Empiezo esta tercera y última sección sobre los peligros que asechan al vertiginoso desarrollo de la economía china haciendo acuse de recibo de los valiosos comentarios sobre mis escritos anteriores que generosamente me envió Terry Mahony.
Se dice que las cosas hay que tomarlas como de quien vienen, y en este caso no puedo pensar en una opinión más acreditada que la del Sr. Mahony quien es un manejador de fondos en mercados emergentes con una trayectoria casi legendaria.
El Sr. Mahony fue uno de los pioneros en el desarrollo de vehículos para invertir en América Latina, Asia y otros mercados, muchos años antes de que estuviera de moda hacerlo. Durante años manejó con incuestionable éxito fondos para Baring Asset Management, HSBC Asset Management y TCW –Trust Company of the West- donde estuvo a cargo de mercados emergentes a nivel global. Desde hace años vive en Malasia y está en el directorio de IMS –Investment Manager Selection- y del China Atlantis Fund.
El Sr. Mahony me dice estar de acuerdo con mis argumentos con respecto a China. Sin embargo, me dice que debemos recordar que “en Asia los ‘booms’ duran más de lo que la gente espera”. “Un caso a destacar –además de Japón- es el de Taiwán, donde los múltiplos en el mercado accionario se acercaron a cien veces utilidades.” Me dice que la transformación que él ha presenciado en China, a donde va dos veces por año, es indescriptible y me da como ejemplo a Shenzen, cerca de Hong Kong, que “hace quince años era un pueblo de pescadores con ochenta mil habitantes, y hoy es una metrópolis con más de doce millones de habitantes”.
Me dice también que la diferencia fundamental entre el ejemplo que di de Japón y la realidad hoy en día de China es que el primero tenía sólo ciento diez millones de habitantes, mientras que China tiene mas de mil trescientos millones. En su opinión, se trata del desarrollo de una nueva potencia y de una nueva civilización… “lo hacen cada mil años”.
En su opinión, los peligros de inflación y de descontento social de los que hablo son reales; sin embargo, me dice que estos se traducirán en mayor volatilidad, pero no necesariamente en un colapso. “Volveré a duplicar mi inversión en los próximos dos años”… “El crecimiento de las utilidades generadas por las compañías chinas a tasas de 20%, 30% o más, es espectacular”… “el mundo está cambiando; y el otro país a observar es Vietnam”.
Una vez más, viniendo estos comentarios de un verdadero experto con décadas de experiencia en mercados emergentes, y particularmente en Asia, son dignos de ser tomados en cuenta.
Como he dicho antes, veo improbable un derrumbe del mercado accionario chino antes de los Juegos Olímpicos. Por el mismo motivo –y por el alto nivel de inversión implícita en éstos- tampoco veo una fuerte desaceleración de esa economía en los próximos meses. Sin embargo, es precisamente el hecho que se esté posponiendo una serie de ajustes -que deberían darse antes- lo que me preocupa. Tanto la inflación como la aceleración en la formación de una burbuja pueden tener un efecto más contundente si tardan en corregirse.
Las burbujas en los mercados financieros pueden tener un impacto en la economía real sólo cuando afectan el patrimonio de un amplio número de inversionistas, cambiando sus patrones de consumo; o cuando afectan a las instituciones financieras que les dan la capacidad para participar de la bonanza, utilizando crédito bancario en forma excesiva. Si eso está pasando aún con los bancos estadounidenses, imagínese lo que podría pasar con la aún frágil banca china.
Es también enteramente probable que coincida la desaceleración de la economía China con que la economía estadounidense comience a salir de su “recesión”. Sin embargo, es al menos marginalmente posible que ocurra lo inesperado y que se forme algún tipo de “tormenta perfecta”, particularmente si se ve influida por algún tipo de choque externo. En un mundo plagado de terrorismo, con un posible ataque de Estados Unidos a Irán y con crisis regionales con alcance global; el escenario no es del todo descabellado.
Por ello, aunque lo veamos como un simple ejercicio intelectual, quisiera tocar la última posible fuente de inestabilidad en China: el surgimiento de descontento social.
Si seguimos la trayectoria del impacto en la economía real de la burbuja en los precios de la vivienda en los Estados Unidos, el “enriquecimiento” de la población –conforme se revaluaban sus casas- provocó un fuerte crecimiento en el consumo, y una consecuente contracción del ahorro. Si bien es cierto que en el caso estadounidense se trataba de una burbuja en los precios del activo más importante en el patrimonio familiar, es aún relevante reconocer cuánto mejoró el nivel de vida de la familia promedio por el simple hecho de que se gastaron lo que de otra forma hubiesen ahorrado. Ahora será interesante ver qué pasa en términos de ambiente social con una población que gradualmente se va dando cuenta de que es menos “rica” de lo que pensaba.
