Por Juan Orrego
Tenemos una historia compartida y solidaria nuestros pueblos - naciones, que desde las gestas de la independencia han enfrentado desafíos internos y externos comunes, demuestra que nuestros países poseen potencialidades aún no aprovechadas tanto para utilizar mejor sus aptitudes regionales como para fortalecer las capacidades de negociación y proyección internacionales.
Pero a la vez también podemos llamar a la América hispana lugar de conflicto en la búsqueda de la identidad nacional. La variedad y la indeterminación de los elementos y de los conceptos nos ponen frente a un complejo cultural con el que no se puede especular sin los referentes de las culturas metropolitanas pasadas o presentes, como centros de los cuales depende o dependió, y de las culturas nativas como un fuerte componente popular. El conflicto se plantea en el momento mismo del reconocimiento entre los dos polos. El problema de la identidad cultural de América, como el de cualquiera otra comunidad humana, esta inevitablemente ligado al problema de su autonomía (económica, política, etc.), proclamada en manifiestos fundacionales desde los aňos en que se cortaron nuestros lazos con España, pero nunca lograda realmente, sino soslayada y encubierta, en la teoría y la practica, por un cosmopolitismo idolátrico con pretensiones de contemporaneidad en la historia de paradigma europeo.
Por eso, es comprensible que este regreso a las fuentes no se inspire en un rechazo indiscriminado de lo nuevo ni de la cultura europea, sino que represente el temor de reincidir en trasplantes no asimilables a la realidad nacional, como ya había ocurrido en el caso del positivismo, por ser extranos al hombre y a la sociedad. Así pues, en este texto nos acercaremos, en primer término a la reflexión sobre el tema de la definición de América.
Un individuo encuentra su identidad cuando halla un conjunto de valores con los cuales se puede compenetrar plenamente. De la misma manera, una cultura descubre su identidad y logra su más alto desarrollo cuando obtiene un conjunto de valores que la tipifican, y su madurez consiste en llevar este conjunto de valores hasta sus últimas consecuencias.
Por eso podemos señalar que el año de 1926, aproximadamente, fue punto de partida en el que una nueva generación de pensadores y artistas siente que la admirada y respetable labor de los miembros del Ateneo de la Juventud ha sido una brillante labor intelectual, aunque ha resultado insuficiente para solucionar los problemas de fondo, porque la cultura que forjaron siguió siendo ajena a la realidad concreta de la nación. Frente a esa circunstancia, la nueva generación considera que para superar el desgarramiento interno en todos los planos, la única solución esta en volver a los orígenes; esto es, empapar el espíritu en las tradiciones fundamentales de la nación y en tomar conciencia plena de las circunstancias vitales del presente.
Apreciamos esta charla que tuvo un joven universitario con el Maestro del pensamiento de la democracia social don Víctor Raúl Haya de la Torre:
Oscar Silva, estudiante universitario, formuló la siguiente pregunta: ¿Cuál es el mensaje implícito en la palabra Indoamérica? Nos llaman América Latina. Nos llaman Iberoamérica. ¿Por qué el Aprismo insiste en esta diferencia semántica?
El Maestro respondió: -El nombre es parte de nuestra identidad.
Nuestros países son un nuevo mundo. Por eso yo no hablo de Tercer Mundo, sino de Novomundo. Aquí no hay luchas de razas ni de religiones. En el Novomundo alumbra el porvenir del mestizaje. Hemos fundido razas y vivimos pluralismo de creencias.
Luego añadió: José Vasconcelos, llamó a estas tierras: continente de la raza cósmica. Aquí la batalla principal se dirige contra el subdesarrollo en todas sus manifestaciones. En este frente de batalla podemos afiliar a muchos hombres y mujeres que no cargan el prejuicio racial. No padecemos fratricidios.
El Maestro, desarrolló su tesis sobre el rol que desempeña la unión de nuestros países. Sostuvo que mientras ellos permanezcan separados, aislados y recelosos en su insularidad, convirtiendo las fronteras en muros agresivos, Indoamérica será solo conjunto de republiquetas sin capacidad de diálogo, ni de negociación, en la hora mundial de los enfrentamientos.
