Ha sido un buen ejercicio democrático la confrontación de dos listas para la Mesa Directiva del Congreso de la República, la cual finalmente dio como vencedora a la presidida por Luis Gonzales Posada. Lejos del exhibicionismo ridículo y circense de apenas dos parlamentarios afectados hasta la médula por el resultado –Rosa Venegas y Víctor Mayorga, verdaderos monumentos a la huachafería– la dignidad política del colectivo legislador quedó a salvo en estos comicios internos.
Resulta interesante el comentario del contendor de Gonzales Posada, Javier Bedoya, luego de tales elecciones: ha nacido un bloque opositor (integrado por Unidad Nacional y Alianza Parlamentaria) que cotejará su agenda legislativa con la del oficialismo. Ello tiene un ángulo positivo, porque traduce el claro distanciamiento de sus eventuales aliados en la pugna por la conducción de la Cámara única, el Partido Nacionalista de Ollanta Humala, que si bien procuró la derrota de Gonzales Posada respaldando a Bedoya, sigue escondiendo propósitos subalternos respecto a la vigencia del estado de derecho.
Es una magnífica señal. Al fin y al cabo, UN viene demostrando una conducta de apego al raciocinio democrático y el desarrollo del país. Congresistas como Martín Pérez, Lourdes Alcorta, Guido Lombardi, Gabriela Pérez del Solar, Juan Carlos Eguren, Rafael Yamashiro, Wilder Ruiz, Luis Galarreta, Michael Urtecho y el mismo Bedoya de Vivanco, han contribuido y contribuyen a fortalecer las vigas maestras del próspero camino de realización en el que nos encontramos, pese a las voces agoreras de quienes quieren ahogarnos en el pesimismo.
El reto sigue siendo alimentar la prestancia del Congreso, tarea emprendida con éxito por Mercedes Cabanillas y desnaturalizada por acontecimientos de baja estofa achacables a unos pocos parlamentarios. Si el árbol esconde el bosque del empeño renovador del Legislativo –y la prensa continúa solazándose de sus debilidades epidérmicas– apostemos mejor por otro fujimorazo tipo 5 de abril de 1992.
Gonzales Posada, sin duda, es una garantía de continuidad de ese esfuerzo serio y renovador en pos de un Congreso respetable, al servicio de las grandes mayorías.
Resulta interesante el comentario del contendor de Gonzales Posada, Javier Bedoya, luego de tales elecciones: ha nacido un bloque opositor (integrado por Unidad Nacional y Alianza Parlamentaria) que cotejará su agenda legislativa con la del oficialismo. Ello tiene un ángulo positivo, porque traduce el claro distanciamiento de sus eventuales aliados en la pugna por la conducción de la Cámara única, el Partido Nacionalista de Ollanta Humala, que si bien procuró la derrota de Gonzales Posada respaldando a Bedoya, sigue escondiendo propósitos subalternos respecto a la vigencia del estado de derecho.
Es una magnífica señal. Al fin y al cabo, UN viene demostrando una conducta de apego al raciocinio democrático y el desarrollo del país. Congresistas como Martín Pérez, Lourdes Alcorta, Guido Lombardi, Gabriela Pérez del Solar, Juan Carlos Eguren, Rafael Yamashiro, Wilder Ruiz, Luis Galarreta, Michael Urtecho y el mismo Bedoya de Vivanco, han contribuido y contribuyen a fortalecer las vigas maestras del próspero camino de realización en el que nos encontramos, pese a las voces agoreras de quienes quieren ahogarnos en el pesimismo.
El reto sigue siendo alimentar la prestancia del Congreso, tarea emprendida con éxito por Mercedes Cabanillas y desnaturalizada por acontecimientos de baja estofa achacables a unos pocos parlamentarios. Si el árbol esconde el bosque del empeño renovador del Legislativo –y la prensa continúa solazándose de sus debilidades epidérmicas– apostemos mejor por otro fujimorazo tipo 5 de abril de 1992.
Gonzales Posada, sin duda, es una garantía de continuidad de ese esfuerzo serio y renovador en pos de un Congreso respetable, al servicio de las grandes mayorías.
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