domingo, mayo 05, 2019

Alan García Pérez: Testimonio personal


Por: Wilfredo Pérez Ruiz

Vivió a una cuadra de mi domicilio, en la calle Donatello, en San Borja a finales de la década de 1970. Por vez primera lo vi en la Casa del Pueblo cuando militaba en el círculo de estudios de la Secretaría Nacional de Relaciones Internacionales (1983). Su liderazgo empezaba a ser avasallador.

El 5 de junio de 1987, “Día Mundial del Medio Ambiente”, me recibió en Palacio de Gobierno para una audiencia con los representantes de la colectividad campesina de Lucanas, propietaria de las tierras de la afamada Reserva Nacional de Pampa Galeras (Lucanas, Ayacucho). En mi calidad de apoderado solicité la cancelación de la compensación económica adeudada por el Estado a la comunidad por ceder sus terrenos para instituir esta área natural protegida (1967).

Inmutó a los emisarios lucaninos Salvador Herrera Rojas y Urbano Rojas Escajadillo, su favorable y expeditiva intermediación. En presencia nuestra ordenó al encargado de la cartera de Agricultura, Remigio Morales Bermúdez, resolver este pendiente con estos términos: “Te los mando en este instante y no me los mezas”. Llegaban a su término 20 años de infatigable espera, largas tramitaciones, incontable trabas burocráticas e inquebrantables obstáculos en perjuicio de esta población rural.

Soy testigo directo de su enfático apoyo a los avatares de Felipe Benavides, eximio defensor de nuestra biodiversidad, en su afán de lograr la aprobación internacional para elaborar telas de vicuña. Su impetuoso empeño por sacar adelante la ansiada industrialización de la lana de este camélido, recibió el espaldarazo del titular del Poder Ejecutivo. Sin embrago, fueron indudables las “sórdidas maniobras puestas en práctica” proveniente de controvertidas organizaciones conservacionistas y de consorcios textiles, como aseveró el memorable Nicanor Mujica Álvarez Calderón.

Pocas veces un dignatario se identificó con una temática percibida como lejana e intrascendente en relación a las adversidades y urgencias que ocupaban la atención gubernamental. De esta forma lo evidenció su discurso en la FAO (1985): “…Debemos considerar el medio ambiente y los recursos naturales como elementos fundamentales en la planificación” y la posterior creación del Ministerio del Ambiente (2008).

Hace unas semanas le obsequié mi publicación “Felipe Benavides – Señor de la Ecología”, acompañada con estas palabras: “…En mi condición de discípulo y cercano colaborador de Felipe, agradezco el invalorable y permanente respaldo brindado, durante su primer mandato constitucional, para posibilitar el aprovechamiento racional de la fibra de vicuña a través de la confección de las telas registradas con la marca ´Vicuñandes-Perú´, provenientes de la esquila de animal vivo”.

El joven inquilino de la Casa de Pizarro puso a disposición de Felipe el helicóptero presidencial para la grabación de la película “Benavides” -producida por la prestigiosa compañía Saxon Logan Film Productions Ltd. del cineasta norteamericano Saxon Logan, ganador de un premio Emmy- estrenada en Londres el 13 de enero de 1991 y televisada por diez millones de personas en Europa. Este documental incluyó bellas escenas de Paracas y Pampa Galeras.

Convinimos en el hogar de Nicanor Mujica (noviembre, 2002) durante la simbólica entrega de su ficha de reinscripción en su lecho de muerte. Fue un íntimo homenaje en la tarde de su vida. Visible eran la emoción del emblemático Armando Villanueva del Campo, primer secretario general e integrante de la generación fundadora de la Federación Aprista Juvenil (FAJ) y de quienes forjamos un vínculo efusivo con este peruano de inmensa dimensión ética y patriótica.

Dos años más tarde fui invitado, por Javier Barreda Jara, para participar en el encuentro de escritores y compositores apristas realizado en el despacho del expresidente. Ante un auditorio de asistentes de diversas regiones del país, me pidieron presentar mis libros, ensayos y el volumen titulado “Epistolario” -cuya recopilación y edición tuve a mi cargo- que reúne las misivas entre Felipe Benavides y Manuel Seoane Corrales.

