Por Alan Rivera.
Si se revisa la historia podremos ver con satisfacción el tremendo salto que ha dado la sociedad en todo sentido. En cuanto a los derechos de la mujer, también. Aunque aún en muchas partes del mundo hay opresión e injusticias, en la mayoría de países occidentales las leyes y normas dan igualdad de derechos civiles, políticos y económicos a mujeres y hombres, y aunque a veces no se cumplan, está en nosotros hacer que se cumplan. Y en ese camino tengo algo muy claro: para mí la igualdad ante la ley no implica igualdad de ambos sexos, o igualdad de roles. Eso es imposible: hombres y mujeres somos diferentes y nuestra naturaleza nos da roles distintos en varios aspectos, y también gustos y tendencias naturalmente distintas. Por citar un aspecto, lo diré como padre viudo que he criado y aún crío a mis hijos solo: los roles de padre y madre son irremplazables por el sexo opuesto y por eso, me suena tan inútil y falaz esa frase victimista que dice “soy padre y madre al mismo tiempo”. Por eso también, aprecio y valoro a la mujer, porque sé lo que significa su ausencia. Y por eso, no estoy ni estaré de acuerdo con los privilegios que los movimientos hembristas de hoy quieren imponer. Manipulados desde la izquierda hipócrita (neomarxistas, caviares, progres y comunistas reciclados) exigen cuotas en la política y etiquetan a la sociedad haciéndola ver como un producto intencional abusivo del sistema “heteropatriarcal”, a fin de buscar destruir nuestras costumbres, nuestra educación, nuestra moral. Porque una cosa es mejorar y corregir y otra muy distinta pretender destruir todo, a fin de “construir” supuestamente algo nuevo. El hembrismo de hoy ha desnaturalizado la lucha primigenia y justa por la igualdad de derechos de hombres y mujeres ante la ley cambiándolo por el mismo objetivo que la “lucha de clases” marxista, pero ahora desde la crítica al sistema desde el sistema mismo (Marcuse y el neo marxismo de la Escuela de Frankfurt). Todo está mal para estos grupos, que unidos a los lobbies lgbtq, ecologistas, indigenistas, etc., buscan desacreditar todo: la educación, la religión, la familia, la pareja heterosexual, la democracia.
Yo celebro hoy a la mujer, y doy gracias a Dios por rodearme de mujeres increíbles: tuve una Madre cuyo amor fue gigantesco; tengo una hermana cuya inteligencia y habilidades son impresionantes; tuve una extraordinaria mujer como esposa, madre ejemplar y gran profesional; tengo dos hijas, preciosas princesas, inteligentes y virtuosas; y tengo una novia inteligente, independiente, excelente madre y empresaria exitosa. Las mujeres que me rodearon y me rodean son suficiente razón para saber que ninguna mujer necesita privilegios para realizarse como ser humano, sino sólo igualdad de oportunidades y de condiciones. En el Día Internacional de la Mujer me vienen a la mente estas reflexiones, y agradezco a Dios que me rodeó y me rodea de mujeres muy conscientes de que su propósito en la vida no necesita de favores ni trucos politiqueros para alcanzar sus objetivos. Como dijo Marie Curie, la primera persona en recibir dos Premios Nobel: “Yo no quiero privilegios por ser mujer. De ser así, creería que soy inferior a un hombre, y eso no es verdad”.
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