Por el c. Javier Barreda
Publicado en La Republica
Edición del 18 de Octubre de 2015
1. El carisma ante un Perú insurgente del 30. Un líder carismático como Haya de la Torre, con una voluntad inmensa, construyó y lideró un “Aprismo insurreccional”, “una herejía democrática” anti-oligárquica (Hugo Neira). La izquierda no fue un proyecto con cuerpo o carisma; su diversidad ideológica y clasista careció de un líder aglutinador. Pero ¿el Apra hubiese sido lo mismo con Haya asesinado en 1933?
2. Líderes autoritarios y el carisma pragmático. La derecha peruana siempre careció de un carisma integrador. El autoritarismo militar fue al auxilio del sistema (con estilos diversos: Sánchez Cerro, Benavides, Odría fueron ello). Sus intentos por hacer un partido siempre se diluyeron en la no-voluntad de algunas elites. Acción Popular fue construido por un carisma distinto al de Haya; más mediático, pragmático y modernizante. Así, Fernando Belaunde logró dos veces la presidencia, sin elecciones o contrapeso internos en su partido. Alrededor de él convivían diversos estilos de “accio-populismo”.
3. El carisma en los 80. Los bloques políticos de esta década tenían liderazgos definidos. El Apra y Alan García iniciaban una etapa post hayista. Acción Popular con el segundo belaundismo concluían un ciclo. El PPC tenía a Luis Bedoya activo. El “Bloque de Izquierda” tuvo a un Barrantes. Solo el Apra tuvo en esa década dos procesos internos por definición de liderazgo. Villanueva y Townsend al inicio del post hayismo y luego Alan García frente a la generación intermedia (Valle Riestra, Melgar y otros). Luego la derecha y el liberalismo perdieron en 1990 y Vargas Llosa renunció a la política y al país por mucho tiempo. El Apra logró un 22%; el partido subsistía. El liderazgo carismático de Alan García se consolidó y se tentaba su retorno en 1995.
4. El autoritarismo en los 90. Ya Martín Tanaka resaltaba el espejismo de bloques de partidos que en los 80 pensaron que reflejaban una sociedad civil ya no representada. El autoritarismo de Fujimori canceló esta democracia que resistió a la crisis y al terrorismo. Durante el autoritarismo fujimorista no hubo respuesta desde la oposición que concluyese en una unidad tras un líder alternativo. Pérez de Cuéllar con todos los pergaminos no se dedicó a construir un proyecto tras su derrota de 1995 y la UPP devino más en franquicia que partido. En el 2000, Toledo fue un líder “de baja intensidad” que logró aglutinar contra un fujimorismo que al final fue sepultado por los vladivideos y la corrupción develada.
5. Partidos sin líder, no es partido. Pero un partido además requiere de una identidad colectiva. Carlos Meléndez tiene razón al plantear como primer piso de un partido la existencia de una identidad. Esa identidad se plasma en un líder que fusione ello en un discurso, una emoción y una razón. Eso es el Aprismo con Alan García hoy y –según Meléndez– intenta ser el fujimorismo con Keiko. Kuczynski es una marca que trata de aglutinar a un sector conservador, reclutando a una serie de políticos (sin coherencia programática). Acuña Peralta es lo mismo, pero desde una red familiar y mercantil de universidades. Ambos son liderazgos de baja intensidad.
6. Partido, líder, identidad. Entonces, ¿qué tenemos en el Perú? Partidos con líderes (autoritarios, de baja intensidad o carismáticos) y con identidades más o menos consolidadas. Sino veamos. ¿En qué proceso interno y contra quién se eligió a Alejandro Toledo en el 2001? ¿Qué candidato enfrentó internamente en su partido a Ollanta Humala en el 2006 o 2011? ¿Tendrá un rival Keiko Fujimori dentro de su partido? ¿Tendrá un candidato alterno Kuczynski dentro de Peruanos por el Kambio? En los cuatro, los símbolos son sus nombres (T,O,K y K)
7. El Apra y Alan García. Hoy se realizan las internas del Apra para ratificar a Alan García como candidato presidencial en el 2016. Los opinólogos preguntan: “¿pero, es candidato único?”. Por supuesto, ¿y ello desmiente la existencia institucional de un partido con vida propia como el Apra? No. Que el consenso sobre su candidatura sea claro en las diversas formas de hacer aprismo, hace más realista al Apra, no menos partido.
La existencia de un liderazgo claro hace viable un partido; aunque lo puede anular si no hay identidad e institución. La interacción entre un líder y la pervivencia y éxito del partido es real, ello es soslayado por analistas y “reformólogos” de “partidos imaginados”. La historia, la realidad y las preferencias actuales por la presidencia al 2016 que el éxito electoral del partido depende –entre otros factores- de la identidad y de cuan consolidado es su liderazgo. Pero para la continuidad como partido en la historia son claves además del liderazgo y la identidad, la perseverancia de los cuadros, la certeza al pensar cada espacio-tiempo, la cultura política y su organización, las realizaciones y sus obras, y la captación y formación de jóvenes como recambio creativo al futuro.
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