Escribe Agustín Haya de la Torre
La gente está inquieta y con razón por el aumento del precio de los alimentos y del petróleo. En todo el mundo hay marchas y movilizaciones de protesta. Incluso en la desarrollada Europa las protestas han generado duros enfrentamientos con las fuerzas del orden. Y en todos lados por supuesto, la gente critica los gobiernos, cualquiera sea su orientación ideológica.
En el Perú, el INEI anuncia una inflación del 5,7% y esto empieza a causar cierto desasosiego.
Los precios del petróleo se han multiplicado por cuatro en apenas dos años y los economistas creen que pronto llegará alos 200 dólares el barril. En cuanro a los alimentos, desde el 2005 la tonelada de arroz ha pasado de 250 dólares a 1,050. La de maíz de 82 dólares a 230. La tonelada de trigo ha pasado de 132 dólares a 330 dólares y la de leche en polvo de 2,200 dólares a 4,800 dólares. Esto se explica por la suma de una serie de factores.
Entre estos el acelerado crecim,iento de la demanda de petróleo por parte de las locomotoras de la economía mundial, como China e India que en promedio crecen 9% al año e incorporan decenas de millones de personas al mercado mientras sus productos se expanden por el mundo. A este dúo se suman Brasil y Rusia que marchan a buen paso con lo que llegan a casi tres mil millones de seres humanos en acelerada incorporación a relaciones de mercado, un fenómeno sin precedentes en la historia del capitalismo mundial.
El reemplazo de la energía fósil por el etanol de maíz o trigo, considerada una política ecologista hasta hace poco, ha resultado contraproducente porque le quita tierras de buena calidad a la producción alimenticia. Los gobiernos están obligados a controlar los desmanes del mercado y a regular sus efectos negativos que inevitablemente genera el lucro. En el caso peruano, el prudente manejo de la macroeconomía, la intensificación de las políticas comerciales con el mundo y el crecimiento de la inversión pública y privada, han logrado atenuar de manera importante los efectos del alza mundial del petróleo y de los alimentos. No es ajeno a ello la política de subsidios a través del fondo de compensación al petróleo y sus derivados que ha reducido significativamente el impacto. Enfrentar esta crsis compleja cuya contradicción se expresa en un crecimiento moderado de la economía mundial, fuerte e Latinoamérica pero negativo en los Estados Unidos, la economía más podersosa del mundo, no es tan sencillo.
La responsabilidad del gobierno aprista es muy grande, pues debe mantener el rumbo con mano firme y redoblar esfuerzos para que la inversión pública, ahora en buen porcentaje en manos de los gobiernos regionales y locales sea efectiva, así como las políticas sociales. Todavía no se transforma en sentido común el hecho de que en el Perú la descentralización ha formado un nuevo Estado, donde el principio de subsidiariedad, esto es las competencias por niveles (gobiernos subnacionales y gobierno central) ya están definidas y sobre todo con los recursos disponies. La descentralización por primera vez en nuestra historia es ya un hecho real.Esto quiere decir que no sólo el Estado se ha democratizado radicalmente sino que en la práctica hay una administración compartida del desarrollo del país, es decir un Estado que para funcionar tiene que ser cogobernado.
El ritmo de crecimiento que depende de la inversión pública y privada tiene que ser asumido conjuntamente. Otro rubro clave es el de las políticas sociales que ya no son aplicables sólo desde el gobierno central, aunque si hay responsabilidades sustanciales en su diseño y aplicación eficaz.Las políticas de progresismo social que el Apra aplica desde el gobierno, una de cuyas demostraciones más claras son los derechos laborales y sociales otorgados con los recientes decretos legislativos, son también parte de las medidas que ayudarán a superar los efectos de la crisis mundial, quedando la tarea de reforzar programas directos a los pobres como los que ya se aplican en Crecer y en el reparto de alimentos directamente a los más pobres.
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