jueves, julio 27, 2006

Alan García, un político que no se da por vencido

CARLA SALAZAR
Associated Press

LIMA - Alan García retorna a la presidencia del Perú demostrando a aliados y enemigos que a lo largo de toda su vida ha estado listo, aunque con traspiés, para asumir retos políticos importantes.

Nacido en Lima en 1949 en una familia de clase media, de antigua filiación al Partido Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), de centro izquierda, García terminó sus estudios de colegio ya afiliado a la Federación Aprista Juvenil.

Tanto su padre, Carlos García, como su madre, Nita Pérez, maestros, y que han sido, como millones de peruanos, tenaces seguidores del Apra, fueron perseguidos durante las décadas de 1940 y 1950 por los gobiernos dictatoriales de la época. Su padre estuvo varias veces detenido y Alan García se reencontró con él cuando tenía cinco años.

"Alan nació y se formó en un ambiente de hogar aprista", ha asegurado su madre, aún viva, que reconoce la fuerte influencia que tuvo para su hijo el atender desde muy pequeño a discusiones políticas partidistas que le señalarían el rumbo que tomó su vida.

Totalmente inmerso en las ideas apristas, García estudió la carrera de abogacía en Lima y luego realizó estudios de postgrado y doctorales en España y Francia, y ya despuntaba como el discípulo favorito del fundador y líder de ese entonces del Apra, Víctor Raúl Haya de la Torre.

Durante su estadía en Europa, en la década de 1970, se divorció de su esposa peruana, con la que tuvo una hija y contrajo matrimonio con la argentina Pilar Nores, con quien tuvo otras tres hijas y un hijo.

En 1978 retornó al Perú, fue uno de los elegidos para integrar una asamblea constituyente y en 1980 diputado, ya acaparando la atención y el convencimiento de las masas como un deslumbrante y ardoroso orador.

En 1985, García, con apenas 36 años cumplidos, se convirtió en el presidente más joven de Latinoamérica y condujo al APRA al poder tras medio siglo de lucha política.

Pero el entusiasmo desbordante que generó su llegada al palacio de gobierno, se esfumó cuando la frágil economía peruana se derrumbó por los efectos de sus políticas económicas heterodoxas y populistas, que dejaron al Perú como un paria en el contexto internacional.

Al final de su mandato en 1990 la inflación se contaba por miles, las reservas internacionales registraron un déficit descomunal, las remuneraciones reales se desplomaron a menos de la mitad, mientras que la lucha armada del grupo guerrillero Sendero Luminoso ganaba terreno, dejando miles de muertos en todo el país.

En 1992, García fue perseguido por el gobierno del entonces presidente Alberto Fujimori, por presuntos cargos de corrupción y violación a los derechos humanos, y buscó refugio en Colombia.

En los siguientes nueve años García vivió en el exilio con su familia, entre Bogotá y París, mientras el gobierno de Fujimori reabrió un proceso penal en su contra por enriquecimiento ilícito.

Tras la caída de Fujimori en noviembre del 2000, la justicia peruana dio por prescritos los procesos contra García y anuló las órdenes de detención en su contra.

En el 2001, García retornó al país con vítores como líder indiscutible del Apra y se postuló de inmediato a la presidencia, aunque fue derrotado en segunda vuelta por el actual presidente Alejandro Toledo.

Pero lejos de sentirse acabado en la política, García retornó a la escena a inicios de año perfilándose como el candidato presidencial ideal para frenar al nacionalista Ollanta Humala.

Mostrándose más calmado y derrochando aires de político experimentado, García sorteó los ataques que recibió de su rival y de su aliado, el presidente venezolano Hugo Chávez, y venció en las elecciones, asegurando al país que no cometerá los errores de su primer gobierno.

Ahora, García, que ha demostrado a sus rivales y a sus aliados que su figura como líder se ha consolidado, se apresta a asumir su segundo mandato por cinco años, en medio de la expectativa de un Perú que espera verlo triunfar en su gobierno.
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1 comentarios:

Lucas Tarazona Minaya dijo...

Un politico que no se da por vencido o que no pude dominar su ambición de poder.

 
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