domingo, enero 05, 2014

VOTAR LIBRE ES NUESTRA ELECCIÓN

Por German Luna Segura 

Para construir una democracia real y eficiente...
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El problema es que el tema está lleno de falacias y de groseras mentiras. Que “todos voten” no legitima ninguna elección, ni convierte al triunfador en “el mejor de los elegidos”, sobre todo, si esto se produce en medio de procesos plagados de publicidad engañosa, votos irresponsables, desinformación y hasta manipulación dolosa.
Que “el voto libre favorece a los más ricos ya que tienen mejores y mayores posibilidades de acudir y hacer que acudan a votar mucha gente”, es subestimar a la población y esa es otra total y absoluta deformación de una realidad mucho más compleja que la suma de medias verdades con la que se justifica, irónicamente,  “una obligación” impuesta a los ciudadanos para que ejerzan “su propia libertad”.
Insistir que es necesario “que todos voten” porque la participación mayoritaria de la población “legitima” el proceso eleccionario más allá de su origen, características y resultados, tiene como objetivo demostrar, “la poca trascendencia de la labor de los partidos políticos y que estos no sirven para nada”, ya que lo trascendente y realmente importante, es “la voluntad popular”, así de demagógico, así de genérico, así de simple.
El voto obligatorio “garantiza que siempre seamos consultados” reza la frase de los entusiastas, “garantiza que sobre cualquier tema se nos pregunte qué es lo que queremos”. Es decir, la idea sugiere “que el poder emane realmente del ciudadano”, como si no supiéramos que esa es una forma usada por las autocracias para “manipular” el destino de pueblos  a los que “se les consulta, de la manera más conveniente todo lo que el gobernante necesita imponer”, en esa especie de juego hipócrita por el que se subasta al marketing, la propaganda  y la publicidad millonaria absolutamente todo.
El voto voluntario y libre restringe la participación de la gente sostienen algunos que aluden experiencias donde efectivamente, habría concurrido menos gente a votar, cuando “no se les obliga”. Sin embargo, la lógica del “voto obligado” responde a esa estructura impuesta para mantener la compleja, completa  y activa red de manipulación que desde la superestructura del Estado y, a traves de los medios de comunicación por ejemplo, mantiene vigente los indefendibles privilegios de una oligarquía política que usa personajes, formas y discursos para mantenerse en el poder, condicionándolo todo a la vanidad de su propia formación anti-ética que los mantiene en medio de los despojos de ese remedo de democracia formal que subsiste sobre los abusos y las limitaciones de todo un pueblo al que le arrebatan sus derechos haciéndole creer que, con depositar un papel cada cierta cantidad de años, “se elige un gobernante”, “se ejerce un derecho” y “se construye el destino”.
Algunos comentarios preliminares
Cuando expresé públicamente mi adhesión al Voto Libre y Voluntario, mi buen amigo y compañero, el sociólogo Arturo Ojeda, cuyo talento y capacidades me merecen respeto público, me respondió con una afirmación que me ha hecho reflexionar profundamente; dijo en clara oposición a mi tesis: “La derecha autoritaria complota contra la democracia invocando el voto voluntario".
Creo que dicha aseveración no sólo es incorrecta, sino además  injusta. Se basa en tesis no comprobadas históricamente y alude una posición que históricamente no ha sido la del Partido del Pueblo en el que ambos militamos.
Esta es una reflexión motivada por los comentarios aludidos porque siento que mis ideas y posiciones sobre la materia me ubican de alguna manera del lado de esa“derecha autoritaria” a la que Ojeda denuncia señalando como impulsora de la propuesta que defiendo, cuando en realidad, a tenor de nuestra experiencia en el Perú, son precisamente los sectores conservadores quienes se han opuesto persistentemente al Voto Libre porque sostienen que esto produciría una ventaja de las organizaciones políticas que como el APRA les son adversas, y cuya organización podría “canalizar” objetivamente un caudaloso e importante voto de conciencia ciudadana.
