Fueron sus primeras palabras de agradecimiento a la oportunidad brindada durante los años previos en que tuvo "el privilegio de ejercer altas responsabilidades". Para un pueblo que se forjó en la lucha y se consolidó en la memoria de sus perseguidos, el reconocimiento de la candidata a los 80 años que destinaron los apristas a entregar hasta su vida "por una patria con pan, justicia y libertad", terminó ajustando las gargantas, humedeciendo los ojos y afirmando ese compromiso que hará que la acompañen con lealtad durante el largo camino a Palacio de Gobierno.
Meche se ha metido al bolsillo al pueblo aprista con sus palabras simples y francas, con las que dibujó paisajes del futuro apoyándose en el sueño que los compañeros heredaron de Haya de la Torre. Ha sido, sin lugar a dudas, un gran inicio.
Y aprovechando la cobertura nacional a su mensaje, ha puesto sobre la pizarra electoral temas que sin duda la engancharán con gran parte de los peruanos. Ha ofrecido un gobierno de "centro social", austero y honesto, en donde la semejanza de capacidades entre hombres y mujeres se traduzca en equidad de trato e igualdad de oportunidades. Ha dicho que no es necesario cambiar de rumbo en un país donde la economía crece y la pobreza disminuye, sino afianzar las cosas positivas y profundizar los esfuerzos. Ha prometido inclusión y no chorreo (demostrando con ello respeto a los más pobres), calculando que serán tres millones los nuevos empleos dignos que su gestión generará y comprometiéndose a eliminar la desnutrición y los altos índices de mortandad materna e infantil. Y tras mencionar que pondrá especial atención en la educación técnica y universitaria para los jóvenes, ha terminado cuestionando a los padres irresponsables que abandonan a sus hijos y prometiendo penas agravadas y destierro de la función pública a los corruptos.
Tomando con sus reflexiones real distancia de quienes se dicen "sus profesores", Meche ha empezado a toda mecha.
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