Por César Hildebrandt
“El Comercio” y RPP son naves insignias de la armada vencible del periodismo. Porque “El Comercio” y RPP se las ingenian siempre para sacarle provecho crediticio a los gobiernos, obtener publicidad estatal a camionadas y favorecer a todo aquel que haya pasado por la bendición de la Confiep y la hostia de los doce apóstoles resucitados al tercer día.
Con Fujimori, “El Comercio” fue comprensivo, taimado y aprovechador hasta el año 2000, el año terminal de esa sepsis que padeció el Perú. Hasta el 2000, en suma, “El Comercio” se agachó ante la dictadura, le sacó ventajas publicitarias y fue un diario que Fujimori leía sin temor alguno cada mañana.
¿Y RPP? Pues RPP producía algunas arcadas. Se la pasó toda la dictadura adulando al dictador, prestándose a los sicosociales que preparaba el SIN y –lo que es peor- ignorando los crímenes y desacreditando a sus testigos y a las víctimas. Una voz cavernosa franeleaba, otra voz, que después llegó al Congreso en la lista del fujimorismo triunfador, sobaba y una tercera voz –la de Humberto Martínez Morosini, qué vergüenza- silbaba. Las tres voces componían el trío imaginario “Los Panchos del SIN”.
¿Y no vimos, acaso, en los vladivideos, a Manuel Delgado Parker –dueño de RPP- pidiéndole favores (y obteniéndolos) a Vladimiro Montesinos y casi armando paneles de periodistas con ese delincuente?
A mí que no me vengan con que no me acuerdo y desconozco mayormente. Porque yo sí me acuerdo y tengo los audios, los videos y los recortes necesarios para demostrar que “El Comercio” y RPP fueron funcionales al fujimorismo, cobardes cuando las papas quemaban y más bien sordidones cuando se trató de recibir favores judiciales de la dictadura.
¿O es que ya nadie recuerda que la fiscal fujimorista Julia Eguía fue la que archivó, por órdenes de Montesinos, el proceso penal que pudo mandar a la cárcel a medio directorio de “El Comercio”, acusado por el gerente general del periódico (nada menos) de evasión de impuestos, estafa y delitos contra la fe pública?
Pues bien, continuando con la tradición, “El Comercio” y RPP han sido y son fieles defensores del gobierno de Alan García. Cuando García leyó su mamotreto del 28 de julio del 2008 –reciencito nomás-, “El Comercio” escribió en su editorial: “En suma, vamos por buen camino. Mantenemos el programa económico y nos enrumbamos al desarrollo económico que debe ser también social”. ¡Mejor ni “La Tribuna”!
Y en cuanto a RPP, todos los días don Raúl Vargas nos recuerda que el miedo existe, el acomodo existe, el silencio existe. Por eso es que Vargas es un existencialista de renombre. Y si examinamos a Chema Salcedo –tan afónico él en la época podrida de Fujimori- encontraremos el mismo contenido (sólo que euforizado por dos litros de Red Bull o algo parecido).
Claro que el actual gobiernismo del Chema no tiene la intensidad de su amorío con el fujimorismo, que mucho tuvo de obsesión y desvarío –el otro día dijo que estaba muy bien lo de “Los iracundos” cantándole “Happy Birthday” al acusado de instigar el asesinato, entre muchos otros, de un niño de 8 años-.
En resumen, que “El Comercio” y RPP siguen siendo dos importantes miedos de comunicación (corrector: he puesto miedos de comunicación).
El problema, sin embargo, es que, de tanto acomodo por aquí y de tanto silencio por allá, “El Comercio” y RPP están recibiendo noticias no muy agradables.
En el último boletín sobre lectoría de periódicos, la muy seria CPI confirma un dato que más o menos se intuía pero que no deja de sorprender: en ninguna de las15 ciudades más importantes del país figura “El Comercio” como el diario más leído. Pero ni de lejos.
En Arequipa está en sétimo lugar, después de “Líbero”. En Chiclayo figura en el noveno. En Chimbote está penúltimo (hasta “Perú 21”, su joven promesa, está encima de él). En el Cusco anda en el quinto puesto mientras que en Huancayo tiene una participación de 3,6% de lectoría frente al 71,6% del líder, que es el “Correo” huancaíno.
