jueves, junio 28, 2007

En donde el viejo habla del pasado

Por Luis Ortega. Desde New York.

Mis recuerdos de México son un poco vagos, hace muchos años que dejé de ir al país. Tal vez un poco preocupado por la altura, que me hacía daño, y por el recuerdo de algunos amigos que habían tenido serios problemas por lo mismo. Recuerdo, sin embargo, que hace muchos años, en unos de mis viajes, desde Miami, conocí a Ernesto Guevara, fotógrafo, el que más tarde iba a convertirse en el Che. Eso ocurrió a raíz del conflicto en Guatemala. Guevara había salido huyendo del conflicto que se había provocado en aquella ciudad y se buscaba la vida malamente haciendo fotografías por las calles. No creo que ganara mucho con aquella ocupación y tampoco me parecía que la tomara muy en serio. Todavía no se había producido el encuentro con Castro, que estaba en prisión. Al igual que él, yo era ya un exiliado.

Recuerdo que hablamos durante largas horas en el bar del hotel donde yo paraba, que creo era el Regis, si no me falla la memoria. Era un hotel más pequeño que el Prado, que estaba al frente. En aquellos tiempos a Guevara le interesaba mucho la situación cubana y no cesaba de hacerme preguntas. Es probable que haya sido yo, precisamente, el que le despertó el interés por Castro y por Cuba.

Después que me marché de México para ir a Guatemala perdí el contacto con el individuo. Andando los años, ya en 1959, en los primeros meses, sería por el mes de febrero, iba yo por la calle Obispo, en La Habana, cuando me topé con un argentino muy simpático, viejo amigo, y al verme me dio un fuerte abrazo y me dijo a gritos que el Che me andaba buscando. Me insistió en que fuéramos a La Cabaña. Por supuesto, yo evadí la cosa y le dije que yo lo llamaría. En realidad, fue que me asusté, porque yo sabía que me estaban buscando. Unos días más tarde descubrí que Guevara quería verme para que yo le diera información sobre los argelinos. A las pocas semanas me fui de Cuba.

Yo había salido de la isla en 1953, a raíz del asalto al Moncada, cuando el gobierno de Batista había asaltado el diario Pueblo, que yo dirigía. Allí comenzó mi largo exilio, que aún dura y que solamente terminará con mi muerte. A los 91 años no anda muy lejos.

Cuento estas cosas viejas para recordar que yo escribí, tal vez, el primer libro que se escribió sobre el Che Guevara a los pocos meses de su muerte y que fue publicado por un editorial de México. Aquel libro no circuló mucho, pero tenía datos interesantes. Se perdió en la enorme cantidad de libros que se escribieron sobre el argentino. Ahora, al fin, una editorial española según me dicen, quiere re-editar el libro con un prólogo mío. Bendita sea.

POSTDATA.-- Yo no sé si soy el exiliado más viejo que anda hoy deambulando por Miami. Debe haber otros. Millo Ochoa me supera en la edad y se mantiene firme. Ya yo no escribo nada en Miami porque no hay donde. Carlos Alberto Montaner, hace años, me cerró las puertas del Miami Herald. Fui uno de los primeros columnistas del Diario Las Américas, en el año 1953, cuando acababa de llegar al destierro y se acababa de fundar el diario. No voy a hablar del incidente. De los dos periódicos renuncié voluntariamente y mis razones tenía entonces. Con estas exclusiones y puesto que no hay más periódicos diarios en Miami, he preferido escribir en Nueva York, donde la profesión se ejerce con más honor. Nunca he pertenecido a ningún partido o secta en Miami ni he recibido dinero de nadie. He criticado duramente, durante años, la conducta de mis paisanos en el caso de Cuba. Creo que algunos han distorsionado mi imagen en Miami, ya sea por envidia o por estupidez. O por las dos cosas.

Como conozco bien Miami, puesto que llevo ya unos 54 años vinculado a esta ciudad, tengo opiniones chocantes. He logrado algo extraordinario. En Cuba, ahora, me piden la cabeza por lo que escribo. Está bien. En Miami no me conocen y algunos atorrantes hablan mal de mí. Bienvenidos sean. Yo he vivido a la luz del sol y todo lo que he hecho o dicho ha sido sin tapujos. Sin negocios. Sin servidumbre. Esta ciudad de Miami está llena de los peores elementos del régimen de Castro que optaron por cambiar de opinión cuando la cosa se puso dura. Es increíble la hipocresía de estas gentes en su afán por ocultar el pasado tenebroso al servicio del régimen de Cuba.

Fuente: DIARIO LA PRENSA
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