Avances, contra el hambre y la desnutrición.
El martes 14 de Octubre, se recordó en todo el Orbe, el Día Mundial de la Alimentación.
Sin duda, quedan muchos retos por hacer tanto para el mundo como en nuestro país para erradicar la pobreza y el sub-desarrollo, y mejorar el potencial humano, hacia una alimentación integral en forma sostenida.
En efecto, los primeros objetivos del Gobierno y la comisión Agraria, que presido, es «erradicar la pobreza extrema y el hambre».
Al recordar el día Mundial de la Alimentación se nos viene a la mente, la importancia que deben tener para las autoridades de cada país del planeta y en su conjunto por la ONU, en dar prioridad en la erradicación de la Pobreza con toda probabilidad, siguiendo los Objetivos de Desarrollo «Erradicar la pobreza extrema y el hambre».
En tal sentido, el hambre y pobreza son dos conceptos intrínsecamente relacionados, no son sólo la carencia física de alimentos o de bienes materiales, sino la falta de asistencia sanitaria, de escolarización, de trabajo, de vivienda o de libertad.
A lo señalado, el hambre junto con la pobreza, es la mayor vulneración de los derechos que, teóricamente, asisten a los seres humanos desde su nacimiento, de la dignidad y de las posibilidades de desarrollo de las personas, por lo que hay que luchar designando una partida para erradicar estos dos casos.
La Comisión Agraria del Congreso, el Ministerio de Agricultura, así como el Ministerio de la Mujer deben unirse en esta lucha contra el hambre, la deficiente nutrición, la miseria, la enfermedad, el subdesarrollo, la falta de instrucción y las causas que lo provocan.
El tema del Día Mundial de la Alimentación de este año, «invertir en la agricultura para lograr la seguridad alimentaria», pone de relieve la necesidad de contar con más recursos para luchar contra el hambre y la desnutrición.
En los dos últimos decenios se ha producido una disminución sostenida en el nivel de la ayuda exterior para la agricultura.
Muchos países, incluidos los más necesitados, no han asignado suficientes recursos al desarrollo agrícola y rural.
Es preciso entonces, invertir esta tendencia y dirigir un mayor volumen de recursos públicos y privados a las actividades agrícolas.
Esas inversiones no deben limitarse a la infraestructura y los sistemas de riego, sino que deben abarcar la financiación de los objetivos de desarrollo humano más amplios, en particular la educación de las mujeres y las niñas rurales, que constituyen la espina dorsal de la mayoría de las economías agrarias.
A lo señalado, alimentar, es dar vida y esperanza a los pueblos para mejores generaciones; entonces, renovemos nuestro compromiso de unir nuestras fuerzas para que llegue el día en que ningún hombre, mujer o niño se acueste con hambre.
Decidámonos a ganar de una vez por todas la batalla contra el hambre.
La Comisión Agraria, sin duda, tiene bien claro este objetivo.
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