Escribe: Blasco Bazán Vera.
El próximo martes 07 de julio del 2015 se cumplirán 83 Años del enfrentamiento armado sostenido en la ciudad de Trujillo entre apristas y el ejército peruano.
El objetivo de los rebeldes fue alcanzar la justicia social, y para eso, se sublevaron la madrugada del 07 de julio de 1932 asaltando y tomando primero, al cuartel O.Donovan, luego al cuartel de la Guardia Civil y por último, la Prefectura.
Como era lógico, doblegado el Gobierno se vio luego en el imperativo de retomar el orden y el poder, como era su derecho; pero nadie auscultó la fiereza que empleó para imponerla ni las consecuencias trágicas con que culminó aquella terrible decisión.
Los apristas al ver amenazado su triunfo obtenido a sangre y fuego el día 07 de julio, se prepararon a defenderlo presentando férrea defensa, y en esto, más primó el honor y valentía que la estrategia. Las batallas que luego se libraron en las trincheras de: La Floresta, Portada de la Sierra y Portada de Mansiche, son dignas de admiración por el fragor que impusieron ambos rivales.
Todo hubiera concluido con una honrosa derrota para los rebeldes pero esta se opacó con el terrible episodio sucedido en la madrugada del 10 de julio cuando oficiales y clases del ejército, prisioneros por los apristas en la cárcel central, fueron hallados, infaustamente, muertos.
Este injustificable y infamante hecho abrió de inmediato el signo divisorio e irreconciliable entre el APRA y el Ejército Peruano que no permitió, ni siquiera, anteponer la razón para dar con los verdaderos homicidas. Más bien, vencidos los revolucionarios, el ejército y la policía desataron una feroz persecución contra apristas y no apristas por demás lamentable y pavorosa. Transcurridos los años, ha quedado demostrado que no fueron los apristas los ejecutores de tan espeluznante acción que se les acusó.
La masacre contra los oficiales (en su momento), jamás se investigó. Eso motivo transformar indignamente aquella innoble acción de los rebeldes en caldo de cultivo para que los explotadores de entonces azuzaran el odio a través de noticias irreales que atizaron y ahondaron grandemente el fuego de la venganza, el escarmiento contra los insurgentes y por ende la irreconciliable unión con el ejército.
Trujillo fue bombardeado por aire mar y tierra. Se encarceló a miles de apristas y horrorosamente se fusiló a miles de ellos. Trujillo se despobló. Muchos revolucionarios se refugiaron en la Sierra liberteña y en otros lugares buscando seguridad para sus vidas. Las milenarias ruinas de Chan Chan fueron testigos inocentes de observar cómo noche tras noche se fusiló a miles de apristas donde a muchos se les obligó a cavar su propia sepultura para luego ser fusilado y enterrado en ella misma. Quedaron cientos de viudas y huérfanos. Nunca se investigó para dar con los culpables que deformaron la valentía de los rebeldes.
Hoy, año 2015, se cumplirán ochenta y tres años de aquella conmovedora y aún soslayada epopeya en que aquietados los ánimos, me alegro haber escrito mi libro “REVOLUCION DE TRUJILLO: ASALTO AL CUARTEL O’DONOVAN en 1932, Primera Insurgencia Civil del Siglo XX”, donde narro lo sucedido día tras día los sucesos más importantes de aquellos luctuosos momentos de sangre, pólvora, sudor y muerte.
Quien lea el contenido de mi libro, sea aprista o no, sobre todo si es militar, culminará con un nudo en la garganta al tener ante su vista hechos tan bellos, tan heroicos, sumamente angustiosos y espeluznantes, que no le quedará ni a él ni a otros, nada más que resaltar la valentía y generosidad de un puñado de civiles apristas que teniéndolo todo: Padres, esposa, hijos, comodidades, lo dejaron todo, entre ellos su vida, que valientemente la entregaron en aras de conquistar la Justicia Social.
Paz en la tumba de estos valientes revolucionarios apristas y queden en el pasado los días de zozobra. (Blasco Bazán Vera)
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