domingo, septiembre 20, 2015

LA FUNDACIÓN DEL PAP




Por: Germán Luna Segura 
1930 seria un año de crisis y definiciones. El tiempo de la farra leguiista se había agotado y ya no quedaba nada en las arcas fiscales del mentado auge del guano y el salitre.
Víctor Raúl Haya de la Torre había nacido en Trujillo, en tierras de La Libertad en la costa peruana y conoció de cerca el drama de la explotación del obrero y el campesino condenados a interminables e inhumanas jornadas de trabajo por salarios insignificantes. Llamado a levantar la voz, su paso por la Universidad Mayor de San Marcos impondría su claro liderazgo como presidente de la Federación de Estudiantes y activo dirigente en las jornadas de lucha por las ocho horas de trabajo. Luego seria la Reforma Universitaria y las movilizaciones por la libertad de conciencia en 1923, eventos sociales por los que fue perseguido, encarcelado y finalmente enviado al exilio donde, el 7 de mayo de 1924, en México, fundaría el APRA como movimiento antiimperialista continental.
Tras ocho años de aprendizaje y propaganda por todo el mundo, el líder aprista volvió a la patria en 1931 para enfrentar un proceso eleccionario como candidato a la presidencia respaldado por el entusiasmo de las muchedumbres y un gran partido cuya organización se convertía desde entonces, en el motor de la Nación.

En otro taller de carpintería

La vanguardia obrera local y los estudiantes integrados a las células apristas desde la segunda década del siglo pasado, dieron forma al activo y nuevo movimiento en el Perú, razón por la que Haya de la Torre encargaría volver con indicaciones puntuales a dos reconocidos líderes en el exilio, Luis Heysen Inchaustegui y Luis Eduardo Enríquez.
El 20 de setiembre de 1930 entre las 7 y las 8 de la noche, en el taller de un carpintero ubicado en la misma Plazuela del Teatro de Lima, se cumpliría el encargo fundándose la Sección Peruana del APRA Continental. Los principios de la nueva organización política habían sido claramente expuestos en el número de diciembre del año 1926 de la revista inglesa “The Labour Monthly”, What´s the A.P.R.A.,donde se consagran los cinco puntos que justifica la creación de un Frente Único integrador de los países del Sur y Centro América.
Una sencilla mesa vulnerada por el tiempo, lucía cubierta por una bandera roja en cuya parte central, en círculo dorado, se reflejaba el perfil de Indoamérica. Era la misma bandera con la que se fundó el APRA y en cuya inspiración participó el eximio pintor y muralista mexicano Diego Rivera.
En el cónclave se dio lectura a una proclama remitida desde Berlín por Haya de la Torre, el acto fue presidido por Luis Eduardo Enríquez quien fue encargado de la secretaría general del Comando de Acción hasta que meses después, el I Congreso Nacional eligió a Carlos Manuel Cox Rosse como Secretario General y un nuevo Comité Ejecutivo en el que destacaría la presencia de Lucia Haya de la Torre y Magda Portal, dos mujeres combativas y resueltas que, aún sin derechos civiles, asumieron sus roles en la lucha social en la que las acompañaría Julián Petrovick, el primer gran secretario de organización del partido e infatigable combatiente que venía de cumplir cárcel en la isla penal El Frontón.
Quien hubiera podido sospechar que en el Perú, como en la vieja historia del cristianismo, en un humilde taller de carpintería, ubicado en la Plazuela del Teatro número 278, entre el jirón Huancavelica y las calles Calonge y Lartiga, al frente del Teatro Principal -hoy Teatro Segura-, en el centro mismo de la ciudad de Lima y a sólo unos pasos del propio “Palacio de Gobierno”, se produciría un acontecimiento fabuloso que definiría el nuevo rumbo de la historia peruana, agrupando el espíritu de cambio de las generaciones precursoras y acompañando a las juventudes y el proletariado en lo que sería una larga lucha contra la pobreza y la opresión.

El legado de un aprismo popular para el Perú futuro

Desde entonces el aprismo ha sido un referente importante y su tarea histórica, la plataforma de hombres libres para construir un Estado promotor, justo árbitro entre las complejas relaciones entre el capital y el trabajo y capaz de impulsar políticas de desarrollo y bienestar por el cual se revolucione el statu-quo de la realidad casi permanente de hambre, falta de oportunidades y seguridad que vive nuestro pueblo.
La necesidad de una nueva conciencia nacional hizo que el aprismo impulsara la organización sindical y las organizaciones sociales para un activismo signado por la urgencia de la recuperación moral y el respeto a los derechos conquistados como un valor intangible, ejes centrales de una alternativa que desde 1930 ha mantenido inalterable sus proclamas en el exigencia de resolver de una buena vez, el viejo debate por el que la economía debe someterse a los intereses del hombre y no de manera inversa.
Alan García ha escrito con acierto sobre el aprismo, que es, “la mejor expresión de un partido de masas, enriquecido por su vitalidad organizativa, por la extracción chola y provinciana de la mayoría de sus miembros, lo que continúa distanciándola del grupo privilegiado y propietario” y ello es verdad, en tanto el permanente proceso de renovación y democratización partidaria le ha permitido mantener identidad social y además enfrentar los retos del siglo XX para ingresar al siglo XXI, exhibiendo obra de gobierno  y mostrando una vitalidad institucional que sorprende y que le reconocen hasta sus más severos adversarios.
Ayuda a entender las razones de la larga historia del aprismo, el hecho que sorteando los avatares de la lucha política, los principales líderes del aprismo, encabezados por el propio Haya de la Torre hayan preservado esa visión moral de su actuación pública y privada que dio talla de estadista y constituye el paradigma de una ciudadanía integral, no sólo porque fueron capaces de dar forma y contenido a una propuesta que integra al hombre y la política en afán de servicio, sino porque insistió en la necesidad de romper con los moldes de esa visión politiquera, centralista y dependiente que en todos los tiempos del pasado cercano, sometió a nuestro país al capricho de gobernantes miserables y aventureros que se han enriquecido a costa de la cosa pública, permitiendo la debacle moral del país y el atropello de potencias extranjeras que han vulnerado nuestros derechos y destino como pueblo y como Nación.
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