jueves, julio 10, 2014

A propósito del 82° aniversario de la Revolución de Trujillo: PARADIGMAS DEL 7 DE JULIO

Cursaba el primer año de secundaria en la especialidad de Electrónica en el Instituto Técnico Industrial N° 07 “Julio C. Arana” (ex Politécnico Regional del Oriente), institución educativa de formación técnica afín a la Gran Unidad Escolar Mcal. Oscar R. Benavides. El que ahora se conoce como Instituto Superior Tecnológico “Pedro A. Del Águila Hidalgo”. Era uno de los centros de enseñanza técnica de gran prestigio regional y nacional.
Por razones laborales de mis padres, vivía y pensionaba con mi abuela Zoila Guevara Cárdenas (QEPD), quien expendía comidas en el Mercado de Belén, principal mercado de abastos de Iquitos. Al cerrar la jornada laboral en horas de la noche y en momentos de la cena, mi abuela, conversadora y muy extrovertida motivaba las tertulias. En algunas de sus tertulias le escuchaba términos como “apristas”, “perseguidos”. “se escondían”, “APRA”, “Haya de la Torre”, entre muchos otros, que poco a poco iban concentrando mi atención sobre su significado y las razones por las que ella las mencionaba. Hasta que una de las noches le espete una pregunta: Abuelita, ¿qué significa aprista?. Recuerdo que en forma inmediata me contesto que “les decían a los apristas a las personas que seguían a un peruano que se llama Víctor Raúl Haya de la Torre, que desde hace mucho tiempo son perseguidos por los gobiernos”. “Yo vi a muchos de ellos que se escondieron en Tamshiyacu ((capital del distrito de Fernando Lores, cercano a Iquitos) cuando les perseguían”. Quede con la duda, ¿quiénes eran?, ¿porque les perseguían?, entre otros detalles e interrogantes.
En el tercer año de secundaria, el profesor Wilson Ramírez Mori (QEPD), un técnico electrónico que además de la docencia en el curso de Practica de Talleres de Electrónica, administraba su propio negocio de reparaciones “La Fayette”, ubicado en las calles 9 de Diciembre y Elías Aguirre, se daba espacios de sus días de clases, pese a no tener carga académica con nosotros, para discernir sobre temas de la ideología aprista, la organización del APRA y su jefe y fundador Víctor Raúl Haya de la Torre. Nos sugería organizarnos en torno a la Federación de Estudiantes Secundarios del Perú (FESEP), que en esa época aparecía en muchos colegios a nivel nacional. En algunas clases nos filtraba folletos reivindicativos de la FESEP y suplementos impresos de los coloquios de Víctor Raúl Haya de la Torre, que se distribuía con mucha reserva entre pocos estudiantes. La inquietud empezaba a crecer, hasta que el cuarto año de media, tuvimos como profesor de práctica de Taller al Técnico José Cuzcano Villalobos, recio especialista que confundía la tarea pedagógica con la disciplina de cuartel militar, estilo que en forma unánime recibió el rechazo de todas las aulas. Era la primera prueba de fuego: peticionar el cambio del docente, durante una semana todos los estudiantes del curso no ingresábamos a clase en atencion a la exigencia. Al final logramos el cometido. En los años universitarios el defenestrado profesor José Cuzcano, quien también tenía matricula en la Facultad de Ingeniería Química como estudiante, se transformó en uno de mis mejores amigos.
