Por: Juan Carlos Valdivia
Para muchos ha resultado por lo menos extraño que el Presidente y los máximos líderes del Partido Aprista hayan iniciado una guerra verbal, a inicios del siglo XXI, contra un fantasma que se anunciaba recorría Europa a mediados del siglo XIX: el comunismo.
A raíz de la convocatoria al paro nacional, desde las más altas instancias del gobierno se rescataron palabras como “comunismo”, “complot”, “revolución importada” que parecían acabadas en este mundo unipolar. Incluso hubo quienes pensaron que nuevamente se trataba del debate entre el aprismo y el comunismo, los dos partidos más antiguos del Perú.
¿Cómo así el APRA descubrió este enemigo?
Una de las máximas en comunicación política dice: Escoge a tus enemigos. Esto quiere decir que quien es un protagonista político debe escoger contra quien pelear y no dejarse inmiscuir en disputas que no le interesen.
Así el gobierno aprista ha venido desdeñando enfrentamientos contra otros grupos políticos, incorporando a sus filas a personajes de otros partidos (léase Rey y Flores Aráoz) en lugar de establecer alianzas más sólidas. En el Congreso también ha podido evitar los enfrentamientos y los pactos, al lograr cooptar a personajes que le han permitido tomar por dos años consecutivos la presidencia del Legislativo (y quizás logren una tercera).
Pero el aprismo también se ha dado cuenta de que no puede crecer en democracia sin una oposición con la cual debatir. El discurso casi uniforme hace que todos los éxitos, pero también todos los males, se centren en su gestión.
¿Por qué los comunistas? ¿Cómo así Mario Huamán es visto como líder de la oposición?
El APRA ha buscado un opositor a su medida. Ideológicamente anclado en el siglo pasado, representativo de esa serie de grupúsculos que pugnan por el cambio del sistema político y económico. Son rezagos del viejo comunismo que buscan reciclarse en diferentes actividades de la llamada sociedad civil.
Está construyendo un enemigo que se convierta no sólo en su opositor, sino que signifique un riesgo para el país. De ahí que se destaque el hecho no solo de su opción antisistema, sino especialmente de sus relaciones internacionales con el chavismo.
En la construcción de un opositor, el APRA está también jugando una carta de alternancia frente a Ollanta Humala, a quien sin duda un líder desde estos sectores radicales puede hacerle competencia.
Sin embargo, como cualquier estrategia política, la construcción de un opositor tiene sus riesgos:
1) Podrían estar dejando a Humala en el centro del espectro político, y;2) El opositor podría tomar vida propia si el APRA no maneja con criterio su enfrentamiento.
Puede que esta sea una estrategia política acertada, pero con alto riesgo en su desarrollo. Supondremos que se han tomado las precauciones del caso, si no el remedio puede resultar peor que la enfermedad.
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