Ese, que de lejos, según las encuestas, es el primer tema de las preocupaciones nacionales y, según ellas mismas, el motivo primordial por el cual se supone que hay una caída en la aprobación gubernamental, no mereció sino un par de líneas en los diarios y noticieros de televisión y radio. Lo noticioso, lo impactante, eran los tuntunes de Bagua y las lanzas en ristre con pinturas de guerra en los desencajados rostros que gozaban del primer plano de la tv.
Nadie ha reparado en tomar nota de las acciones que ha propuesto el gobierno para frenar la inflación y controlarla adecuadamente en lo que se refiere a su innegable factor externo. Esta semana arranca con otros temas de relevancia mediática que son aquellos alrededor de los cuales se hace bailar a los principales actores políticos: la interpelación a la ministra de Transportes, la huelga médica y el nuevo paro indefinido que quieren hacer los moqueguanos. Todos marcados por la agenda de la oposición recalcitrante y seguidos a pie juntillas por la gran prensa, que parece haber optado por lo mismo que hicieron en 1930: escoger su nuevo Sánchez Cerro.
Luego vendrá la marcha de Construcción Civil, que pretende seguir chantajeando a los asustadizos empresarios de la Capeco y también a algunos funcionarios. Después paros regionales por aquí o por acullá y después preparar las condiciones para la asamblea que pretenden desarrollar paralelamente a la cumbre de la APEC.
Contestarán seguramente que queremos ocultar el descontento popular disfrazándolo de conspiración comunista. Pero atizar y agitar los descontentos es sumamente fácil en una sociedad proclive a encontrar culpables en todas partes y a tener ciudadanos acostumbrados sólo a pedir y no a hacer o a dar. (Alguien dijo alguna vez que si Kennedy hubiese formulado en Lima su famosa arenga, aquella de no preguntes qué puede hacer tu país por ti sino qué puedes hacer tú por tu país, habría sino sonoramente pifiado). Hacer creer que el Presidente es un monarca que lo puede todo es muy fácil, porque con tantos años de autoritarismo así ha sido muchas veces en nuestra historia. Suponer que los gobiernos regionales no pueden hacer nada también es muy fácil porque nunca existió -hasta hoy- verdadera descentralización en el Perú.
Va a costar trabajo que los peruanos comprendan que ya estamos en otro Perú.
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