viernes, febrero 12, 2016

Vivamos con Víctor Raúl. Por siempre

Escribe: Luis Alva Castro
(Fuente Facebook)

Las campanas de la historia volverán a repicar en el recuerdo de los apristas, de los batalladores
cañaveleros, de los panaderos fervorosos, de los mineros indómitos, de los artesanos, de los
intelectuales indoamericanos que jamás podrán olvidar la vida abnegada de Víctor Raúl Haya
de la Torre, del niño que nació un 22 de febrero, hace ciento veinte años, en la calidez de un
hogar amoroso. Y que en los primeros años de su infancia comenzó a vislumbrar las ideas iniciales
de un gobierno eficiente en su lúdica «república carretil», moderna, justa y libertaria.
Su república utópica sería más tarde el Perú y por cierto Indoamérica, que después de cien años
de independencia, de soledad y rezago respecto al desarrollo del hemisferio norte, había que
transformarla en una república, en la que los hombres alcanzaran la plenitud de su condición
humana.

Sus ideales de justicia social lo desvelarían el resto de su vida que, en realidad, nunca fue suya,
porque en todo momento estuvo al servicio de la patria. Esta fue siempre el centro de sus
reflexiones filosóficas, económicas, sociales y políticas, en las cárceles, en el asilo, en los destierros,
en las breves primaveras democráticas y en los triunfos fugaces.

La hora de la redención llegó en 1931, cuando ganó las elecciones presidenciales, pero un fraude
electoral frustró su triunfo. Volvió a ganar las elecciones en 1962 y un veto militar negó al Perú su
derecho a un futuro mejor. A pesar de todo, Víctor Raúl entendió que el Perú merecía su vida y
se la entregó con dignidad, inteligencia y desprendimiento. Este es el hombre que dignificó la
política peruana con el sacrificio de su vida a cambio de nada. Este es el hombre que simboliza el
orgullo de los apristas.

Por él, por los que dieron su vida por él, por los millares de voces que, ante los pelotones de
fusilamiento, siguieron cantando su fe inquebrantable en los grandes ideales apristas, en el día de
la fraternidad, como militantes puros y sinceros, renovemos nuestra fe en el pensamiento y en la
vida ejemplar de Víctor Raúl, y en el triunfo de nuestros candidatos en las próximas elecciones
generales.

Solo la unidad fraternal que cultivó Haya de la Torre entre los apristas salvará al Perú.
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