Y así, esta megamuestra de CPI, basada en 10,200 entrevistas hechas en casa y 3,400 planteadas en la calle, demuestra que “El Comercio” es, cada día más, un diario desdeñado en provincias, insignificante en el rebelde interior del país. “El Comercio”, en suma, corre el riesgo de convertirse en un limeñismo, un tic de Eisha, una manía heredada y siempre reaccionaria.
¿Y RPP? Pues resulta que a CPN, que siempre estuvo pisada cuando la subfinanciaba Romero Caro y la dirigía un señor llamado Ku, la han comprado unos mineros que quieren convertirla en competencia para RPP. Ya le jalaron a Fernando Armas, su mejor humorista sin contar al señor Vargas, y están preparando una parrilla que puede arder muy bien.
Los análisis de mercado de ambas firmas –“El Comercio” y RPP- apuntan a que una de las debilidades que más los perjudica es ese airecito oficialista, esa facha inevitable de Angie Cepeda ganándose el pan con el sudor de su frente en lo de Pantaleón..
Así que el otro día a ambas firmas les cayó como anillo al dedo que García tratara absurdamente mal a un reportero balbuceante y desinformado que fue, en efecto, a ver si lograba algo.
Y claro que lo logró. Al día siguiente “El Comercio” se vistió de opositor y salió a la calle en bividí, a ver si despierta las pasiones de antaño. Y salió Raúl Vargas a decir que “el periodismo es incómodo por definición”. Y salió de la nada hasta Juan Paredes para decir –como nadie lo diría- que el asunto del nombramiento de Carlos Arana “es muy importante para el país”. Y así fue saliendo el elenco de la prensa confiepista –incluyendo a las guasonas de la noche y a los pájaros fruteros- a advertirle a García que si no hace lo que ellos quieren, y con los modos que ellos demandan, se acabó la relación, cada uno a su catre y a ver qué golpe a lo Bustamante y Rivero te armamos.
A mí el señor Arana ni me va ni me viene. Ni lo conozco ni lo conoceré. Y creo que todos saben qué pienso de muchos aspectos de este gobierno.
Pero no me voy a sumar a histerias teatrales ni voy a aplaudir a la división blindada de la derecha mediática saliendo con sus tanques a la calle.
He oído los audios y examinado el asunto y tengo que decir que el señor Wálter Samuel Neyra, el reportero de RPP que comenzó todo este escandalete, no honra al gremio. Primero porque es capaz de decir “una resolución en el cual”. Segundo, porque no sabía nada del asunto y lo demostró admitiendo que las irregularidades achacadas a Arana eran, realmente, “supuestas irregularidades”. Y tercero, porque, en efecto, dio la impresión de estar haciéndoles el cover a “El Comercio” y a Augusto Álvarez Rodrich.
No sé si Arana es un búfalo con ganas de entrar a saco en la administración pública. Lo que sí sé es que, en lo formal, el expediente que lo cuestiona como dador de datos falsos en relación a una empresa constructora está en el tribunal del Consucode, a la espera de un veredicto. Por lo tanto, se trata de un acusado y no de un convicto. De un cuestionado, no de un reo.
Y la prensa no puede ser llevada de las narices por “El Comercio” y RPP, que lo que quieren es volver a demostrar que en este país quienes mandan son los de toda la vida y que cholos levantiscos como Arana –que de eso también se trata, de su pizca de clasismo racista- no deberían estar en cargos de confianza. Sobre todo si no lo ha escudriñado Vega Llona, aprobado Roque Benavides y fotografiado la señorita Peschiera, editora de Sociales de “El Comercio”.
Que los payasos entiendan: hay periodistas que estamos hartos de que la derecha decida qué banalidad distractiva debe ir en primera plana. Y todo para disimular el verdadero menú que quisieran esconder: su entusiasmo egoista por el modelo económico que García ejecuta como si del mariscal Benavides se tratara.
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