El APRA, que tiene un alto nivel de preparación y movilización entre sus militantes y adherentes, lo que aprovecharía –sostienen-, es el desánimo de la gente en favor de una masiva participación de “los politizados solamente”, convirtiendo los procesos eleccionarios y/o de consulta, en escenarios de movilización política, en desmedro de las posibilidades electorales de quienes “quieran participar”, independientemente que tengan una organización que los respalde, planes, programas o una base ideológica que hable de sus antecedentes y objetivos.
Creo que estas y otras afirmaciones deberían seguir siendo analizadas y en medio de un debate del mejor y más alto nivel. Es verdad que hay mucho que explorar aún y un trabajo muy duro por hacer en la hipótesis que el voto sea finalmente libre y voluntario en el Perú, por lo pronto, creo pertinente deslindar y efectuar las siguientes anotaciones.
En torno a las libertades
En estos tiempos, las libertades constituyen hondas y vitales preocupaciones para quienes reclamamos el ejercicio pleno de nuestra ciudadanía desde  posiciones progresistas y verdaderamente democráticas.
La capacidad de la persona a decidir sobre todas las cuestiones esenciales de su vida, constituye pues, un elemento fundamental, y lo es, en función de la necesidad de establecer con claridad, cuáles son los principios por los que se rige la convivencia humana y ciudadana, que son los ejes centrales del sistema que alienta y ordena una forma de organización del Estado que debe priorizar y  garantizar el desarrollo de la sociedad en su conjunto y la evolución de los ciudadanos en la búsqueda del bien común, sin abdicar de la libertad.
Desde esta perspectiva el objetivo es claro. Negar y evitar “tutelas sobre los derechos”, esa es la tarea necesaria, ya que el nivel y grado de evolución de las sociedades no solo determina la fortaleza o debilidad de su estructura, sino que pone en evidencia el respeto precisamente de aquellos valores de las formas civilizadas de convivencia ciudadana logradas.
El debate pasa entonces por entender que la realización personal está vinculada a los espacios de libertad y oportunidades sobre los que se recrea el “ser social” para la construcción de una sociedad de hombres libres, aun cuando curiosamente, hay quienes propicien la “participación de todos, en todo momento”, fundamentando sus tesis en anacronismos increíbles como el de la necesidad de “complementar la libertad individual, garantizándola”, como si la democracia, ideada y construida  como “gobierno de la sociedad” necesitase de gendarmes y no, sobre la base del reconocimiento objetivo y principal de las posibilidades de pensamiento, iniciativa, asociación y trabajo, entre otras consideraciones inherentes al ser humano y cualquier forma de organización que la represente en los estadios en donde los derechos de uno acaban donde comienzan los derechos de los demás.
La democracia real se construye por eso, articulando intereses diversos y haciendo compatible las libertades individuales con el llamado “orden social”, sin que el hombre someta su criterio y libre albedrio a un conjunto de normas y preceptos que determina el ordenamiento grupal, es decir propendiendo que esta última sean consecuencia  de la observancia común de los principios y el respeto de todas, absolutamente todas las libertades.
Se me ha dicho casi con inocencia inexplicable -tratando de defender la obligatoriedad del voto-, que al escoger “vivir en sociedad”, aceptamos simultáneamente el tutelaje de nuestras libertades. Esto es como si aceptáramos someternos a las restricciones de nuestra propia libertad por el imperio de “un supuesto derecho colectivo”, maniqueísmo por el que se formula un contrabando del respeto a las decisiones en las neo-democracias.
La verdad es que como en nuestro caso, los hombres optamos por estilos, formas, mundos y modos de pensar, vivir, actuar y hasta “no actuar”, asociándonos entre quienes nos sentimos identificados para constituir un Estados Democráticos al que siempre lo aspiramos moderno (de valores y respetos de acuerdo a su espacio-tiempo-histórico) en el marco de procesos que someten el orden social a la voluntad colectiva de las masas (principio de mayorías) y no esas a ningún imperio del “deber” ético, moral, religioso, político y menos, económico.