China ha tenido una trayectoria casi exactamente inversa a la del crecimiento del consumo estadounidense, que equivale a 70% del producto interno bruto de ese país. El gasto en consumo chino ha bajado de 47% del PIB a principios de los noventa a 36% el año pasado. Es interesante observar que también el ahorro se ha reducido en el mismo período, bajando de 21% del PIB a 15% (aun medida en relación al ingreso disponible la tasa marginal bajó de 30% a 25%). Esto último a pesar de que las familias chinas necesitan hacer provisiones para educación, salud, y para su retiro.
Lo que explica la caída simultánea de ahorro y consumo a nivel de las familias es el hecho que la proporción de salarios en el PIB ha bajado de más de 50% del PIB a menos de 40% en los últimos diez años. Aún en un país donde la gente emprende proyectos y tiene acceso a financiamiento, como los Estados Unidos, los salarios son más de 56% del ingreso nacional. La baja en la masa salarial china se ha dado en forma simultánea con un incremento en la productividad, y pudiera explicarse porque los sueldos se han reducido como consecuencia de la enorme oferta de trabajo. Otra explicación pudiera estar en la falta de acceso de pequeñas empresas a crédito para financiar capital de trabajo (The Economist; “A workers’ manifesto for China”. Octubre 11, 2007).
Es interesante observar que una de las distorsiones ocasionadas por mantener bajas tasas de interés para evitar el fortalecimiento del yuan, es que fomenta modelos de empresa que son intensivos en el uso de capital barato. Un yuan débil también promueve la producción de manufacturas para exportación por encima de inversión en el sector de servicios que se beneficiaría de mayor poder adquisitivo y que emplearía a más gente.
Y el crecimiento del empleo es una variable importante en un país donde 60% de la población es rural y, a pesar de ello, la contribución de la agricultura al PIB se ha reducido 25% desde 1990. La migración del campo a las ciudades continuará, y no me queda claro que la economía seguirá teniendo capacidad para absorber un flujo que apenas logra emplear a pesar de sus meteóricos niveles de crecimiento económico.
El sector rural chino dista mucho de vivir la abundancia que hay en Beijing o Shangai; 40% de los pueblos chinos no tienen acceso a agua corriente y la frustración va creciendo entre 700 millones de campesinos.
Hay miles de protestas populares cada año en China. El liderazgo para movilizar a los campesinos puede provenir de un numeroso sector de quienes han dejado las fuerzas armadas para incorporarse –no voluntariamente- a la vida civil. Se estima que hay alrededor de veinte millones de ex soldados en las áreas rurales; tan sólo siete millones de ellos salieron del ejército en los últimos tres años. Este es un sector peligroso de gente con capacidad de organización que sale de un mundo militar con valores “idealistas” y que hoy se ve confrontada con la corrupción que impera en la sociedad china; por ello se pueden volver en el eslabón que hace falta para unir a diferentes sectores que se encuentran marginados del desarrollo.
Es importante poner en perspectiva la importancia que ha tenido el ejército. Hay que recordar que el Partido Comunista pudo mantenerse en el poder gracias a la efectiva represión que hicieron las fuerzas armadas de las protestas en pro de la democracia en la Plaza de Tiananmen en 1989.
La apertura política, que pudiera dar un foro a quienes han sido marginados por el vertiginoso desarrollo, está lejos de darse. En la versión número 17 del Congreso Nacional del Partido Comunista, que se celebró hace unas semanas, el presidente Hu Jintao cerró la puerta a cualquier posibilidad de reforma democrática. La siguiente versión de éste, la máxima autoridad del partido, ocurrirá en el año 2012.
Me cuesta trabajo pensar que un país puede desarrollarse en forma definitiva sin tener un estado de derecho que funcione. En una sociedad plagada de corrupción, como la China, los incentivos para mantener el status quo se encuentran aún mucho más arraigados. El problema social, sin embargo, se agrava conforme la diferencia entre ricos y pobres se hace más evidente.
Como dije al principio de esta serie de artículos, es posible que el crecimiento económico en China se siga dando. Sin embargo, hay una serie de factores que se han alineado para permitir que éste se dé en forma continua, y no podemos asumir que necesariamente éstos seguirán estando presentes.
