viernes, febrero 29, 2008

Democracia en crisis

Escribe César Campos R

Mauricio Mulder se pregunta –a través de un interesante artículo periodístico– si todavía quedan ideas en la democracia, al comentar el cauce que han tomado las elecciones primarias en el Partido Demócrata de los Estados Unidos, donde la consideración por los factores étnico y de género reemplazan a los de la capacidad o pensamiento de los principales aspirantes. Según el secretario general del PAP, esto constituye “la desnaturalización reaccionaria de la democracia”, porque incorpora conceptos no racionales al debate político.

La misma interrogante podríamos trasladarla aquí al Perú, país en el que la racionalidad de algunas controversias políticas se ha extraviado por completo. La más emblemática de los últimos días es sin duda el empecinamiento de un sector de dirigentes del Cusco en llevar adelante una paralización contra los alcances de la ley, que promueve la puesta en valor de los monumentos históricos mediante la concesión de operaciones turísticas en las zonas aledañas, pese a que la misma sólo será aplicable de acuerdo a la discrecionalidad de cada gobierno regional. 

¿Hay una manera lógica de entender esa actitud, de justificarla siquiera sobre la base del reconocimiento a las legítimas diferencias urgidas por un orden democrático? No, no la hay. Y esto debe llamarnos a una alerta generalizada sobre la forma cómo entienden la mayoría de los peruanos, los fundamentos de nuestro sistema político. Más aún cuando dos recientes encuestas traen resultados desalentadores en ese terreno. 

Una de éstas, realizada por la Universidad Católica, revela que un 56% de limeños expresa su descontento con la democracia. Imaginamos que el porcentaje crecería de formularse la misma pregunta a nivel nacional. La otra, llevada a cabo por el Grupo de Opinión Pública de la Universidad de Lima, da cuenta que un 38.5% manifiesta su simpatía por el fujimorismo, símbolo del autoritarismo y del desprecio absoluto al estado de derecho y sus instituciones, al margen de la corruptela que caracterizó al régimen 1990-2000, al cual –según el mismo sondeo– un 50.2% lo aprueba. 

La protesta irracional se da entonces la mano con la añoranza del “gobierno fuerte” en una línea común escasa valoración al sistema de libertades públicas. Sí, la democracia de las ideas padece una severa crisis y deberíamos afrontar este problema con mayor entusiasmo.
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