La democracia moderna procede de la evolución del concepto primario de la democracia simple, formal y básica y, conceptualmente, va más allá incluso de lo que propuso la llamada “democracia revolucionaria” es decir, impone principios valorativos como marco de referencia del actuar ciudadano y gubernamental, en una especie de nuevo Contrato Social que coloca al ser humano, como el fin supremo de la sociedad y el Estado.
El desarrollo de la ciencia y la tecnología, el aporte de la revolución del conocimiento, la internet y los nuevos planos del desarrollo, han hecho lo suyo, sumando y ampliando las fronteras del estadio humano y generando nuevas representaciones de una sociedad que ahora no actúa, sino, interactúa  y que construye no un tipo de Estado, sino varios planos organizativos como parte de un todo que tiene sus propias formas de expresión con los que evoluciona la política y también esa nueva noción de la realidad que impone los tiempos y la llamada modernidad.
Tras lo dicho, el voto sigue siendo por excelencia, la expresión más genuina de la voluntad popular, es verdad, pero lo es, en tanto constituye el respeto mismo a la expresión soberana del pueblo; pero, cuando este además es libre, universal y secreto en su escogencia, es, en sí misma, la realización plena de la voluntad ciudadana y por ende, la base más sólida para un gobierno de reales mayorías, con derechos de minorías y acaso, la única garantía de una organización social que sobrevivirá a las complejas relaciones que se experimentan.
La libertad, mi libertad individual, constituye a partir de lo dicho, un principio y sobre ella se proyecta la forma más conveniente de convivencia humana y ciudadana. Que se insista en obligar al voto (obligación que como sabemos no es muy antigua), es perder de vista o negarse a reconocer las condiciones en las que, en el caso peruano, se aprobó el voto ciudadano obligatorio (que fue por cierto, una respuesta a la situación política de una coyuntura específica).
Salíamos en 1978 de una dictadura militar prolongada, con derechos civiles recortados y falta absoluta de libertades. Había que lograr una masiva participación para frenar de alguna manera la campaña de desprestigio institucional y nacional que usaban los militares contra el poder civil y la democracia, fundamentalmente para justificar su gobierno de facto), razón por la que hubo consenso en aquella norma constitucional –transitoria en tanto coyuntural-, que “obligaba al voto y sancionaba con una multa y una especie de muerte civil” a quienes no sufragaban.
Este hecho, que a la luz del tiempo, no legitima la híbrida propuesta constitucional por la cual el voto para los constituyentes fue un derecho que convirtieron por la coyuntura, en un deber (¿?), es la razón que impulsa un debate serio sobre la materia, de reformas urgentes en el ordenamiento legal vigente, pero sobre todo, en el entendimiento ciudadano en el que hay que tener presente cuales son las valoraciones contenidas en sistemas normativos fundamentalmente morales o jurídicos, en tanto el deber, es a lo que estamos "obligados" por consideraciones religiosas o leyes que son "un mandato u obligación mediante el cual se modifica nuestra conducta".
Derecho y no obligación
El voto es un derecho universal reconocido como tal y debe ser por eso opcional, voluntario y libre. Mantener la obligatoriedad del voto es desnaturalizar el derecho de las personas a decidir. Es más, cuando opto por integrarme a un tipo de colectividad, vivir en sociedad o simplemente adherirme o no a una idea, lo hago precisamente en correspondencia a mi capacidad de discernimiento para optar por lo que considero pertinente, asumiendo todo aquello que no vulnere mis convicciones y libertades, atendiendo a que ese es un principio y sobre la base de una actitud que supera y está por encima de todos cualquier consideración que someta,  limite o cercene mi expresa voluntad.
Organizar tutelajes de las “sociedades en democracia” constituye una reiteración grosera de una vocación expresada en el ánimo ciudadano. La plena vigencia de la libertad individual es inherente a las sociedades de hombres libres y se recrea con la dinámica de la convivencia ciudadana y su grado de evolución. Por eso es que la defensa de la libertad individual sigue siendo una preocupación que no admite tutelajes y que requiere grados de conciencia sobre las que reposa todo lo demás, incluyendo las formas, normas y estilos de vida en donde de lo que debemos protegernos son los exabruptos autocráticos y los ánimos totalitarios.