En tales circunstancias, las inquietudes sobre el aprismo crecía en nuestros sentimientos, lo que obligaba a indagar en familiares cercanos, pregunte a mi padre Víctor Valdivia Flores (QEPD), quien era miembro de la Guardia Civil del Perú, su respuesta fue tacita y cortante: “Yo soy apolítico, no estoy de acuerdo con lo que se dice, pero lo que se y se dice es que el APRA es un movimiento anti peruano, subversivo, que asesino a muchos militares en Trujillo, que agita a la gente para complotar contra el gobierno”. Fue su única respuesta. A los pocos años mi señor padre paso al retiro del servicio activo de la Guardia Civil, una de las razones fue el habernos encontrado casi frente a frente (el como miembro de las Fuerzas Especiales de la Guardia Civil y el suscrito como militante de la Alianza Revolucionaria Estudiantil, brazo político del APRA en las Universidades) en una manifestación estudiantil en las afueras del Rectorado de la Universidad Nacional de la Amazonia Peruana, que en ese entonces se ubicaba en el segundo piso de las calles Prospero y Ricardo Palma de la ciudad de Iquitos. Al día siguiente solicito su retiro del servicio activo, lo acontecido había marcado un contraste en su vida. Al poco tiempo mi señor padre se volvió un apasionado seguidor del aprismo.
Frisaba el cuarto año de media y el profesor Wilson Ramírez Morí, era nuestra inagotable fuente informativa. Volvimos a tener su visita en nuestra aula, que era contigua a la suya. Era un 7 de Julio, ahí nos hizo un relato sobre lo que él llamaba la Revolución de Trujillo, las razones del levantamiento popular y la sublevación de un pueblo contra los abusos del gobierno de turno. Describió con muchos detalles el sufrimiento del pueblo aprista ante la represión y los abusos de los gobiernos de turno, pensar distinto y hacer propuestas innovadoras para el Perú traía consecuencias de marginación y ostracismo.
Puso mucho énfasis en el coraje del movimiento aprista para enfrentar con sus convicciones la violenta represión a sangre y fuego de las fuerzas militares y policiales del gobierno del tirano Luis Sánchez Cerro. Preciso, que en dicho movimiento político-rebelde, calificado como inédito en la historia del Perú, cayeron no solo rebeldes y militares sino también se fue la vida de mucha gente inocente ajena a los hechos. Refirió que “el levantamiento popular de Trujillo fue un movimiento surgido como consecuencia de las persecuciones que sufrían los apristas por parte de la tiranía y fue una respuesta natural ante tanta injusticia e ignominia”. “Los hechos suscitados dieron lugar a torrentes de horror y dolor, como el fusilamiento a mansalva de más de 6 mil apristas en las ruinas de Chan Chan que enlutaron por muchos años a Trujillo y al Perú”. Culmino su emocionado relato afirmando “que la madrugada del 07 de Julio de 1932 se inició un nuevo capítulo en la historia del aprismo”. Ahí definí mis paradigmas principistas. A los pocos años acompañaba al c. Wilson Ramírez Mori, como dirigente en el Comité Ejecutivo Regional de Loreto del PAP, quien fue uno de los que respaldo la propuesta del gran militante aprista Orison Pardo Matos, para ser uno de los 4 participantes de Loreto en el Seminario de Formación de Dirigentes que dirigió el mismo Víctor Raúl Haya de la Torre durante todo el mes de febrero de 1978.
Desde aquella madrugada del 07 de Julio de 1932, lo que los apristas llamamos la Revolución de Trujillo, han transcurrido 82 años. Hay muchas versiones y enfoques, algunos distorsionados y hasta desnaturalizados, pero lo que en si es necesario precisar que lo acontecido marco huellas dolorosas en la historia del Perú, hechos que no deben volver a producirse en ningún sentido.
El Perú no puede ni debe dividirse en antis, que fermenta confrontaciones infaustas y estériles. El cerril antiaprismo de tales épocas dividió al Perú, nos sumió en escenarios primitivos y de cavernas, que en el perfil y horizonte de los años se fue diluyendo y superando por el imperio de la madurez de muchos. Ahora en las actuales circunstancias algunos aspiran revivirlo, no es buena receta el antiaprismo. El PERU requiere el concurso de todos para afianzar sus rutas de progreso y desarrollo bajo las banderas de la democracia con justicia social, que será el mejor homenaje a todos aquellos que dieron sus vidas el 07 de Julio de 1932 en pos del pan con libertad.
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