Estados Unidos de Norte América son lo que son: Estados que se unieron para alcanzar la fuerza que tienen actualmente. Los Estados Desunidos del Sur son conjunto de naciones envenenadas por odios de campanario, anclados en el revanchismo de viejas heridas, amarrados a las culpas históricas de los oligarcas que empujaron a nuestros pueblos a guerras fratricidas.
Por eso el Aprismo levanta su bandera de hermandad: unión de países, para crear la Indoamérica poderosa que soñó Bolívar, que amaron y presintieron hombres como José Faustino Sánchez Carrión, Francisco de Paula González Vigil y Ramón Castilla.
Luego el Maestro subrayó:
-Quien carezca de conciencia indoamericanna, no es aprista. O los países nos unimos, por encima de odios o seguiremos siendo explotados por todos los imperialismos que asoman a la historia.
El Aprismo es —debe ser y será— hermandad continental. Quien intente retardar esta hermandad: llamadlo todo, menos aprista.
Es bien sabido que, debido al error de Colón, a las tierras recién descubiertas por los europeos se les llamó Indias, aunque una vez conocida la equivocación, se les llamó Indias occidentales a fin de distinguirlas de la verdadera India, que para los europeos estaba al oriente y que constituía el destino planeado de la aventura del almirante. Y que la Conquista, considerada como una empresa heroica y positiva por la ideología dominante, se convierte en el Canto General en una invasión que provoca la destrucción y el saqueo...
Fue por esa razón que a los pobladores de América se les llamó indios, término que aún en la actualidad se sigue aplicando a los pueblos indígenas. Por cierto, aunque se parecen, indígena e indio no están relacionados por etimología. Indígena proviene del latín y significa "originario del país de que se trata" (DRAE).
Por tanto, en todo rigor, los indios son los nativos de la India, mientras que indígena es todo aquel (y todo aquello, por ejemplo, las plantas y los animales) originario del país de referencia. Así, en América tenemos las culturas indígenas, es decir, aquellas que surgieron en nuestro continente antes de la llegada de los europeos y que, en cierta medida, han seguido vivas hasta nuestros días. Pero, naturalmente, quienes hemos nacido aquí también somos indígenas americanos, aunque tengamos una cultura mestiza y comamos tacos de carnitas, ese producto del abrazo del maíz indígena y del puerco llegado de ultramar.
Dado el racismo establecido durante la colonia, el término indio adquirió connotaciones peyorativas y se le ha usado como sinónimo de bruto, rudo, vulgar, inculto y conceptos similares. Además, su uso para designar a los pueblos originarios es equívoco.
Es asi, que en la narrativa de Antenor Orrego apreciamos esta interrelación pasado-presente y que deviene en una expresión particular de filosofía de la historia de América hispana.
El "hombre del pueblo" o el indio - mestizo de la América hispana de hoy es el que conserva la esencia de una identidad cultural enajenada por la presencia del invasor extranjero y por su cultura de dominación. El hombre del pueblo de la América hispana, es el que está habilitado para liberar al su pueblo-continente y poner fin a la invasión extranjera que comenzó con la Conquista europea y sumió a todo un continente a la condición de sometidos.
A partir de esta referencia se perfila una nueva imagen del "hombre del pueblo" de esta America hispana y una nueva dimensión de dignidad en su condición de heredero del "buen salvaje" del pasado. Es decir, es el heredero del mundo y de la cultura anterior a la invasión europea.
Definir tierra natal o de origen metafóricamente nos evoca nuestro punto específico de referencia en el tiempo y espacio. Mentalmente todos somos portadores de una tierra natal abstracta y dicha noción define los límites de las fronteras socio-culturales.
Es vital en el propósito de perfilar un marco de referencia que fundamente una plataforma conceptual orientada al estudio de la sociología de la historia de este pueblo continente llamado América. La problemática destaca como una correspondencia entre la emergencia de la nación moderna el principio de territorialidad. Desde allí, que la definición espacial y temporal del suelo es determinante en el propósito de entender la iconografía de una nación. La relación suelo y pueblo alude la relación sangre y suelo, que a su vez sugiere la idea de la patria, y consecuentemente la emergencia del paradigma nacionalista.