Un debate que recién empieza
En el Perú, tras la experiencia vivida en los últimos procesos eleccionarios y sus complejos y variables resultados, planteé en las redes sociales la necesidad de ir al Voto Libre y Voluntario para mejorar la cuestionada calidad de nuestra aun imperfecta democracia.
Por este debate, tiene que ver también con los compromisos que se derivan de nuestro entendimiento de lo que significa la Democracia misma, y aquí, hay también otro tema de fondo. La vida ciudadana no es consecuencia de la vida natural, sino, del discernimiento individual que forma conglomerados humanos y modelos de organización varias, en las que la participación de las personas, tiene también distintas características.
La democracia por delegación es la fuente del sistema en el que vivimos, y esta “representación” no tiene nada que ver con "aristocracias políticas", sino con opciones elegidas por los pueblos. Los errores en una elección “no son una consecuencia fatal de la historia”, ni producto de la “mala suerte”. Los resultados de los distintos procesos eleccionarios lo que muestra es una desatención del Estado con respecto a la educación formativa que recibe el ciudadano, sobre los valores del ejercicio democrático y de cómo estos elementos no se entienden, ni tienen que ver en la vida diaria de la gente común.
Está probado que las limitaciones de los ciudadanos expresadas en erradas elecciones, tienen un trasfondo educativo y de malformación ya que la participación de las masas en la construcción de la democracia debe ser el resultado de su propio desarrollo y de las motivaciones histórico-culturales, políticos y sociales, nunca una imposición.  
El voto es una opción, quizás hasta una necesidad, pero nunca una obligación que el “Estado tutela con ánimo paternalista y que debe garantizar”. Hablemos claro. El voto obligatorio es verdad que “aumenta el número de votantes” en efecto cuantitativo, pero lo hace generando una percepción errada de esa participación que resulta artificial (cuantitativa), no sólo por la poca calidad del voto propiamente dicho, sino porque pretendiendo establecer una relación entre el voto y la aceptación de las reglas de juego del sistema y los gobernantes, el desconocimiento, la falta de instrucción y compromiso por parte de una población sin interés que produce esa ficción numérica de la que hablamos y que muestra el desfase cualitativo que se ha producido en cada proceso.
Por eso es que la aparición o reforzamiento de los partidos políticos y su trabajo y compromiso con el ordenamiento legal, debe ser una prioridad y por cierto, una manera eficaz para enfrentar y superar la crisis política que vivimos. Hay que propender a la consolidación de los partidos ya que como la lógica simple nos sugiere, estos constituyen herramientas que fortalecen la institucionalidad y ponen  en evidencia el grado de conciencia de las masas en la construcción de su propio destino, pensamiento insustituible  en el ejercicio de una verdadera democracia en el que lo ideal, es que se imponga la reflexión y la convicción para las "decisiones trascendentales”.  
Hay que evitar que la publicidad (ergo, el dinero) sea únicamente lo que decida un resultado eleccionario. A las derechas no les gusta el voto voluntario porque surge desde lo más íntimo del ciudadano, porque es el resultado de su estado real de socialización y porque confronta la simpatía y la adhesión popular con el imperio y control del poder en manos de grupos que representan intereses minoritarios.
Desde la libertad, es decisión ciudadana lo que le parece a la gente hacer, y no lo que le impongan. ¿Cómo pedimos libertad de culto, libertad de género, libertad de expresión y no libertad para votar? Cuidado con quienes afirman que  “por el hecho que todos voten  la democracias son mejores”; esa, es una falacia que nos llevaría a la terrible conclusión que "nuestro presente y nuestro futuro son los corruptos y los ladrones" que el pueblo sin información y manipulado, los eligió más de una vez.
A mayor abundamiento, sostenemos que aunque no es necesario, es pertinente conocer que un hecho abona en favor del voto voluntario. Esta modalidad electoral ya ha superado en casi todo el mundo al voto obligatorio y es también una práctica de las democracias evolucionadas que en el Perú por cierto ya existe, y desde hace mucho tiempo.