Al día siguiente mi buen amigo Carlos Roca Cáceres se comunicó conmigo para comentarle que, en la sesión de la Comisión Política, el autor de “El futuro diferente” había leído los nombres de quienes deben ser promovidos en el partido: el mío había sido incluido.  Por su parte, Javier Tantaleán Arbulú aseveró en su artículo “El trabajo silencioso de Alan García” (Correo, diciembre 18 de 2004): “…El ecologista Wilfredo Pérez Ruiz y el especialista en historia virreinal Fernando Ayllón. Alvaro Quispe, joven poeta que ha publicado ´Esclavo del rock´. Destacó Elar Vallejo que expuso su trabajo ´¿Neoaprismo?: una propuesta desde Lambayeque´. La reunión fue una demostración del descubrimiento de un conjunto de jóvenes valores que con tenacidad y talento vienen desarrollando su trabajo intelectual”.

En marzo de 2005 me hizo llamar para un conclave en su oficina con la finalidad de analizar la coyuntura con miras a las elecciones generales. Luego de su alocución, en la que formuló un recuento de la situación partidaria, pidió nuestra opinión. Fui uno de los últimos en intervenir y evité desaprovechar la ocasión para dejar constancia de mis apreciaciones en presencia de Javier Barreda, Javier Morán, Luis Jiménez, Nelson Vásquez, Manuel Campana, entre muchos otros.

Cuestioné a los que guardan mutismo cómplice y, únicamente, le dicen lo que él quiere escuchar; censuré el proceder de aquellos cuya sobrevivencia depende de su próximo acceso al poder; critiqué la existencia de sombrías sectas que lo distancian de las bases apristas; subrayé la necesidad de lograr que el partido se reencuentre con la sociedad y vuelva a ser un espacio de discernimiento de la compleja realidad peruana. Por último, advertí mi disconformidad con los resultados del último evento partidario en el que fueron palpables el fraude, la adulteración de los padrones, la manipulación de los delegados e infinidad de anomalías. Escuchó en silencio y con respeto mis puntos de vista.

En su segunda administración me dio un encargo de profunda significación: la presidencia ad honorem del Consejo Directivo del Patronato del Parque de Las Leyendas (agosto, 2006). Las circunstancias me llevaron a ocupar la silla de un compatriota con el que compartí los últimos siete años de su existencia (1984-1991) y que, además, me involucró en la conservación ambiental: Felipe Benavides Barreda. Mi nombramiento estuvo antecedido por su deseo de asignarme otros compromisos que él consideraba de superior importancia. Así lo confirmó la ministra de la Mujer y Desarrollo Social, Virginia Borra Toledo, al convocarme para oficializar mi nominación.

La insólita decisión de transferir esta institución arqueológica, botánica y zoológica del ámbito del gobierno central a la Municipalidad Metropolitana de Lima, determinó mi alejamiento del cargo. En mi carta de renuncia del 26 de marzo de 2007, dije al presidente de la república: “…No quiero dejar de expresar mi sincera y permanente gratitud hacia usted, que me permitió conducir -de manera breve, pero intensa- la entidad con la que mayor identificación me ha unido y por medio de la cual aprendí a conocer e interpretar al Perú, entre otras razones, por mi relación afectiva con Felipe Benavides”.

Un comentario final: a la luz del aciago deceso de Alan García Pérez es imprescindible el surgimiento de cuadros alternativos en un congreso nacional que asegure la designación transparente de sus autoridades. Un aspecto que no debe pasar inadvertido está referido a la tan esperada renovación. Para empezar, obviemos entenderla como un fenómeno puramente generacional; implica aspectos morales.

Anhelo que en este momento de congoja se abran paso la democracia, la tolerancia cívica y la voluntad de restablecer el concepto del “partido escuela”. Estamos ante una grave disyuntiva al interior de una agrupación que es patrimonio de todos los peruanos, legado de hombres y mujeres cabales, ilusión de los más necesitados, semillero de luchadores sociales y alforja de aspiraciones ciudadanas.

Concluyo reafirmando mi coincidencia con lo manifestado por el honesto, leal e íntegro dirigente aprista y discípulo predilecto de Víctor Raúl, Carlos Roca: “No puede responsabilizarse a nadie de su muerte, lo digo con sinceridad; es un exceso de algunos compañeros que han estado sumamente impactados. Inclusive, creo que no se debe utilizar su muerte para encubrir hechos que innegablemente tienen que ser investigados y sancionados por las instancias respectivas. No es la hora de agravios sino de reconciliación nacional. Es la hora de que, con sentido autocrítico analicemos las razones por las que nos encontramos en esta situación. La gran tarea del APRA es recuperar la credibilidad para volver a ser el gran partido que fue con Haya de la Torre”.
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