La nación en tanto formula jurídica ha sido el fundamento que configura la representación geográfica simbólica en base va la cual se concibió la idea de desterritorialización de la América India, mediante el procedimiento de declarar inhabitados los territorios indígenas.
La irrupción política del discurso indígena en la ingeniería simbólica de América ha hecho evidente que el tema identidad no es una agenda inalterable. Tal como se deduce en libro PUEBLO CONTINENTE de Antenor Orrego, su ingeniería simbólica es una mezcla de la historia, el espacio y el tiempo oficial y colectivo de naciones de la América hispana. En particular en el caso de América el advenimiento de la nación es un proyecto político donde el propósito central es la "nacionalización de los pueblos indígenas". Tal como se destaca en el discurso de Bolívar, Sarmiento, O`Higgins y otros. Es así que la idea de patria en tanto representación simbólica se apoya en la ocupación y usurpación por parte de los Estados nacionales de los territorios indígenas. El discurso de la imaginaria nacional en el contexto latinoamericano es ideología de dominación sobre los pueblos originarios; es la alusión a la conquista militar y la intolerancia cultural. Desde esta perspectiva es posible reivindicar la idea de Haya de la Torre; a decir, la invasión extranjera que comenzó con la Conquista europea perdura en términos de sometimiento colonial en un plano espacial y temporal que ha devenido en el diseño de una ingeniería simbólica de la geografía del tiempo.
El caso americano amerita un análisis adicional sobre la idea de "doble" identidad nacional que se engendra en la noción del "pasado" como expresión simbólica de una particular agenda de inclusiones. Es en este contexto donde la historiografía hispanófila corta todo vínculo con el pasado precolombino y drásticamente determina que lo precolombino nada tiene que ver con el presente de América. Es en este contexto donde emerge el argumento central de Haya de la Torre, el fin de la colonia no provocó el fin de su ideología dentro de las nuevas repúblicas.
Por ello, se utilizado el término indoamericano el cual, tiene fuertes connotaciones políticas. En efecto, el peruano Raúl Haya de la Torre fundó la revista Indoamérica como órgano de su Alianza Popular Revolucionaria Americana, formación de izquierda basada en el antiimperialismo y en la lucha por los derechos de los pueblos indígenas. Víctor Raúl Haya de la Torre utilizo este término para distinguir a los "indios" de América de los de la India.
No obstante, ud., puede decir que el hecho de estar basados en el error histórico de Colón —de llamar indios a los nativos americanos—, hace que este el términos no sea enteramente aceptable. Por eso, ahora existe la tendencia a utilizar el término indígena, el cual, carece de connotaciones bastardas.
Por tenemos que ver mas que lo que buscaba Haya de la Torre, no era un siempre nombre para la América hispana, sino una explicación profunda de la realidad indoamericana que partiendo del marxismo y de la teoría de la relatividad, formulara una filosofía política original para esta parte del continente. Por eso Antenor Orrego manifestó:” Por primera vez en nuestros pueblos se coordina una teoría que al mismo tiempo que explica y clarifica la posición genuina de América, supera también la explicación científica de la historia universal”.
Haya de la Torre vio historia de la América desde dos perspectivas que quedan manifiestas en el siguiente texto:
“Si Indoamérica hubiese estado unida, España y Francia no se habrían atrevido a atacarla; si México hubiese sido inmediatamente socorrido por tropas centro y sudamericanas la derrota francesa habría sido mucho más rápida y la unidad indoamericana tal vez hubiera sido el corolario de ese triunfo. Pero los gobernantes de nuestros países en aquella época no abarcaron la repercusión histórica del triunfo de Lincoln en los Estados Unidos; ni columbraron las proyecciones del inmenso poder de una federación continental por cuya unidad habían inmolado sus vidas, con el presidente, más de seiscientos mil de sus conciudadanos. Guerra de la cual no quedaron odios revanchistas, ni militarismos traficantes del fratricidio a despecho del llamado ‘black terror", porque el pueblo que la ganó para su unión y libertad se puso a arar los campos de batalla con los mismos caballos de los cuales se había servido para formar sus aguerridos escuadrones de lucha.
