martes, marzo 18, 2014

El antiaprismo

Por Carlos Meléndez
Politólogo
La identidad política más fuerte en el Perú es el antiaprismo. Según una medición que realicé en una encuesta nacional (IOP-PUCP), es un tercio del electorado. (El antifujimorismo es significativo pero menor, un cuarto). La longevidad del partido de la estrella, no exenta de rivalidades y desprestigios, se acompaña del rechazo más cohesionado en los sectores de menores ingresos. El Apra ha dejado de ser el partido del pueblo.
El antiaprismo es ideológico. La probabilidad de ser antiaprista se extiende entre quienes se identifican de izquierda. Aquellos que propugnan cambios radicales para la mejora social (25% de los encuestados) tienden a rechazar al Apra. El antiaprismo también es proestatal. Entre los que creen que las actividades económicas deberían estar en manos del Estado y no de la empresa privada (53%), domina la oposición al Apra.
Ser antiaprista no te hace –necesariamente– más democrático ni autoritario. No existe relación entre las preferencias por un régimen político específico y la identidad antiaprista. Solo el ‘apristón’ (que no le hace ascos a votar por un candidato de Alfonso Ugarte) tiene preferencias más marcadas a favor de la democracia. Tanto el aprista duro como el antiaprista son indiferentes al tipo de régimen. Tampoco el antiaprista cuenta con una posición definida acerca de la necesidad de los partidos para una democracia. En cambio, el aprista duro y en especial el ‘apristón’ no pueden concebir la democracia sin la presencia activa de partidos.
El antiaprismo es, definitivamente, antialanista. Considerar que Alan García debería retirarse de la política aumenta fuertemente la probabilidad de ser antiaprista. El antiaprista no confía en la renovación del partido fundado por Haya de la Torre. La probabilidad de ser antiaprista decrece significativamente entre quienes estiman que el Apra debería renovarse y jubilar a sus líderes históricos. Asimismo, el antiaprista tampoco le tiene fe a los apristas de a pie. La probabilidad de ser antiaprista se reduce abruptamente entre quienes afirman que el militante aprista es una buena persona y bien intencionado. Es decir, entre los detractores del aprismo, la crítica al partido, al máximo líder y al militante es coherente.
El antiaprista votó por Humala en el 2011 en primera y segunda vuelta. La probabilidad de votar por Keiko Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski y Luis Castañeda fue muy baja entre los opositores al aprismo. También la de votar por Alejandro Toledo, aunque en este caso la tendencia no es estadísticamente significativa. En cambio, el aprista tendió a votar por PPK y Castañeda en primera vuelta, y por Fujimori en segunda; mientras que su probabilidad de votar por Humala y por Toledo fueron muy bajas.
El Apra confía en su retorno al poder a pesar del antiaprismo. Es posible en un escenario en el que la lógica del “mal menor” favorezca la candidatura de García. Pero la presencia de García en el partidor hace más probable que el antiaprismo aflore electoralmente. ¿Quién podrá capitalizar el rechazo al Apra en las elecciones del 2016? ¿Podrá el antiaprismo llevar a un político a Palacio?
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