Inmemoriam del c. "SIGFRIDO" MARIÁTEGUI CHIAPPE
Introduccion
Sigfrido Mariátegui, a pesar de no ser aprista tuvo gran amistad con Victor Raúl Haya de la Torre, y en los años 30 y 40 del siglo pasado, junto a otro joven como él, su gran amigo, Nicanor Mujica (fallecido en julio del 2003, también a los 90 años), se convirtieron en los “enlaces” del jefe del aprismo con sus bases, encargados de transmitir las noticias y cartas durante los duros años de la clandestinidad, incluso cuando Haya estuvo asilado en la Embajada de Colombia, por más de cinco años. Eran sus indispensables colaboradores para mantener el vínculo con el resto de la organización, y con amigos y colaboradores externos.
Escribe c. Germán Luna Segura
Iniciándose el año cuarentinueve del siglo pasado, Víctor Raúl Haya de la Torre ingresó a la Embajada de Colombia en Lima para buscar refugio y cumplír en la medida de lo posible, como decía Fernando León de Vivero, las reglas del Asilo que ese país le había conferido a través del Embajador Carlos Echeverry Cortés. Haya estaba impedido de formular declaraciones políticas y naturalmente tambien de hacerla durante el tiempo que duraría su permanencia en dicha delegación diplomática, lo que sin duda, representaba un serio problema a sortear para el lider de un partido perseguido y para un pueblo que esperaba las directivas de su lider.
Si bien la curiosa forma como llegó e ingresó a la Embajada ha sido narrada en detalle y tuvo como protagonistas directos a Alicia Cox Rosse quien condujo el vehículo que los trasladó, Margot Hudwalker Roose y Jorge Idiáquez, hubieron además muchas otras personas que sin militar en el APRA, ayudaron y cuidaron los detalles de la realización del plan para asilar al jefe del APRAy establecer una red de comunicaciones que permitieran "el diálogo fluido entre el máximo dirigente popular y su pueblo".
Familias enteras como los Cox, Álvarez-Calderón, León de Vivero, Muñiz sirvieron a esta causa que le permitió al Comando de Acción del partido en la clandestinidad, mantener viva la llama del aprismo por largo tiempo garantizando la presencia de Haya de la Torre en la hora del retorno.
Mucha de esta gente guardó valiosa información que ha permitido reconstruir nuestra historia, compartió información privilegiada y trasmitió los planes y directivas del jefe del aprismo “sin despertar sospechas, mantener operativa la red de contactos, estableciendo eficientemente una red de comunicaciones que permitiera que el Jefe del Aprismo asilado, llegara directamente a las personas y compañeros en medio de la persecución”.
Esta labor requirió de habilísimas maniobras para sortear la persecución y la vigilancia policial que compartieron al alimón el “exilio aprista”, Fernando León de Vivero y Jorge Muñiz, quienes “triangulaban” desde y hacia el extranjero, las comunicaciones e informaciones más delicadas que Haya emitia.
Fue Nicanor Mujica Álvarez Calderón, el tantas veces llamado “compañero N” (al que Haya de la Torre se refiere con esa letra en “Carta a los Prisioneros Apristas”) quien bautizó a Sigfrido Mariátegui Chiappe, como el “c. Sigfrido” y ambos jóvenes, se hicieron responsables de una tarea singular en un tiempo en el que el error se pagaba con la cárcel o la muerte, garantizaron la subsistencia del partido y su organización. Era obvio que Haya de la Torre sabía de lealtades, reconocía a valientes y cultivaba la amistad y la solidaridad de gente buena.
Cumplida la misión con eficiencia, ambos jóvenes se reencontraron en diversos tramos de sus vidas, no sólo apoyaron al partido en los momentos más dramáticos de su existencia sin pedir absolutamente nada, sino que en tiempos de mejor vivir, ensayaron una y otra vez, proyectos empresariales que los hizo “ser uno” en el esfuerzo de “construir el éxito”, al decir de Nicanor Mujica, con dedicación y creyendo en lo que se hace.
Nicanor Mujica partió envuelto en bandera aprista “rumbo a las estrellas” a los 90 años, curiosamente, a la misma edad que tenía Sigfrido Mariátegui Chiappe, hijo del Amauta José Carlos Mariátegui y padre de Aldo, reconocido, polémico y respetado periodista, al momento de fallecer hace sólo unos pocos dias.
Hoy, la larga fila de combatientes por la libertad que salvaron de la mano cruel de la dictadura por la labor que cumplieron estos jóvenes, se inclinan reverentes ante la presencia de estos dos grandes de la peruanidad. Los compañeros “N” y “Sigfrido”, representan el esfuerzo de quienes creen en un país nuevo y mejor, ideal que va más allá de las ideologías y los propios partidos políticos.
Sigfrido Mariátegui, heredero de un apellido que lo vincula a lo más puro de la nacionalidad tuvo en la dura persecución de la que fue objeto el APRA, un rol que buscó y por eso no es posible olvidar que fue “enlace seguro” y acaso, uno de los más importantes contactos del jefe del aprismo con su pueblo y su partido. Respaldo las publicaciones de LA TRIBUNA clandestina y se entregó a una tarea en la que tenia mucho que perder sin temor, razón por la que Haya lo recordaba permanentemente con extraordinaria gratitud.
Si bien Sigfrido Mariátegui nunca militó en el Partido del Pueblo y fue dueño de sus ideas y posiciones, formó parte de esa innumerable legión de ciudadanos libres y honestos que expusieron sus propias vidas para ayudar la causa nacional que Haya de la Torre representó en la lucha por las libertades.
Empresario de éxito, los años le permitieron resarcirse del atropello del que fue víctima durante el gobierno militar que se inauguró en 1968 y que alentó una Reforma Agraria que colocó injustamente en un mismo bolso a buenos y malos proyectos agrícolas.
Hoy, quienes heredamos la gratitud de nuestros abuelos y padres perseguidos, solo podemos rendir el justo tributo a un hombre noble que tuvo la misma talla humana que la heredad de su apellido...
Que la gratitud de quienes ayudó sin conocer, señalen su paso a la eternidad, que su muerte inmortalice su recuerdo y que en tumba haya paz. Hasta siempre, buen amigo del aprismo.
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