De la guerra del Norte resultó la unión que es grandeza y es poder; de las guerras del Sur quedó el aislamiento y la debilidad. México se batió solo, y solo venció y castigó a su invasor, logrando así las reformas liberales del Benemérito Juárez, pero para recaer más tarde bajo la dictadura militarista del infaltable "general-salvador-restaurador" —plaga de Indoamérica— de cuyo aferrado despotismo sólo lo libertó la Guerra Civil de 1,910 que emancipó a su campesino esclavizado e inauguró una saludable vida. Democrática. Al Sur: Perú, Chile, Ecuador y Bolivia, que hubieron de aliarse para enfrentar la nueva agresión española hasta aplastarla en 1,866, desataron los lazos de aquella unión sellada por el triunfo. Acaso si José Gálvez —el jefe del liberalismo peruano, ministro civil de La Guerra, y conductor de la victoria del Callao— no hubiese muerto heroicamente en la batalla, su influencia y su previsión habrían podido echar las bases de la confederación del Pacifico, llamada a transformarse en la bolivariana de Indoamérica…Y fue aquella lucha(1979, La Guerra del Pacifico) entre pueblos hermanos la que imposibilitó el intento de vializar el plan federacionista —con miras a la organización de los Estados Unidos del SudPacifico...
Lo expuesto sirve sólo a demostrar que de las mayores peripecias guerreras acaecidas en ambas Américas a mitad de la centuria… resultó allá, rió Bravo arriba, la coherencia de un pueblo-continente, al que los cerrados intereses de una oligarquía esclavista y de un militarismo áulico pretendieron vanamente dividir; y aquí, rió Bravo abajo, precisamente lo inverso: el triunfo de la debilitante desunión y la prepotencia del encallecido feudalismo... De esta suerte la federación norteamericana ingresó en la ruta de su destino protagónico hacia lo que Hegel llamaba "el teatro de la historia universal"; y el mapa económico del Nuevo Mundo fijó las lindes de sus contrastados escenarios: junto a los crecientemente poderosos Estados Unidos del Norte, los inermes y balcanizados Estados Desunidos del Sur.
Se ha dicho mucho —y el asunto es casi tópico— de la imparidad de las condiciones geo-climáticas, y de las riquezas ubérrimas que forman la natural dotación del pingüe suelo norteamericano. Cierto es todo ello. Más de una vez he discurrido, transitándolo y reparándolo, que ese continente sobre el cual se han estructurado dos federaciones democráticas de estilo institucional anglo-sajón —Canadá y Estados Unidos— es "una Europa expandida".
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A diferencia del territorio continental e insular indoamericano —de todas las Indias Occidentales, que es lo que yo llamo Indoamérica: las que fueron hispánicas y lusitanas, las francesas, inglesas y holandesas el de Norteamérica, en total, reúne, a mi ver, las gradaciones y variantes del paisaje europeo que conozco.
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Desde las escandinavas y nor-escocesas hasta las peninsulares itálica y balcánica, sin marginar los correlatos esteparios turcos y caucásico, del panorama tejano. Pero vale poner énfasis en lo que va dicho arriba: se habla de Norteamérica enteriza, parangonada con Europa también en su magnitud continental; no de los Estados norteamericanos aislados.
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Que si se tratase de 48 repúblicas independientes y soberanas, amuralladas por patriotismos aduaneros, émulas unas de otras, por ende alardosas, díscolas, xenófobas y militaristas —secuela inevitable de los complejos del enanismo, tal lo demuestra Jonathan Swift en su calador análisis de las relaciones internacionales entre los orgullosos imperios de Lilliput y Blefuscu— no se podría aludir a pujanza ni recursos. Tampoco seria valedero paralelar paisajes. Por cuanto en unos y otros la resultante, como el trasfondo, es suma, es unidad. Y de aquí arranca la primera secuencia de este breve enfoque: En la asimetría política del hemisferio en el que una de sus partes —cuantitativamente la menor pero por su unidad cualitativamente la mayor—, forma un ancho y sólido Estado-Continente, y es vecino de 20 inconsistentes Estados - Naciones, cuyas áreas totalizan más del doble del perímetro territorial de aquél y demográficamente lo igualan, radica la causa principal de la expansión del sector más desarrollado hacia el que lo es menos en la técnica de producción.