Nos explicamos. Las Constituciones de 1933 y 1979 obligan efectivamente al voto, pero sólo hasta los 70 años, es decir que, después de esa edad el voto es voluntario y libre, convirtiendo irónicamente este hecho en un privilegio que discrimina a parte importante de la población con respecto de los obligados.
El voto voluntario otorga mayor transparencia al sistema político, ayuda a estrechar los vínculos entre representantes y representados y es más respetuoso de la libertad individual, sostienen los que lo defienden. Permite que el sufragio establezca una relación directa y verdadera entre los actores; sugiere más y mejor información derivado del interés del elector por conocer por quien va a votar, reduce el voto disconforme por obligatorio y genera una representación comprometida entre quienes votan por quienes conocen y quienes son elegidos por quienes seguirán y fiscalizarán sus actividades, incluyendo, a quienes discrepando del sistema, candidatos y partidos pueden expresarse libremente en las urnas a través del voto en blanco, nulo o viciado .
Está probado que las sociedades democráticas no requieren "poner condiciones a quienes la integran" porque logran organizarse desde la articulación de valores comunes, estructurando relaciones de convivencia ciudadana capaces de obtener el desarrollo y el bienestar sobre el imperio de las mayorías tal como lo hemos sostenido; por tanto, si para algunos la exigencia de tributos, servicio civil o militar, el respeto de la ley, etc., constituyen formas que no vulneran la libertad individual, esa es una opinión respetable, pero a la que nos oponemos porque en todos esos casos la comparación no corresponde porque ninguna vulnera conceptos básicos de conciencia.
Decisión consciente o inconsciente
Los neo-liberales invocados como defensores del voto libre, son por el contrario auspiciadores del voto masivo, disconforme, desinformado, manipulado y obligatorio ya que en ese escenario y el de los resultados obtenidos a través de nuestra experiencia social, la inmensa mayoría vota “por cualquiera” y pronto “se queja de las acciones del triunfante acusando de no representarlos”. Pero, ¿Cómo es que quien resulta elegido por mayorías impresionantes en muy poco tiempo no representa a nadie? Es esa una buena pregunta que los opositores del voto libre, voluntario, consiente e informado deben responder.
Para el neoliberalismo ideológico los pueblos son sólo conglomerados, masa objetiva, objetos, segmentos o grupos identificados para publicidad, todo menos seres humanos y por eso,  hay que mantenerla desinformada para poder sobre ellas, construir plataformas de manipulación que los medios de comunicación fácilmente “orientan” en el sentido que quieran o necesiten.
Esa es la forma como se mantiene el sistema neo-democrático que sólo sirve para cubrir de formalidad el ejercicio del poder, ya que como se sabe, quien controla la superestructura y obtiene el control absoluto de la voluntad de las masas apelando a lo que saben hacer, manipular, tiene ganado cualquier proceso eleccionario, convirtiendo estos en una burda rémora de esa democracia elitista que le otorga al ciudadano la posibilidad de emitir un voto para que elija entre candidatos que no conoce y para que todo siga igual.
Pero si lo que llaman participación directa pareció una buena opción en algún momento para lograr respuestas ciudadanas en torno a temas que los afecta o beneficia directamente, terminó convirtiéndose en un remedio peor que la enfermedad ya que ha sido sometida a formas de manipulación usada fundamentalmente desde el poder y con todos los recursos por gobiernos con vocación dictatorial conocen y usan.
Al respecto, no nos detendremos en el largo listado de burdas manipulaciones efectuadas sobre el “voto directo”, porque ese no es motivo de esta nota. Que el derecho a votar sea una opción a la que debemos acceder conscientemente, ese si es nuestro tema y es a la vez, una garantía del valor real del voto, del compromiso con él, y de una participación crítica.
Mantener la obligación para que TODOS VOTEN, convierte a la democracia es una farsa en la que minorías organizadas detentan y controlan el poder económico para imponer sus intereses sobre las mayorías desinformadas y desorganizadas. Los derechos de las clases populares y un gobierno de mayorías reales, no se consiguen desde la opción de voto obligatorio. El voto es un instrumento para imponer una forma de gobierno, es verdad, pero para que cumpla sus objetivos, debe ser reflexivo y tener valores agregados.
