martes, octubre 21, 2014

El caso Pastor


Escribe c. Javier Valle Riestra

Voy a cumplir 83 años. Y hace 75 que soy aprista. Vivía con mis abuelos maternos en un ambiente burgués y antiaprista, pero pierolista. Estudiaba yo en el conservador colegio La Recoleta. Pero estábamos influenciados por profesores vanguardistas, como Alfonso Benavides Correa, quien sería luego Diputado y Embajador. Por eso me seducían los volantes y octavillas apristas repartidos clandestinamente en la ciudad. 

Nunca he flaqueado en mi aprismo. Se dirá que estuve en la heterodoxa y fidelista APRA rebelde. Pero fue por brevísimo término. Fugaz. Fui amnistiado por Haya de la Torre. Así que mi aprismo no lo puede discutir nadie, pese a que no estoy inscrito. Apelando estos títulos voy a referirme al caso del ex congresista y ex ministro Aurelio Pastor. 

Aclaro que si bien somos compañeros no tengo ninguna relación con él, pese a que hemos sido cinco años parlamentarios en la misma Legislatura. No se me puede tachar así de parcial. 

Estoy absolutamente convencido que la sentencia que lo condena a cuatro años y seis meses de prisión será revocada por la instancia superior. No se puede hablar de delito por las siguientes razones: Primero, dijo que hablaría con los magistrados respecto al caso de la alcaldesa. Pero no habló. Y de haber hablado habría hecho lo que hacemos todos los abogados, conversar con el magistrado o magistrados a cargo de un caso. Para eso los jueces tienen un espacio diario para recibir a litigantes o letrados. La defensa no solo son escritos e informes orales sino gestiones dialécticas con la magistratura. Segundo, no recibió Pastor ningún dinero, ni se lo prometió a nadie. Tercero, se ve que todo esto ha sido una provocación; por eso es que existe una grabación clandestina de las reuniones que resulta una antiprueba por la forma sórdida en que se ha gestado. 

Yo veo más una infracción ética o punitiva en quienes  grabaron. Ejerzo la profesión desde 1957, hace casi sesenta años. La ejercí siete años en España, cuando estuve exiliado desde 1969, y allí siendo yo un Don Nadie era recibido por los jueces madrileños para hablarles del asunto que asesoraba. Jamás se me acusó de intrusista. Muchas veces la respuesta general de los jueces era “nos ha aclarado usted el caso, este breve informe personal es mejor que sus escritos y su informe oral”. Muchísimas veces fracasé. Pero las puertas siempre estuvieron abiertas. Nadie habló de delito.




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