viernes, febrero 29, 2008

Los títeres chavistas

Escribe César Campos R

Hay quienes siguen sosteniendo que las manifestaciones violentas de las últimas semanas se explican fundamentalmente por la extrema pobreza de las zonas rurales del interior o –como lo menciona ayer Rosa María Palacios a través de una columna periodística– en el caso del Cusco, también por la manera como padecerían los pequeños y medianos operadores del turismo frente a los grandes capitalistas que llegarían convocados por la polémica Ley 29164. 

Bajo esa lupa, el factor social o la teoría del interés afectado iluminan todas las hipótesis posibles. Así fue a inicios de la década de los 80 cuando Sendero Luminoso daba sus primeros pasos y el caldo de cultivo de la secular marginación de nuestros compatriotas andinos impulsó decenas de análisis hacia lo que entonces se denominaba pomposamente “el problema de fondo”. 

Como sabemos, la acción criminal y bárbara del terrorismo no hizo sucumbir el “problema de fondo” sino más bien lo agravó. En base a esa experiencia tan cercana, es necesario mirar todos los resortes del extremismo de hoy y no licuarlos en interpretaciones que –aún siendo válidas– jamás apuntarán al núcleo de sus dimensiones perversas. 

El hecho es concreto: la bolsa petrolera de Hugo Chávez quiere hacer sucumbir el modelo de apertura económica en el Perú. Esa bolsa, ideológica y material, solventa a ciertos títeres del chavismo que ya no ocultan el origen de los hilos con los cuales se mueven contra el sistema. 

Figuran ahí el gran títere, Ollanta Humala. También su socio Mario Huamán, con cuarto propio en el Palacio de Miraflores de Caracas. Hernán Fuentes y Efraín Yepes, fletadores de las casas ALBA y los Goebbels del mensaje contra el capital privado a través de las radios locales en Puno y Cusco. 

Así mismo, contemos a Tomás Borge, embajador de Nicaragua en el Perú, cuya afición a presentarse a cuanta ceremonia antigubernamental lo invitan ya hubiera merecido en su país o en cualquier parte del mundo que la Cancillería lo llame al orden. 

Y en esa línea, vamos a encontrar a decenas o centenas de muñecos de Chávez cumpliendo su rol. Unos por paga, otros por convencimiento ideológico, muchos por inercia antisistémica. Todos por la violencia creyéndola todavía la gran partera de la historia.
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