Por: Mauricio Mulder Bedoya
La ofensiva que la ultra ha desatado contra el gobierno ha cobrado inusual importancia en la medida de que su desenlace determinará un camino futuro irreversible. Si el gobierno cede, cederá en adelante. Si el gobierno se mantiene firme y aunque se desgañiten gritando sigue avanzando como hasta ahora, habrá efectuado un gran salto hacia adelante.
Aquí debe quedar claro que aunque hayan plataformas socialmente aceptables, esta campaña, sustantivamente coordinada por Patria Roja (¿o Patria - Vino Tinto?) y otros grupos, tienen como fin la desestabilización del gobierno de Alan García. Se trata de la típica lógica de la ultra, que al ponerla en práctica deviene en fascista: sabotear a los gobiernos de izquierda democrática para no perder espacio ni banderas.
Por eso se desespera el señor Javier “Cero-punto cinco” Diez Canseco y sus demás piqui-partidos de dos a diez militantes y de cero punto cero significación. Dejar que el gobierno siga distribuyendo hasta dos tercios del monto total de inversiones en las provincias es, a la larga, el aniquilamiento final del reclamo al centralismo y a que “papá” gobierno haga todo. O sea, la muerte final del reclamo ultra, por más petrodólares que hoy reciba.
Ellos saben que es la primera vez en la historia del Perú que los pueblos más alejados disponen del grueso del dinero nacional. Nunca, ni tan siquiera durante el Incario (que vía impuestos succionaba a todo el resto del imperio para financiar las panacas reales del Inca), y menos durante el Virreinato y la República, ha dejado de haber un manejo monárquico y centralista del poder y el dinero nacional.
No sólo eso. La ventura ha determinado que este sea el tercer período de expansión de la economía peruana, con la diferencia de que los dos primeros fueron manejados por la oligarquía y el militarismo, y esta es la primera vez que lo hace un gobierno democrático, que por añadidura está en manos del APRA. Es decir, en manos de un gobierno que tiene partido, que tiene políticos cuajados que no se asustan con cuatro gritos, que tiene un presidente que está fajado en las luchas políticas y no es como otros que terminaban temblando. Mano firme y segura, no mano represora ni mano “dura” en el sentido de represión indiscriminada. ¿Hubo acaso represión en los 10 días de Ucayali o más bien desesperación por hambre autoinfligida?
Eso es algo que resulta insoportable a fascistas y ultras de izquierda. Es decir, para humanistas y patriasrojas más pukas y filosenderistas. Y su aparente despliegue actual no tendrá consistencia de largo plazo.
La ofensiva que la ultra ha desatado contra el gobierno ha cobrado inusual importancia en la medida de que su desenlace determinará un camino futuro irreversible. Si el gobierno cede, cederá en adelante. Si el gobierno se mantiene firme y aunque se desgañiten gritando sigue avanzando como hasta ahora, habrá efectuado un gran salto hacia adelante.
Aquí debe quedar claro que aunque hayan plataformas socialmente aceptables, esta campaña, sustantivamente coordinada por Patria Roja (¿o Patria - Vino Tinto?) y otros grupos, tienen como fin la desestabilización del gobierno de Alan García. Se trata de la típica lógica de la ultra, que al ponerla en práctica deviene en fascista: sabotear a los gobiernos de izquierda democrática para no perder espacio ni banderas.
Por eso se desespera el señor Javier “Cero-punto cinco” Diez Canseco y sus demás piqui-partidos de dos a diez militantes y de cero punto cero significación. Dejar que el gobierno siga distribuyendo hasta dos tercios del monto total de inversiones en las provincias es, a la larga, el aniquilamiento final del reclamo al centralismo y a que “papá” gobierno haga todo. O sea, la muerte final del reclamo ultra, por más petrodólares que hoy reciba.
Ellos saben que es la primera vez en la historia del Perú que los pueblos más alejados disponen del grueso del dinero nacional. Nunca, ni tan siquiera durante el Incario (que vía impuestos succionaba a todo el resto del imperio para financiar las panacas reales del Inca), y menos durante el Virreinato y la República, ha dejado de haber un manejo monárquico y centralista del poder y el dinero nacional.
No sólo eso. La ventura ha determinado que este sea el tercer período de expansión de la economía peruana, con la diferencia de que los dos primeros fueron manejados por la oligarquía y el militarismo, y esta es la primera vez que lo hace un gobierno democrático, que por añadidura está en manos del APRA. Es decir, en manos de un gobierno que tiene partido, que tiene políticos cuajados que no se asustan con cuatro gritos, que tiene un presidente que está fajado en las luchas políticas y no es como otros que terminaban temblando. Mano firme y segura, no mano represora ni mano “dura” en el sentido de represión indiscriminada. ¿Hubo acaso represión en los 10 días de Ucayali o más bien desesperación por hambre autoinfligida?
Eso es algo que resulta insoportable a fascistas y ultras de izquierda. Es decir, para humanistas y patriasrojas más pukas y filosenderistas. Y su aparente despliegue actual no tendrá consistencia de largo plazo.
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