económico lo han hecho ellos…”,Sic, al señor Abugatas: “me zurro en el Poder Judicial”Sic y al congresista Teofilo Gamarra hablarnos de “un aiga” y sobre todo de su nueva teoría: “LA ETICA ES RELATIVA”, habiendo tirado al tacho la “Teoría de la Relatividad General y Restringida” de Einstein y “La Ética a Nicómaco” de Aristóteles; entiendo que ya le han ofrecido cátedra en Princenton en reemplazo de Einstein, quien podría regresar del más allá y agarrarlo a patadas; vale decir; no podemos creer lo escuchado y leído en todos los medios de comunicación que han dado vuelta al planeta. Es increíble que estos señores, lideres del Humalismo”, hayan perdido ante el Perú y el mundo la calidad y seriedad a la que están obligados.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la “palabra” como: “Sonido o conjunto de sonidos que expresa una idea“. Sic., vale decir, que expresa un razonamiento, una sentencia de silogismos lógicos, pensamientos hablados escritos o expresados de cualquier otra manera.

La palabra escrita o hablada es un don que nos acerca a los dioses y nos aleja de los animales. Un hombre que sabe decir lo que quiere decir, con las palabras justas y con la emoción justa, complaciéndose con educación y cortesía en cada sílaba, en cada letra, en cada acento como un cuadro, es una inteligencia puesta en orden por el principio; sin embargo, a veces el poder desata la lengua y desordena el cerebro…

Nuestro padre Cicerón dejó dicho, que el orador ha de poseer las cualidades del poeta, del filósofo y de los grandes actores de las letras o ciencias; id y buscad al buen orador, pero sobre todo, que traiga educación y cortesía. Aceptaremos, no sin respuesta, que en poquísimos destacados literatos, historiadores, políticos, científicos, escritores, bailarines y amigos, hay algo de oradores y en el común de los casos, nada de oradores y si de eso que se llama <>.

¿Nos preguntamos y que pasó con estos “dizque funcionarios” con la educación, cortesía, pulcritud, formación profesional, respeto por el prójimo, cuidado en las palabras que pudieran causar heridas, donde quedaron aquellas palabras que eran puentes de gobernabilidad? Al parecer, eran sólo un maquillaje que pronto desapareció y se transformó en soberbias, caprichos, insultos hirientes, cortes fuertes en la piel de sus semejantes, mezquindad, esa que descalifica la propia alma y mancha el principio cristiano de “amar a tu prójimo, como a ti mismo”. Por eso a veces recuerdo lo que dijo Mao: “…sólo tienen derecho a hablar los que saben…”.

Hay personas que comunican a veces mediante discursos de pie quebrado, algunos ni filósofos ni actores, ni metafísicos bien alimentados, lejos de las frivolidades de la lira y la escena, de la envidia y el odio, de los complejos de inferioridad. Hay de los que dicen, nunca ha sido un escritor y menos un poeta coherente, ni exactamente un filósofo, ni exactamente un actor, aún habiendo sido las tres cosas en una sola persona. Es así que algunos son aburridos pero no filósofos, suaves pero no profundos, desenvueltos pero no actores, despatarrados pero no cultos y odiadores caprichosos, sin educación, ni cortesía, son los que jamás pasaron el examen de plastilina.

Existe para compensación, en muy escasas dosis, el ciudadano del mundo maestro de la homilética, inquietante puro en el bien, fulminante, de frases terribles como patriarcas del antiguo testamento, que disparan doctrinas con tal severidad que hasta los locutores de los talks shows, se encogen en sus asientos, incluso los niños y los animales domésticos se sienten culpables y echan a correr.

Cicerón, pese a que nunca había dicho en público “piensodeque” fue degollado por la crítica a la puerta de su quinta de Formio y, antes que su cabeza fuera exhibida en la tribuna del foro, la recibió la dulce Fulvia, que atravesó con un alfiler de oro aquella gloriosa lengua interrogativa. César, un orador gigantesco, cayó ante la estatua de Pompeyo, abatido por veintitrés puñaladas amigas. Demóstenes se envenenó mordiendo su pluma en el templo de Poseidón, que lástima que ya no hay plumas así. Y el dominico Savonárola que también era un Cristo cabreado, aunque no de Velásquez, lo ahorcaron dos veces y lo quemaron después, para que no quedase la menor duda. ¿Que esperamos entonces o no han escuchado decir el filósofo de: “LA ETICA ES RELATIVA”, mencionar: “Desde hace un tiempo, “hemos observado los tentáculos del señor García en las instituciones del sistema judicial, pues todas las denuncias en contra del ex mandatario son archivadas”, ahora le ha dado a nuestro filósofo, demencia senil y se está convencido que es el Rey Sol Luis xiv «L'État, c'est moi»
La elocuencia siempre ha sido peligrosa y harían bien algunos, en disimular sus cualidades, mejor vulgares vivos que geniales olvidados en el tiempo, que destrozan con la boca y rompen placas e historia con las manos...
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