Pues aun admitiendo los diagnósticos y pronósticos bastante desencantadores de algunos opinantes expertos u oficiosos acerca de la dudosa aptitud o adecuación de nuestra América para el industrialismo manufacturero, bastaría la unión de ella a restablecer, con la simetría política, el equilibrio económico.
Lo cual, no es aventurado aseverar, si se recuerda que aún como productora de materias primas en alta escala, y mediante la tecnificación agro-pecuaria y minero-petrolera, la economía indoamericana llegará a ser tan indispensable a la que es su vecina como ésta a aquella Y si a tal progresiva interdependencia se adicionara una concordante planeación unificadora, el exceso de presión expansiva del núcleo más poderoso encontraría cauce, tope y contrapeso:
Si la presión imperialista vence a nuestra resistencia nacional, el equilibrio que resulte no será el de la convivencia libre y justa: será el falso e intolerable equilibrio de hoy... Pero si nuestra resistencia detiene la presión del imperialismo —en economía como en física parecen gobernar los mismos enunciados— habremos salvado el equilibrio de la justicia. Crear la resistencia antimperialista indoamericana y organizarla políticamente es la - misión histórica dé estos veinte pueblos hermanos.
Haya de la Torre, busco con su idea ceñir su faceta filosófica para precisar el pensamiento americano, hecho de síntesis dialéctica y oposición de contrarios es así que para fijar el destino de la América la mente de Haya, buceo en el abismo de lo desconocido, el encuentro de dos estirpes y de dos pueblos. A esto llamo Antenor Orrego “desgarrón histórico”, era la forma de medir la diferencia del hombre acción viva de América con sus pares de otras zonas del planeta. Entonces, la visión de este hombre – acción era que la América no anglosajona es una nueva posibilidad humana. Y que el destino de estos pueblos – naciones debería de ser los de un pueblo continente, pero primero habría que resolver la formula de la unidad superior la encrucijada tacita en que esta desembocando el mundo contemporáneo. Esa es la tarea de la América de reconocerse a si mismo. Por eso, no queremos hacer augures con respecto al destino de Indoamérica, quizás sea el instante mas critico y dramático de su rumbo como pueblos – naciones.
La contextura de los pueblos naciones implica en esta milenio que los intereses políticos y económicos nos llaman a la solidaridad, a la mancomunidad y a la unión en un solo pueblo – continente que habría de llamarse Indoamérica pero mas cierto y real es que se llame solo AMERICA.
Antenor Orrego, escribió en Pueblo Continente:
“…Por eso, el grito que surge…" hacia América es: “conócete a ti misma”, apodérate de la realidad intima de tu ser, coordina tu alma y tu vida con el alma y la vida universales y solo por ese camino llegaras a tu verdad, que nadie te la puede dar, que Europa no te la puede trasmitir como regalo del maestro hacia el alumno, sino que tu debes hallar en tu esencia mas acendrada, en tu fibra mas recóndita, en tu seno mas intimo. Por ese camino llegaras al conocimiento y a la realidad de tu misión histórica; solo por allí alcanzaras la sabiduría y con la sabiduría la verdad y con la verdad el poder. Solo entonces, serás una raza creadora, es decir, una raza que sabe y que puede; solo entonces no serás una redundancia en la historia del mundo porque habrás enriquecido con una realización nueva, y tu mensaje será una palabra sagrada y prolífica para los hombres de todos los tiempos y todas las latitudes.
Solo así, América (o Indoamérica) surgirá del estado de involución caótica en que se encuentra todavía, ala claridad y a la precisión de una cultura que será la expresión mas profunda, mas entrañada, mas viva de su ser”.
Por eso para concluir, el problema de la identidad no se manifiesta como tal mientras no aparece una diferencia entre la propia cultura y las otras; porque, como señalan varios críticos, la afirmación de la identidad es, más que todo, una autodefensa, una forma de protección frente al posible despojo de lo que se considera privativo y específico. Por esta razón, las sociedades primitivas que vivieron aisladas no se plantearon este problema hasta sentirse amenazadas, ya que antes no había una confrontación entre sistemas culturales diferentes que las obligara a definirse a si mismas. La identidad cultural podría ser, una conciencia compartida por los miembros de una sociedad que se consideran en posesión de características o elementos que los hacen percibirse como distintos de otros grupos, dueños a su vez de fisonomías propias.