¿Esto se logra si quien acude a votar, lo hace desconociendo los candidatos, sus planes, programas o cuales son los intereses que este representa? La respuesta es obvia.
A manera de conclusión
Finalmente, por error o percepción errada ¿Quién asevera que Víctor Raúl Haya de la Torre o la generación fundadora defendía la democracia tal y como la conocemos? ¿Era Haya de la Torre partidario del voto obligatorio? La generación fundadora del aprismo apostó por una DEMOCRACIA FUNCIONAL, enriquecida con la creación de partidos políticos como instrumento de realización social e instrucción popular dándole a la participación de las masas un real valor y un sentido de formación, proyección y calidad histórica.
Los estrechos vínculos con los campesinos, el proceso de instrucción obrera que sumió personalmente Haya de la Torre y las Universidades Populares desde 1921, la formación del APRA y las secciones de ésta en cada país de Indoamérica, tuvieron como tarea prioritaria, superar el estado de obscurantismo de los pobres para incorporarlos a la vida civil, económica y política de la Nación, de tal suerte que, nadie propuso la perentoriedad de obtener más votos, sino, de lograr mejores ciudadanos para incorporarlos a la tarea civil de reconstruir la nación.
La idea fue siempre conforme se acredita históricamente, lograr “mejores ciudadanos”,  nunca sumar votos, tal y como se desprende de la exigencia que desde 1931 realizara Haya de la Torre con respecto a la participación de las masas en la política consignada incluso en el Discurso-Programa, impulsando el nivel de preparación ciudadana y un activismo constructivo que constituye su objetivo de primera importancia.
¿Pero no fue el APRA quien propuso el voto de las mujeres, los analfabetos los jóvenes de 18 años? Sí. Pero no hay que olvidar que el voto de la mujer, de los analfabetos, de los jóvenes menores de 18 años o en estos días incluso, el voto de los jóvenes de 16 años, tienen que ver con signos y valores de una ciudadanía comprometida y formada. Es decir, la lucha del aprismo ha sido siempre por reconocer “el derecho” de los ciudadanos a participar, pero por su propio deseo y convicción.
La necesidad que cada uno de estos importantes sectores se incorporen a la vida pública de patria de manera consiente y valiente no estuvo, ni está en discusión, y responde la peregrina idea de la derecha que acusó al aprismo de un interés por conseguir votos borregos de mayorías ignorantes, afirmaciones que no honra la verdad histórica, ni la heroica entrega de quienes dieron sus vidas por estas conquistas.
Por eso es pertinente declarar que la principal razón para el auspicio del voto voluntario es construir una Democracia de calidad, con una mayor participación y una mayor información ciudadana y en esta línea de ideas, la obligatoriedad del voto, es, por lo menos, una contradicción y, al convertirse es un acto que disiente del discernimiento individual del ciudadano, constituye un acto antidemocrático que impide que los partidos políticos, columna vertebral del sistema,  puedan cumplir sus objetivos y desarrollar una cultura política concurrente con las expectativas del país.
La experiencia de las llamadas “democracias tuteladas” no es la mejor. Niega el espíritu de la libertad en medio del cual nadie debe, ni puede ser obligado a nada, pero si, persuadido, instruido  y alentado para participar de procesos eleccionarios, optando por quienes los representen cabalmente.
Una de las premisas de la oposición al voto libre, es que esto generara ausentismo y por ende debilidad institucional, sin embargo, consideramos que el asunto es absolutamente inverso. Un Estado promotor de la participación libre y voluntaria de los ciudadanos logrará ciudadanos mejor informados, instruidos y dispuestos a dar un voto cualitativamente superior al que conocemos lo que redundará en el fortalecimiento del Estado Constitucional de  Derecho y de esa democracia que tanto costó recuperar.
La idea es negar los modelos tutelados de democracias donde el imperio de la muchedumbre se imponga, eso es fascismo. Queremos construir una democracia real, funcional, evolucionada en el marco de una relación de convivencia surja del entendimiento del modelo de sociedad que deseamos y en la que queremos vivir.
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