Cuando surgió el aprismo en los años treinta, lo hizo fundamentalmente denunciando el triste papel de algunos “patriotas” que gobernaban exigiéndole a sus coterráneos más “inteligencia” y mirando el país desde su propia mentalidad europea.
Hubieron quienes entonces sintiéndose “blancos”, importaron con sus prejuicios ideas que se mostraban en grotescas réplicas de palacetes y estructuras virreynales del poder que se ahogaron en medio de la decadencia que hizo suya a toda esa aristocracia venida a menos en el último siglo y que nos legó una serie de homenajes a personajes desconocidos, tributos a héroes que no lo fueron, paseos de agua sobre canales secos, puentes sembrados entre pequeñas lomas, carreteras por las que no atraviesan ni las ánimas benditas, calles a las que se les puso los nombres de la familia e incluso, hace sólo unos días, una burda imitación del puente Brooklyn metido en medio de las aún sucias laderas del Rio Hablador, ese mismo que acoge pájaros fruteros y mendigos abandonados a su suerte, o a la de la miseria que tributa nuestra historia oficial.
Por esa misma conducta o porque es mejor mostrar aún tareas inconclusas o en marcha que nos eviten reconocimientos, es que pese haber formulado sus propuestas para los 180 primeros días de gobierno, cierta prensa comprometida con el pasado, ha insistido en presentar una evaluación de lo que han denominado “los primeros cien días del gobierno del presidente Alan García”.
Pero ¿por qué cien? ¿Por qué no ciento uno o ciento diez, o quien sabe ciento veinticinco? Lo cierto es que nos obliga a plantear nuestra propia visión de lo hecho, a decir la verdad, esa que sale a la luz y que es contundente: el gobierno puso en marcha sus propuestas, va a pie firme y seguro y La Tribuna, ha registrado cada una de estas medidas. Les proponemos sólo un recuento de lo que hemos dejado constancia escrita en los últimos tiempos, en estas mismas páginas del pueblo.
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