viernes, abril 05, 2013

Antialanismo, una industria política


Escribe Mirko Lauer.
Diario La Republica
El intento de mantener a Alan García arrinconado no es de estos días. Se remonta por lo menos hasta el inicio de la llamada megacomisión, instalada al final del 2011. La iniciativa fue un guiño del humalismo a sus socios de Perú Posible. Su tarea es producir acusaciones a granel al ex presidente, y publicitarlas.

En verdad García es heredero de una historia de acusaciones políticas sin pruebas en mano. En un trabajo del estudioso finlandés Jussi Pakkasvirta aparece la lista de las que Víctor Raúl Haya de la Torre tuvo que soportar. En 1924 agente soviético, en 1926 agente británico, en 1930 hombre de los nazis, en 1948 hombre de Wall Street.
Con el paso del tiempo las acusaciones acortaron sus miras. Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos montaron un tinglado que empezó atribuyéndole las masacres de los penales (no demostrable), pasó por atribuirle una cuenta de US$ 50 millones en Miami (falso), y terminó culpándolo de haber comprado corbatas en la casa Crevani (quizás cierto).
Alejandro Toledo y Fernando Olivera continuaron la tarea con entusiasmo, fletando un propio a la CIDH para el tema de los penales, y manteniendo el hostigamiento también con una panoplia de acusaciones, sobre todo inmobiliarias. El actual ministro de Defensa fue un notorio perseguidor de García en esos tiempos.
Lo que estamos viendo ahora, pues, es una suerte de tercera generación de acusaciones sin pruebas, o en algunos casos incluso indemostrables. Veinte años después el objetivo sigue siendo el mismo: liquidar políticamente a García desde el oficialismo. La posibilidad de que repita el triunfo del 2006 diez años más tarde lo explica casi todo.
La llamada megacomisión pronto cumplirá dos años dedicada a su encargo, y los resultados son nada en dos platos. Su único logro ha sido mantener la leyenda negra de García en los medios durante varios momentos, y de paso publicitar a sus acusadores. Todo esto mientras García extendía un silencio de colaboración cívica con el gobierno.
Lo más probable es que tampoco esta vez la sangre llegue al río de lo judicial en el caso de los indultos (el presidente de la megacomisión ya empezó a relativizar un poco las cosas en Facebook). Pero lo que termina con este caso es la actitud complaciente de García, que en cierto modo ya anunciaba su final con el apoyo del Apra al SÍ.
Al haber terminado de empujar a García hacia una oposición abierta, sus enemigos probablemente le afectan el cronograma. Pero para Ollanta Humala un García furioso no puede ser una buena noticia. No tiene megacomisión, pero la argumentación de sus primeros reproches al gobierno ha tenido un inocultable impacto.
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