Por Eugenio D'Medina Lora
Poco importa, a estas alturas, la verdad o falsedad de las acusaciones. Importa lo que perciba el electorado de ellas. La dosificación de los ataques y el timming en que se están produciendo, para que revienten justo a tiempo del proceso electoral, demuestran el cálculo político. García y el APRA lo sabían: es parte de las reglas de juego no escritas.
Cuando decidieron no presentar candidato presidencial en 2011 y terminaron con una minibancada de dos congresistas efectivos, sabían a lo que se exponían. Hoy García quiere ser candidato. Falta por ver su capacidad de asimilación y preguntarse qué pasaría si el APRA no tuviera posibilidad real de ganar. ¿Vale la pena arriesgarlo a comerse una derrota para ganar presencia en el Congreso? ¿O vale más preservar la imagen ganadora de su mejor carta al 2021 con el terreno más despejado?
Habría que ser muy ingenuo para no ver que la estrategia de la izquierda para la próxima elección pasa por: 1) impedir crecer al fujimorismo; 2) extirpar a Alan García en la primera vuelta; y 3) ir a por Keiko Fujimori en una cruenta segunda vuelta apostando todo a PPK -con quien infiltrarán a parte de su gente en su lista- o quizás bajo quien sueñan que puede ser su propio outsider, llámese Mendoza o Arana.
El corazón de esta estrategia es la demolición de García, aprovechando el hecho de estar relativamente fresco el recuerdo de su anterior gobierno. Y para esto, lo está atacando a dos frentes, con fuego cruzado. De este modo, a los “narcoindultos” se sumó la acusación constitucional por indicios de malos manejos en el programa Agua para Todos.
Poco importa, a estas alturas, la verdad o falsedad de las acusaciones. Importa lo que perciba el electorado de ellas. La dosificación de los ataques y el timming en que se están produciendo, para que revienten justo a tiempo del proceso electoral, demuestran el cálculo político. García y el APRA lo sabían: es parte de las reglas de juego no escritas.
Cuando decidieron no presentar candidato presidencial en 2011 y terminaron con una minibancada de dos congresistas efectivos, sabían a lo que se exponían. Hoy García quiere ser candidato. Falta por ver su capacidad de asimilación y preguntarse qué pasaría si el APRA no tuviera posibilidad real de ganar. ¿Vale la pena arriesgarlo a comerse una derrota para ganar presencia en el Congreso? ¿O vale más preservar la imagen ganadora de su mejor carta al 2021 con el terreno más despejado?
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