Escribe: Luis de la Haya
Se equivoca Nelson Manrique cuando en uno de sus últimos artículos alude una “última insurrección del APRA” vinculando esta afirmación con actos políticos que vapulea con mezquindad y que produjeron jóvenes apristas en 1954.
En realidad, fue Armando Villanueva quien ha comentado reiteradamente estos hechos con bastante acuciosidad y fidelidad histórica, mencionando en su verdadero contexto y desarrollando las características de sus motivaciones insurreccionales que coordinó el Partido del Pueblo en medio de la lacerante realidad en la que cientos de miles de peruanos eran perseguidos, encarcelados y asesinados.
Fueron, como se acredita reiteradamente en la historia del aprismo, las masas apristas las que atendieron las condiciones políticas para la protesta y las células del exterior, las que generaron aquella intensa e importante corriente internacional de condena al régimen de Odría, para el retorno de las libertades conculcadas.
Por eso es que, reducir aquel inmenso movimiento a una asonada liderada por uno o dos hombres para un objetivo mediático -aun cuando no menos importante-, como la libertad de Haya de la Torre, no sólo no es justo, sino que tampoco es exacto. El propio Guillermo Carnero Hocke, que me dispensó con su paciencia y amistad, confirmaría años más tarde que “esa fue una obra de juventudes” y por tanto, por su trascendencia, no hubiera sido posible que fuera liderizado por Luis de la Puente Uceda, entonces militante aprista, cuya presencia era más bien de tipo regional, cosa que Nelson Manrique omite por simpatía ideológica con quien después se separaría del APRA y fundaría el MIR.
Repetir propaganda comunista señor Manrique, es reinvindicar a Eudocio Rabines y sus mentiras alimentadas casi todas por “lugares comunes” en las que se distorsiona la historia popular del aprismo, primero para opacar su indiscutible liderazgo en el movimiento popular y la historia del Perú y América latina en el siglo XX y luego, para ocultar el vergonzoso silencio del comunismo en las luchas por la libertades en el Perú.
Aquella ni fue una de las últimas insurrecciones del aprismo, ni fue la obra suprema de la gloriosa Federación Aprista Juvenil que pareciera ponderar el historiador. Menos aun, los preparativos fracasaron debido a la infidencia de un supuesto e inexistente “periodista aprista” a quien Manrique no le asigna nombre porque seguramente no existe, olvidando que el movimiento insurreccional abortó, en esencia, porque soplones rentados por el Ministerio de Gobierno y Policía habían infiltrado núcleos del movimiento y continuar con los planes, no sólo era irresponsable, sino llevar a nuestra gente a una masacre segura.
Deslizar la infeliz tesis de que producida la libertad de Haya de la Torre, la dirección nacional del partido retiró el apoyo al movimiento es poco serio, las cárceles aún estaban repletas de luchadores sociales y las tareas de la lucha que estudia cómodamente el historiador se sucedían en medio de conspiraciones, ataques al núcleo central del poder y la difusión de las directivas clandestinas del partido para evitar el desaliento y el fraccionamiento alentado por el gobierno.
No hubo financiamiento de gente extraña al aprismo señor Manrique, las remesas de dinero provenientes de Buenos Aires tienen su origen en los trabajos políticos y las actividades de la más importante y dinámica célula aprista en el exterior que se recuerde, precisamente la de Buenos Aires, en tanto que el apoyo de México, República Dominicana, Panamá, Ecuador, Costa Rica y Venezuela se dio en función a la presencia de los compañeros que formaban esas células de activistas que representaban precisamente al APRA continental.
Medias verdades podrían poner en testimonios de un hombre tan pulcro y grande como “el comandante” Guillermo Carnero Hocke mentiras que el jamás suscribió. Vieja monserga esa por la cual para algunos comunistas, todas las revoluciones se frustraron en el Perú, porque la Dirección Nacional del APRA las desautorizaba. Como si las masas, el pueblo organizado y los pobres fueran una inmensa y torpe masa de borregos a quienes una directiva les puede arrebatar su destino.
Honor y gloria para los combatientes del pueblo, de esa y otras jornadas. Para Guillermo Carnero Hocke que llevó su militancia y hasta sus discrepancias con dignidad. Un homenaje a su recuerdo por su prisión exhibida con viril valentía y por su lealtad hasta su muerte con los ideales de justicia y libertad sobre los que, mediando el tiempo en el que lo asaltaba en esa modesta oficina de la Universidad Villarreal, pudimos debatir por horas enteras, en semanas interminables, en meses irrepetibles de tiempos imborrables, hablamos de poesía, de la historia del aprismo popular, de Haya de la Torre y de cómo los comunistas, incluyendo a Rabines y sus émulos, tejieron una negra leyenda para dividir al pueblo. Esa misma y lamentable leyenda hecha práctica en muchos de sus seguidores intelectuales todavía.