La definición de identidad, hoy en día, luego de su transito por la historia del pensamiento occidental, ha quedado en una concepción que se basa en un criterio convencional. No se puede afirmar de una vez por todo el significado de la identidad o el criterio para reconocerla, pero se puede, en un ámbito determinado, establecer de modo convencional y apropiado tal criterio.
La ultima concepción tiene su base en el hecho de que tanto los pueblos como los individuos necesitan una definición de identidad para poder representarse frente a si mismos y ante los demás. Estamos ante el problema de la cultura que mira y cultura que es mirada: el dialogo entre culturas. Dialogo que es el punto de partida para dar cuenta una de la otra, para conformar la imagen de cada una de ellas.
Las diferencias culturales y en algunos casos lingüísticas de los sectores que conforman los países de América hispana, han constituido un obstáculo para el dialogo entre las instancias en los diferentes niveles: dialogo en el nivel local, en el nivel de comunidad latinoamericana y dialogo en el nivel internacional, especialmente con las metrópolis de la cultura occidental. La realidad pluricultural de América, que en muchos casos se vive en una escisión de sus componentes, lo impide.
Se puede hablar entonces de que en la actualidad se da un principio de dialogo, gracias al cual se concilian la ruptura y la continuidad en formulaciones sobre la tradición de ruptura o la tradición de lo nuevo, o se manifiestan distinciones entre la identidad por semejanza de caracteres, la identidad de un fundamento y la identidad de un propósito. Justamente, en esta ultima tendría cabida lo imaginario, entendiendo este como el universo de las representaciones, individual y colectivo, ya que Indoamérica no debe comprenderse como un concepto determinado desde el principio y con características definidas para siempre, sino mas bien como algo que ha ido haciéndose o inventándose en la medida en que ha adelantado en ese proceso. Y es en este proceso, como varios críticos lo han señalado, donde la aportación de los libres pensadores de la América hispana en la línea de la búsqueda de la identidad con la realidad histórica es absolutamente decisiva.
Anexo 1.
La Comunidad Sudamericana de Naciones (Portugués: Comunidade Sul-americana de Nações) es una comunidad política y económica entre los doce países sudamericanos constituida el 8 de diciembre de 2004 en la ciudad del Cusco, Perú durante la III Cumbre Sudamericana.
Estados miembros de la CSN
La Declaración de Cusco sobre la Comunidad Sudamericana de Naciones es el acto de constitución de la Comunidad. Está integrada por los países miembros de la Comunidad Andina (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela), los países miembros del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), junto con Chile, Guyana y Surinam.
En la Declaración se establecen acciones en:
1. Concertación y coordinación política y diplomática de la región.
2. Convergencia entre MERCOSUR, Comunidad Andina y Chile en una zona de libre comercio. Surinam y Guyana se podrán asociar a este proceso sin perjuicio de sus obligaciones con el Caricom.
3. Integración física, energética y de comunicaciones en América del Sur. Impulsado por la Iniciativa de Integración Regional Sudamericana (IIRSA)
4. Armonización de políticas de desarrollo rural y agroalimentario
5. Transferencia de tecnología y de cooperación horizontal en todos los ámbitos de ciencia, educación y cultura;
6. Creciente interacción entre las empresas y la sociedad civil en la integración.
Se establecerán progresivamente medidas, acciones y ámbitos de acción conjunta sobre la base de la institucionalidad existentes. Por el momento la estructura de la Comunidad es la siguiente:
- Las Reuniones de Ministros de Relaciones Exteriores formularán propuestas concretas de acción y de decisión ejecutiva. Se contará con la colaboración del Presidente del Comité de Representantes Permanentes del MERCOSUR, del Director de la Secretaría del MERCOSUR, del Secretario General de la Comunidad Andina, del Secretario General de la ALADI y las Secretaría Permanentes de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica y otras instituciones de cooperación e integración regional.
- Las Reuniones de los Jefes de Estado serán la instancia máxima de conducción política. Está convocada una Reunión de Jefes de Estado para 2004 en Brasil.
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