¿Estamos en los albores de una nueva era? Es posible. Sin embargo, no está de más tener en mente dónde están los eslabones más débiles, y qué ocurre si alguno de ellos se vence.
Se dice que las cosas hay que tomarlas como de quien vienen, y en este caso no puedo pensar en una opinión más acreditada que la del Sr. Mahony quien es un manejador de fondos en mercados emergentes con una trayectoria casi legendaria.
El Sr. Mahony fue uno de los pioneros en el desarrollo de vehículos para invertir en América Latina, Asia y otros mercados, muchos años antes de que estuviera de moda hacerlo. Durante años manejó con incuestionable éxito fondos para Baring Asset Management, HSBC Asset Management y TCW –Trust Company of the West- donde estuvo a cargo de mercados emergentes a nivel global. Desde hace años vive en Malasia y está en el directorio de IMS –Investment Manager Selection- y del China Atlantis Fund.
El Sr. Mahony me dice estar de acuerdo con mis argumentos con respecto a China. Sin embargo, me dice que debemos recordar que “en Asia los ‘booms’ duran más de lo que la gente espera”. “Un caso a destacar –además de Japón- es el de Taiwán, donde los múltiplos en el mercado accionario se acercaron a cien veces utilidades.” Me dice que la transformación que él ha presenciado en China, a donde va dos veces por año, es indescriptible y me da como ejemplo a Shenzen, cerca de Hong Kong, que “hace quince años era un pueblo de pescadores con ochenta mil habitantes, y hoy es una metrópolis con más de doce millones de habitantes”.
Me dice también que la diferencia fundamental entre el ejemplo que di de Japón y la realidad hoy en día de China es que el primero tenía sólo ciento diez millones de habitantes, mientras que China tiene mas de mil trescientos millones. En su opinión, se trata del desarrollo de una nueva potencia y de una nueva civilización… “lo hacen cada mil años”.
En su opinión, los peligros de inflación y de descontento social de los que hablo son reales; sin embargo, me dice que estos se traducirán en mayor volatilidad, pero no necesariamente en un colapso. “Volveré a duplicar mi inversión en los próximos dos años”… “El crecimiento de las utilidades generadas por las compañías chinas a tasas de 20%, 30% o más, es espectacular”… “el mundo está cambiando; y el otro país a observar es Vietnam”.
Una vez más, viniendo estos comentarios de un verdadero experto con décadas de experiencia en mercados emergentes, y particularmente en Asia, son dignos de ser tomados en cuenta.
Como he dicho antes, veo improbable un derrumbe del mercado accionario chino antes de los Juegos Olímpicos. Por el mismo motivo –y por el alto nivel de inversión implícita en éstos- tampoco veo una fuerte desaceleración de esa economía en los próximos meses. Sin embargo, es precisamente el hecho que se esté posponiendo una serie de ajustes -que deberían darse antes- lo que me preocupa. Tanto la inflación como la aceleración en la formación de una burbuja pueden tener un efecto más contundente si tardan en corregirse.
Las burbujas en los mercados financieros pueden tener un impacto en la economía real sólo cuando afectan el patrimonio de un amplio número de inversionistas, cambiando sus patrones de consumo; o cuando afectan a las instituciones financieras que les dan la capacidad para participar de la bonanza, utilizando crédito bancario en forma excesiva. Si eso está pasando aún con los bancos estadounidenses, imagínese lo que podría pasar con la aún frágil banca china.
Es también enteramente probable que coincida la desaceleración de la economía China con que la economía estadounidense comience a salir de su “recesión”. Sin embargo, es al menos marginalmente posible que ocurra lo inesperado y que se forme algún tipo de “tormenta perfecta”, particularmente si se ve influida por algún tipo de choque externo. En un mundo plagado de terrorismo, con un posible ataque de Estados Unidos a Irán y con crisis regionales con alcance global; el escenario no es del todo descabellado.
Por ello, aunque lo veamos como un simple ejercicio intelectual, quisiera tocar la última posible fuente de inestabilidad en China: el surgimiento de descontento social.
Si seguimos la trayectoria del impacto en la economía real de la burbuja en los precios de la vivienda en los Estados Unidos, el “enriquecimiento” de la población –conforme se revaluaban sus casas- provocó un fuerte crecimiento en el consumo, y una consecuente contracción del ahorro. Si bien es cierto que en el caso estadounidense se trataba de una burbuja en los precios del activo más importante en el patrimonio familiar, es aún relevante reconocer cuánto mejoró el nivel de vida de la familia promedio por el simple hecho de que se gastaron lo que de otra forma hubiesen ahorrado. Ahora será interesante ver qué pasa en términos de ambiente social con una población que gradualmente se va dando cuenta de que es menos “rica” de lo que pensaba.
