Por Daniel Parodi
La vinculación política entre Víctor Raúl Haya de la Torre, líder del APRA, y Manuel Prado Ugarteche, principal representante de la oligarquía en el siglo XX, es materia de debate. Hasta hoy, la interpretación dominante es la que planteó la izquierda marxista hace 40 años: Haya traicionó la ideología primigenia del aprismo al adoptar una postura dialogante con el mandamás del Banco Popular y la traicionó todavía más cuando el APRA le dio sus votos en 1956, iniciando así la recordada Convivencia.
A estas alturas del siglo XXI, con un amplio consenso a favor de la democracia, se hace necesaria una nueva mirada a la relación entre ambos líderes, pues la universalización del sufragio y la libre participación de los partidos en nuestra política le deben mucho al diálogo fecundo que Haya y Prado sostuvieron en el segundo tercio de la pasada centuria.
Veámoslos uno a uno. Haya de la Torre fue el vástago de una acomodada familia trujillana, quien desde su juventud manifestó interés por las reivindicaciones sociales y la política. Nacido en 1895, en 1919 contribuye decisivamente con la conquista obrera de las 8 horas de trabajo y en 1923 lidera un frente de estudiantes y trabajadores en contra del intento de Leguía de adherir el Perú a los Sagrados Corazones. En 1924 sufre el primero de muchos exilios y el 20 de septiembre de 1930 funda el Partido Aprista Peruano, que canalizó las expectativas de las clases medias y populares a través de un programa reformista y democratizador.
A su turno, Manuel Prado fue hijo del ex presidente Mariano Ignacio Prado y heredero de su poderoso imperio económico. Siendo joven militó en el civilismo y en 1914 participó del golpe de Óscar Benavides contra Guillermo Billinghurst; luego se convirtió en tenaz opositor a Leguía, lo que le valió el exilio en 1921. Por todo ello, en sus dos gobiernos (1939 a 1945 y 1956 a 1962) Prado fue el exponente de la oligarquía en el poder, un último presidente civilista aún después de la desaparición del Partido Civil.
Tenemos frente a frente a dos hombres opuestos. Haya encabeza la modernidad política, el acceso de las masas a la democracia y la búsqueda de la igualdad. Prado representa l´ancien régime, la vieja y conservadora oligarquía recelosa de cualquier cambio sociopolítico. Dos líderes contrincantes ocupan el centro del mismo escenario. Su destino es enfrentarse.
Sin embargo, nuestros personajes coincidieron en un aspecto crucial: la democracia, cuya conquista supuso renuncias y concesiones recíprocas. Para Haya, la principal concesión –tras enfrentar las dictaduras más implacables del siglo XX– fue abstenerse de alcanzarla por la vía insurreccional y allanarse a construirla dialogando con la facción más liberal de la derecha.
Para Prado, la concesión fue la democracia misma, pues alcanzó a comprender que, en pleno siglo XX y con la presencia del aprismo, la política no podía manejarse más como una asamblea de notables. A la participación de las masas había que abrirle campo, de allí su reconocimiento de la Confederación de Trabajadores del Perú en 1944 y la paulatina legalización del PAP que en 1945 verá la luz, luego de 15 años ininterrumpidos de catacumbas y clandestinidad.
1956 es otra fecha clave en la relación entre nuestros personajes. La Convivencia de 1956, tan tildada de claudicante, representa la institucionalización de la política de masas en el Perú. Desde entonces el APRA nunca más fue ilegalizada, tampoco el PC, y se sentaron las bases de una nueva partidocracia que explica las elecciones libres de 1962 con nada menos que seis candidatos presidenciales.
Pero 1962 es también el límite de la fase democratizadora de Haya y Prado. Ese año, habiendo el líder aprista ganado las elecciones presidenciales, fue vetado por el ejército, que seguidamente dio un golpe de Estado. La sentencia estaba dictada: construir la democracia en el Perú no era cosa solo del APRA y la facción liberal de la oligarquía, faltaba aún derrotar al militarismo.
El 20 de septiembre del presente año, al cumplir el Partido Aprista Peruano 85 años, recordamos que Haya le dictó al Perú la lección magistral de que la democracia es el fruto más preciado del consenso. Hoy, cuando nuestra república es aún una utopía por alcanzar, apreciamos con mayor nitidez la madurez y visión de un demócrata auténtico como lo fue Víctor Raúl Haya de la Torre.
* Historiador. Autor del libro Conflicto y Reconciliación. El litigio de Perú contra Chile en la Corte de La Haya (2008 - 2014).
jueves, septiembre 17, 2015
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