Se equivoca Nelson Manrique cuando en uno de sus últimos artículos alude una “última insurrección del APRA” vinculando esta afirmación con actos políticos que vapulea con mezquindad y que produjeron jóvenes apristas en 1954.
En realidad, fue Armando Villanueva quien ha comentado reiteradamente estos hechos con bastante acuciosidad y fidelidad histórica, mencionando en su verdadero contexto y desarrollando las características de sus motivaciones insurreccionales que coordinó el Partido del Pueblo en medio de la lacerante realidad en la que cientos de miles de peruanos eran perseguidos, encarcelados y asesinados.
Fueron, como se acredita reiteradamente en la historia del aprismo, las masas apristas las que atendieron las condiciones políticas para la protesta y las células del exterior, las que generaron aquella intensa e importante corriente internacional de condena al régimen de Odría, para el retorno de las libertades conculcadas.
Por eso es que, reducir aquel inmenso movimiento a una asonada liderada por uno o dos hombres para un objetivo mediático -aun cuando no menos importante-, como la libertad de Haya de la Torre, no sólo no es justo, sino que tampoco es exacto. El propio Guillermo Carnero Hocke, que me dispensó con su paciencia y amistad, confirmaría años más tarde que “esa fue una obra de juventudes” y por tanto, por su trascendencia, no hubiera sido posible que fuera liderizado por Luis de la Puente Uceda, entonces militante aprista, cuya presencia era más bien de tipo regional, cosa que Nelson Manrique omite por simpatía ideológica con quien después se separaría del APRA y fundaría el MIR.
Repetir propaganda comunista señor Manrique, es reinvindicar a Eudocio Rabines y sus mentiras alimentadas casi todas por “lugares comunes” en las que se distorsiona la historia popular del aprismo, primero para opacar su indiscutible liderazgo en el movimiento popular y la historia del Perú y América latina en el siglo XX y luego, para ocultar el vergonzoso silencio del comunismo en las luchas por la libertades en el Perú.
Aquella ni fue una de las últimas insurrecciones del aprismo, ni fue la obra suprema de la gloriosa Federación Aprista Juvenil que pareciera ponderar el historiador. Menos aun, los preparativos fracasaron debido a la infidencia de un supuesto e inexistente “periodista aprista” a quien Manrique no le asigna nombre porque seguramente no existe, olvidando que el movimiento insurreccional abortó, en esencia, porque soplones rentados por el Ministerio de Gobierno y Policía habían infiltrado núcleos del movimiento y continuar con los planes, no sólo era irresponsable, sino llevar a nuestra gente a una masacre segura.
Deslizar la infeliz tesis de que producida la libertad de Haya de la Torre, la dirección nacional del partido retiró el apoyo al movimiento es poco serio, las cárceles aún estaban repletas de luchadores sociales y las tareas de la lucha que estudia cómodamente el historiador se sucedían en medio de conspiraciones, ataques al núcleo central del poder y la difusión de las directivas clandestinas del partido para evitar el desaliento y el fraccionamiento alentado por el gobierno.
No hubo financiamiento de gente extraña al aprismo señor Manrique, las remesas de dinero provenientes de Buenos Aires tienen su origen en los trabajos políticos y las actividades de la más importante y dinámica célula aprista en el exterior que se recuerde, precisamente la de Buenos Aires, en tanto que el apoyo de México, República Dominicana, Panamá, Ecuador, Costa Rica y Venezuela se dio en función a la presencia de los compañeros que formaban esas células de activistas que representaban precisamente al APRA continental.
Medias verdades podrían poner en testimonios de un hombre tan pulcro y grande como “el comandante” Guillermo Carnero Hocke mentiras que el jamás suscribió. Vieja monserga esa por la cual para algunos comunistas, todas las revoluciones se frustraron en el Perú, porque la Dirección Nacional del APRA las desautorizaba. Como si las masas, el pueblo organizado y los pobres fueran una inmensa y torpe masa de borregos a quienes una directiva les puede arrebatar su destino.
Honor y gloria para los combatientes del pueblo, de esa y otras jornadas. Para Guillermo Carnero Hocke que llevó su militancia y hasta sus discrepancias con dignidad. Un homenaje a su recuerdo por su prisión exhibida con viril valentía y por su lealtad hasta su muerte con los ideales de justicia y libertad sobre los que, mediando el tiempo en el que lo asaltaba en esa modesta oficina de la Universidad Villarreal, pudimos debatir por horas enteras, en semanas interminables, en meses irrepetibles de tiempos imborrables, hablamos de poesía, de la historia del aprismo popular, de Haya de la Torre y de cómo los comunistas, incluyendo a Rabines y sus émulos, tejieron una negra leyenda para dividir al pueblo. Esa misma y lamentable leyenda hecha práctica en muchos de sus seguidores intelectuales todavía.
Fuente: DIARIO LA TRIBUNA
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