Por el c. Ricardo F. Ñique Cornelio
EN EL DÍA DE LA FRATERNIDAD 22 de febrero de 2007
Sabemos todo o casi todo de Víctor Raúl Haya de la Torre, como político y paladín de la democracia, pero al Maestro se le reconoce sobre todo su calidad de humanista, pues él consagró toda su vida a la lucha para ayudar y redimir a su pueblo, a diferencia de lo que es la política y los políticos. Con él inicia una etapa que tiene tanta importancia en las luchas populares del Perú.
Lo sostiene el intelectual chileno Felipe Herrera, economista, y ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, BID e íntimo amigo del fundador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana, APRA.
Víctor Raúl era un hombre generoso, siempre estuvo dispuesto a tender la mano a sus adversarios en bien del Perú.
Por allí quedan muestras de su generosidad. Humilde compartió su pan con quienes se le acercaron, por encima de cualquier diferencia.
En Roma, los niños y familias pobres le conocían como el hombre bueno que aparecía de tiempo en tiempo para obsequiarles golosinas y alimentos.
Hasta recordaba el nombre de los menores, sus vecinos de casa, a ellos les colmaba de juguetes, pelotas o aguinaldos, acordándose también de sus niños del Perú.
Haya siempre estuvo dispuesto a perdonar y a la reconciliación en aras de hacer un frente común para conquistar y afirmar la democracia, por el ejercicio irrestricto de la soberanía popular y la vigencia de garantías constitucionales que regularan y estimularan el desarrollo económico, social y político. De allí el lema de su partido: PAN, PAZ Y LIBERTAD y su exigencia de “NI LIBERTAD SIN PAN, NI PAN SIN LIBERTAD”.
Víctor Raúl Haya de la Torre, por su propio origen pudo haber sido un gran maestro, que daría lustre a las más prestigiadas instituciones universitarias o quizás lograr la comodidad de un cargo gerencial de alguna empresa. Pero no se orientó por tales caminos. Entendió que su gran reto era sembrar ideas de cambios estructurales revolucionarios, que partieran de la toma de conciencia de la realidad a transformar. Repetía como los clásicos de la ilustre Grecia: “la realidad no se inventa, hay que estudiarla para transformarla”
Viajero incansable, Víctor Raúl Haya de la Torre conoció las realidades económicas, sociales y políticas de los países de la región. Las diferencias entre un país y otro eran apenas de extensión geográfica y de matices étnico- antropológicos, que no alcanzaban a ocultar las necesidades vitales de la población, urgida de alimentación, escuelas, trabajo, vivienda digna, salud e infraestructura para el desarrollo, etc.,pero sobre todo libertad y justicia social, participación ciudadana en la elección de autoridades, etc.
Era fácil entender que la gran transformación no vendría por generación espontánea, sino por la acción directa de los trabajadores manuales e intelectuales, unidos y organizados de manera consciente, en un frente de acción revolucionaria.
Decía Víctor Raúl Haya de la Torre que se debía forjar una conciencia de cambio trascendente, antes que ambicionar el poder; porque al poder se llega con dinero o por las armas.
Jamás ocultó lo duro y difícil de esta cruzada. Se dio a una campaña permanente de divulgación ideológica, hasta que el pueblo peruano, su pueblo, fuera capaz de transformarse en fuerza de cambio, por la vía electoral limpia y transparente, sin exclusivismos, ni marginaciones. “Sólo los grandes movimientos sociales triunfan, cuando son capaces de elevar a los pueblos al conocimiento y aceptación de su responsabilidad histórica” insistía.
Finalmente quiero declarar que nadie, en la competencia electoral del Perú, tiene el derecho de mancillar el ilustre nombre de Víctor Raúl Haya de la Torre, porque nadie ha asumido el compromiso de sus luchas, por la justicia social, por el pan con libertad, por la redención de los pobres y marginados, por el pleno empleo y el rechazo frontal contra el modelo neoliberal impuesto por intereses del gran capital.
Víctor Raúl por su sentido humanista fue una vida completa y de todo dar sin recibir. Una entrega sin recompensa que no fuera la satisfacción profunda de morir por sus grandes ideales y por servir a su pueblo a cabalidad.
Una vez más compañeras y compañeros de los cinco continentes nos disponemos a celebrar el Día de la Fraternidad en homenaje al peruano que nos enseñó a pensar en dimensión continental, como dijera ese otro compañero de lucha e ideales don José Figueres Ferrer, Presidente de Costa Rica, al recibir la noticia de su fallecimiento.
Haya de la Torre nos ha dejado su mensaje y su doctrina y por eso este llamado a las jóvenes generaciones, sus sabias palabras:
“Para salir del enanismo político que caracteriza a nuestros gobernantes, hay que insuflar un nuevo espíritu de superación en las nuevas generaciones, encargadas del relevo de aquellos liderazgos fracasados.
¡EL PUEBLO TIENE LA PALABRA!
¡Viva EL Día de la Fraternidad!, ¡Viva Víctor Raúl Haya de la Torre!
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