Por un lado están los gremios del sector exportador, que son los obvios perjudicados por la depreciación del dólar ante el efecto que tiene en la utilidad de sus empresas. Por ello, le reclaman al gobierno que tome medidas para compensar las pérdidas que sufren.
Adex ha recomendado, específicamente, que el BCR eleve las compras de dólares y, además, que se pague impuestos en esa moneda. Sin embargo, el BCR ya ha elevado las adquisiciones -hasta más de US$7,500 millones en lo que va del año- para enfrentar un fenómeno que es mundial y que se deriva de la evolución de la economía estadounidense.
En la otra acera del debate están los que creen que la cotización de dólar responde a las condiciones actuales del mercado, frente a las cuales las empresas y las personas deben adaptarse y tomar decisiones. Todas las previsiones apuntan a que la cotización de ahora es la que veremos por un buen tiempo más.
El BCR y el gobierno -a través del MEF- están más cerca de este este último enfoque, y se proponen mantener la política seguida hasta el momento.
Hace bien el BCR al actuar de ese modo. Primero, porque su papel es pensar en favor de toda la economía y no solo de un sector, en este caso el exportador. Pero, segundo, y quizá más importante, porque su respuesta se sustenta en una posición coherente con el mercado y la confianza en este.
El problema es que muchos de los que dicen defender al mercado están dispuestos a ceder en sus convicciones cuando este produce efectos que perjudican sus bolsillos. Es la diferencia entre priorizar el mercado o la empresa, o entre ser 'pro-market' o 'pro-business'.
Si el BCR actuara diferente, ¿cómo podría explicarle al empleado que, como cobra su sueldo en soles y tiene una deuda con el banco en dólares, y se beneficia, por tanto, de lo que está pasando, ahora el mercado ya no es tan bueno como se le decía antes que era?
0 comentarios:
Publicar un comentario