China ha tenido una trayectoria casi exactamente inversa a la del crecimiento del consumo estadounidense, que equivale a 70% del producto interno bruto de ese país. El gasto en consumo chino ha bajado de 47% del PIB a principios de los noventa a 36% el año pasado. Es interesante observar que también el ahorro se ha reducido en el mismo período, bajando de 21% del PIB a 15% (aun medida en relación al ingreso disponible la tasa marginal bajó de 30% a 25%). Esto último a pesar de que las familias chinas necesitan hacer provisiones para educación, salud, y para su retiro.
Lo que explica la caída simultánea de ahorro y consumo a nivel de las familias es el hecho que la proporción de salarios en el PIB ha bajado de más de 50% del PIB a menos de 40% en los últimos diez años. Aún en un país donde la gente emprende proyectos y tiene acceso a financiamiento, como los Estados Unidos, los salarios son más de 56% del ingreso nacional. La baja en la masa salarial china se ha dado en forma simultánea con un incremento en la productividad, y pudiera explicarse porque los sueldos se han reducido como consecuencia de la enorme oferta de trabajo. Otra explicación pudiera estar en la falta de acceso de pequeñas empresas a crédito para financiar capital de trabajo (The Economist; “A workers’ manifesto for China”. Octubre 11, 2007).
Es interesante observar que una de las distorsiones ocasionadas por mantener bajas tasas de interés para evitar el fortalecimiento del yuan, es que fomenta modelos de empresa que son intensivos en el uso de capital barato. Un yuan débil también promueve la producción de manufacturas para exportación por encima de inversión en el sector de servicios que se beneficiaría de mayor poder adquisitivo y que emplearía a más gente.
Y el crecimiento del empleo es una variable importante en un país donde 60% de la población es rural y, a pesar de ello, la contribución de la agricultura al PIB se ha reducido 25% desde 1990. La migración del campo a las ciudades continuará, y no me queda claro que la economía seguirá teniendo capacidad para absorber un flujo que apenas logra emplear a pesar de sus meteóricos niveles de crecimiento económico.
El sector rural chino dista mucho de vivir la abundancia que hay en Beijing o Shangai; 40% de los pueblos chinos no tienen acceso a agua corriente y la frustración va creciendo entre 700 millones de campesinos.
Hay miles de protestas populares cada año en China. El liderazgo para movilizar a los campesinos puede provenir de un numeroso sector de quienes han dejado las fuerzas armadas para incorporarse –no voluntariamente- a la vida civil. Se estima que hay alrededor de veinte millones de ex soldados en las áreas rurales; tan sólo siete millones de ellos salieron del ejército en los últimos tres años. Este es un sector peligroso de gente con capacidad de organización que sale de un mundo militar con valores “idealistas” y que hoy se ve confrontada con la corrupción que impera en la sociedad china; por ello se pueden volver en el eslabón que hace falta para unir a diferentes sectores que se encuentran marginados del desarrollo.
Es importante poner en perspectiva la importancia que ha tenido el ejército. Hay que recordar que el Partido Comunista pudo mantenerse en el poder gracias a la efectiva represión que hicieron las fuerzas armadas de las protestas en pro de la democracia en la Plaza de Tiananmen en 1989.
La apertura política, que pudiera dar un foro a quienes han sido marginados por el vertiginoso desarrollo, está lejos de darse. En la versión número 17 del Congreso Nacional del Partido Comunista, que se celebró hace unas semanas, el presidente Hu Jintao cerró la puerta a cualquier posibilidad de reforma democrática. La siguiente versión de éste, la máxima autoridad del partido, ocurrirá en el año 2012.
Me cuesta trabajo pensar que un país puede desarrollarse en forma definitiva sin tener un estado de derecho que funcione. En una sociedad plagada de corrupción, como la China, los incentivos para mantener el status quo se encuentran aún mucho más arraigados. El problema social, sin embargo, se agrava conforme la diferencia entre ricos y pobres se hace más evidente.
Como dije al principio de esta serie de artículos, es posible que el crecimiento económico en China se siga dando. Sin embargo, hay una serie de factores que se han alineado para permitir que éste se dé en forma continua, y no podemos asumir que necesariamente éstos seguirán estando presentes.
¿Estamos en los albores de una nueva era? Es posible. Sin embargo, no está de más tener en mente dónde están los eslabones más débiles, y qué ocurre si alguno de ellos se vence.
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